ACTA hasta en la SOPA
Por Rodrigo Castañeda
“Usted tiene cara de ratero”, me pareció escuchar que me decían cuando supe por primera vez del Acuerdo Comercial Anti-Falsificación (ACTA, por sus siglas en inglés), y lo volví a escuchar cuando los Estados Unidos comenzaron a hablar de su Stop Online Piracy Act (SOPA).
Obviamente, después de oír esas palabras en mi cabeza, no pude sino recordar aquellos tiempos en los que algo se perdía en la primaria y todos teníamos, lo quisiéramos o no, fuéramos inocentes o no, que abrir nuestras mochilas para que las maestras pasaran inspeccionando uno por uno a los alumnos, en total violación de nuestros derechos como individuos.
Y es que parece que ambas propuestas están encaminadas a decirnos a todos ladrones y a tratarnos como tal, a revisar nuestras cosas, seamos culpables o no, y a ni siquiera decirnos “con permiso”.
¿Qué es lo que buscan ACTA y SOPA? La primera busca crear un frente común entre las naciones para contrarrestar el contrabando a nivel mundial, es decir, busca proteger a los comerciantes legítimos de aquellos que sacan a la venta las bolsas Luis Botón o los lentes Ray Bun, también busca frenar a la piratería de software y de la industria del entretenimiento.
SOPA dice que busca lo mismo, aunque yo creo que va más al control total de la información, en especial después de que Assange pusiera en jaque al vecino haciendo públicos todos sus trapos sucios.
Pero como decía, ACTA no se ve como una mala idea, lo que se propone en algunos de los otros capítulos está bien pensado; sin embargo lo que se propone en relación con la red y nuestras computadoras es una reverenda mentada de madre.
Imaginen que ACTA está activa y nosotros estamos en nuestra casa una tarde, tranquilos, mientras alguna agencia gubernamental, bajo la sospecha de que hemos descargado algún contenido digital sin pagar por los respectivos derechos de autor, está hurgando entre nuestros archivos, viendo nuestras fotos, leyendo nuestros documentos y hasta el registro de nuestro último chat en Facebook. ¿Se pone peliaguda la cosa, verdad? Ahora imaginemos que no es una agencia gubernamental, sino que es la Warner Bros o Universal o Fox, o Televisa, los que están revolviendo nuestros archivos y viendo, incluso, si hablamos bien o mal de ellos.
Pero ahí no para la cosa, bajo lo que plantea el ACTA, díganle adiós a los medicamentos genéricos, pues los laboratorios tendrán el poder para detener embarques enteros, inspeccionarlos y destruir las medicinas si consideran que infringen la patente de alguna de sus drogas, así, en el momento. El juicio para ver si tenían razón o no vendrá después, cuando muchos se hayan quedado sin su medicina para la tuberculosis o el SIDA; drogas que, si se compran de patente, para muchas personas resultan más que prohibitivas.
Pero regresando al Internet y nuestras computadoras, ¿ven cómo las compañías que proveen servicios en la red tienen la obligación legal de proteger la identidad de los usuarios que usan sus servicios, básicamente para que no haya nadie acosándonos y, sobre todo, para que podamos poner cualquier cosa en Twitter, por ejemplo, rayársela a algún funcionario público, no sé, al Presidente por decir algo, o a Peña Nieto? Con ACTA esos candados no existirían y Peña Nieto podría demandar a las compañías el nombre y la dirección de cada uno de los que hemos hecho burla de su copete o sus hábitos de lectura.
El estado de vigilancia en el que se viviría sería más que orwelliano, nadie podría decir nada, y eventos como la pasada revolución en Egipto simplemente no existirían, porque el control de los gobiernos –y más tétrico aún, de las empresas– sería total.
Muchas organizaciones, nacionales e internacionales, han hablado en contra de ACTA y de SOPA, incluso el Presidente de los Estados Unidos, Barack Obama, reconoció que las libertades que se perderían con la firma de estos documentos son más básicas que las que vienen en cualquier Constitución.
Sin embargo, los principales defensores del ACTA son las empresas de entretenimiento y las asociaciones de autores, que más que ver por sus agremiados, están viendo cómo proteger sus intereses económicos. Tal es el caso de la Enterteinment Software Association (ESA) que gastó 190 mil dólares de cabildeo para que se aprobara SOPA y se firmara ACTA, aun cuando todas las empresas que hacen videojuegos, que además son miembros de dicha asociación, públicamente se negaron a respaldar ambos documentos.
En México el Instituto Mexicano de la Propiedad Industrial (IMPI) y la Sociedad de Autores y Compositores de México (SACM) han estado presionando para la firma del ACTA, y cuando no lo lograron, han azuzado a legisladores como Federico Döring, para que promueva leyes parecidas, incluso sin saber cómo funciona el Internet, la tecnología en general, o la sociedad.
Y la pregunta de los 60 mil: Si revisan nuestras computadoras y nos meten a la cárcel por bajar música o películas, o ver la tele, ¿va a dejar de haber piratería, de esa que vende tres películas por 20 pesos en los mercados? Por supuesto que no.
Me queda claro que para estos grupos peor que un cuerno de chivo es un casete, y mucho más dañino que la cocaína es una fotocopiadora; sin embargo, y haciendo una reflexión seria, ¿cuántas bandas no hubiéramos conocido, cuántas películas no habríamos comentado y cuántos libros no habríamos leído en clase, de no ser por el comportamiento viral que le damos, nosotros, no las disqueras, a dichos medios de entretenimiento?
Y tal vez sí tenga cara de ratero, pero que tenga la cara no le da derecho a nadie a tratarme como tal. Y si bien tal vez no pagué regalías por el disco compacto que regalé a una amiga el pasado 14 de febrero, la verdad es que tampoco le ando cobrando la publicidad a cada una de las bandas que van en ese disco. Vida nada te debo, vida estamos en paz.
@drniebla
{loadposition FBComm}