Opinión

Al sur de la frontera o lo que se espera del sur

Por: Gonzalo Guajardo Gonzálo

El pasado miércoles 10 de abril (2013), el Sindicato de obreras y obreros del ramo textil “Paz y Trabajo” cumplió seis años de haber iniciado huelga contra la empresa Telas Merino, la cual no ha respetado ni cumplido sus obligaciones con los trabajadores. En esta ocasión, el sindicato organizó un balance de la lucha sindicalista en la Casa del obrero queretano, balance que lo acompañó con otras actividades políticas y musicales.


Por esa razón, varias personas fueron invitadas a decir algunas palabras. Las siguientes son las que pronunció Gonzalo Guajardo González:

México está situado al sur de los EU (heredero directo de Europa).

Su condición la comparte México con los países del Caribe, Centroamérica y Sudamérica; y también con los demás del hemisferio sur (con excepción de Sudáfrica).

Este sur es enormemente rico: *en recursos naturales (petróleo, metales, tierras de cultivo, agua, biodiversidad, etc.), *en culturas locales (desde las más conocidas, como la inca, la maya y la azteca, hasta otras que no han sido tan mencionadas, pero cuya existencia se ha manifestado) y *en brazos trabajadores (fuerza laboral).

Con todo, la gran riqueza del sur es, a la vez, el motivo de su pobreza. No sólo para los EU y Europa, sino también para la burguesía mexicana. Este sur representa básicamente una gran “reserva” material y de «recursos laborales» para el enriquecimiento personal de los ladrones históricos.

El proceso de urbanización creciente en el mundo es notorio también en el país. Hace un siglo, el 85 por ciento del territorio era rural y el 15 por ciento restante era urbano; hoy las cifras se han invertido por completo: 85 por ciento urbano y 15 por ciento rural. No es trivial. Significa que:

1) La población mundial y la mexicana se proletarizan aceleradamente; parecería que la vida humana sólo se pudiese entender desde una perspectiva única, con prácticas sociales únicas, con un idioma único, con cultura y tradiciones únicas y con un horizonte de vida único;

2) Hay sobreexplotación de unas tierras y de sus recursos, a la vez que abandono de localidades y espacios habitables;

3) El daño ecológico es mayúsculo, pues se cubren superficies de tierra con asfalto, construcciones y residuos urbanos, se sobreexplotan las fuentes acuíferas;

4) El mundo va dejando de ser un espacio para la satisfacción de la vida humana y se va convirtiendo cada vez más en un único mercado;

5) Se establecen y justifican criterios y estrategias de competencia, por los que se olvidan vínculos de solidaridad y apoyo de unos con otros.

México, el Caribe, Centroamérica y Sudamérica se encuentran al sur de Occidente y del designio civilizatorio. Desde que Europa expandía sus dominios mediante la conquista, este sur fue entendido como “sur salvaje”, “zona para experimentar el capitalismo naciente”, “espacio para la aventura, la autoafirmación y el enriquecimiento rápido” de los europeos.

Este sur es el que, finalmente, se entendió al sur de los EU –lo que significa, a final de cuentas, al sur de Occidente y de la civilización–.

Con ello los hombres trazaron fronteras –¿quién más las podría trazar?– que separaron, por un lado, los espacios de la civilización y la gran cultura y, por otro lado, los espacios del salvajismo, la maldad y la naturaleza, todo lo cual quedaba “al sur”.

Pero también trazaron otras fronteras: las que separan a unos pueblos de otros y, todavía más dramático, las que separan a unos individuos de otros.

La frontera ha sido identificada básicamente como ese límite de la “mismidad”, por el que los hombres quedan separados entre sí, y no como el espacio de interacción, de encuentro, de descubrimiento y de complementación.

La frontera con el sur representa un espacio de peligro, aunque también de “paraíso perdido”; es anhelado y repudiado a la vez. Es anhelado en la medida en que representa las consecuencias del propio esfuerzo y la reparación de las deficiencias personales; y es repudiado y temido en la medida en que significa lo desconocido, lo diferente, la otredad. Los espacios que quedan al interior de las fronteras son espacios de seguridad, de lo conocido, de lo “propio”; en tanto que los espacios que quedan fuera de las fronteras representan la otredad, la transgresión, lo desconocido, el contrabandeo de la identidad, la traición.

Desde allí se justifican desconfianzas, sospechas, individualismo feroz, persecución de los diferentes, controles policíacos; desde allí también se justifican falta de comunicación, desconfianza, incapacidad de apoyo mutuo.

En México todos los trabajadores han quedado finalmente “al sur”, porque ya no pueden ser entendidos como seres humanos, sino únicamente como “recursos humanos”, como fuerza de trabajo sin voluntad, como sucedáneos de las máquinas (que hacen todas las actividades y sólo las actividades que se les ordena), sin vida propia. No son dueños de su propia existencia.

La educación que se ofrece en el sur es –fundamentalmente– operativa, para obtener mano de obra eficiente, abundante y barata. Al norte le interesa que el sur no sea científico, que no se baste a sí mismo, que permanezca subordinado y dependiente de una ciencia comprometida con el capitalismo que se genera en el norte. Parecería vocación del sur mantenerse sólo como escenario donde se despliegan la ciencia, el ingenio, el dominio, la fuerza y la valentía del norte.

Por eso se escamotean las fuentes de trabajo autosustentables, los sueldos debidamente remunerativos, las universidades que no son meramente profesionalizantes y la producción científica en el sur.

Precisamente por eso, es necesario que los trabajadores hagan conciencia de su situación, se organicen sindicalmente, exijan sus derechos y decidan su vida. Los patrones quieren tenerlos sometidos en la ignorancia, subyugados con bajos salarios, carentes de vida digna, incapaces de construir un mundo a la altura de sus necesidades e intereses. Juzgan que es mejor que el trabajo siga organizado como hasta ahora, porque favorece el enriquecimiento de unos pocos, a cambio de que se explote la naturaleza y al ser humano.

* * * * *

¿Le ha servido al sindicato Paz y trabajo este tiempo de huelga? ¿Ha podido organizarse mejor para resistir la apatía patronal? ¿Ha podido promover conciencia de sus derechos entre el resto de los trabajadores y, aun, de la población queretana?

¿Los trabajadores tienen tiempo, todavía, de organizarse y emprender acciones de rescate de la dignidad humana, de construir ciencia en beneficio de la comunidad y de generar un país que permita a todos vivir bien y felices? ¿Pueden los trabajadores organizar su vida, no como los patrones quieren que la organicen, sino siguiendo sus propios conocimientos, tradiciones e intereses?

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