¡Aquí huele a azufre!
Para estacar: Latinoamérica parecía que resplandecía y el proyecto democrático que se había emprendido desde aquella tarde en Mar de Plata en la que Néstor Kirchner había denunciado a la década neoliberal y a las políticas del Consenso de Washington -que profundizaron las desigualdades de la región- hicieron que Bush declarara su asombro ante la falta de apoyo al ALCA (una especie de expansión americana del TLC).
Por: Rafael Vázquez Díaz
Empezaron a caer como fichas de dominó; las primeras luces rojas se encendieron en Venezuela debido al estrecho margen con el que Nicolás Maduro ganó las elecciones en abril del 2013; el país estaba dividido tras la muerte de Chávez y la crisis política se veía reflejada en los 200,000 votos que separaban a Maduro de su competidor más cercano, Henrique Capriles.
No obstante, el proyecto progresista sudamericano se veía sano; Pepe Mujica en Uruguay se encontraba laureado por todo el mundo debido a su vida austera y a su modo honesto de hacer política, Evo Morales, presidente de Bolivia, había sido abrazado por la comunidad internacional (particularmente la UNASUR) por la retención ilegal en Austria de su avión presidencial y las filas se cerraban en torno a su persona. En Argentina no era diferente la historia, Cristina Kirchner había ganado un juicio en Nueva York contra los “fondos buitre” , permitiéndole al país volver a los mercados financieros. Rafael Correa en Ecuador había ganado por tercera ocasión las elecciones presidenciales (con un impresionante 57% de los votos, por lo cual no hubo necesidad de una segunda vuelta) y en Chile Michelle Bachelet ganaba las elecciones con un porcentaje del 62%. En Brasil la historia no era distinta y tras alcanzar el mínimo histórico de la tasa de desempleo (5.5% para finales del 2012), y aumentar significativamente el salario mínimo (de R510 a R678 para finales del 2013), Dilma Rousseff gobernaba con relativa calma.
Latinoamérica parecía que resplandecía y el proyecto democrático que se había emprendido desde aquella tarde en Mar de Plata en la que Néstor Kirchner había denunciado a la década neoliberal y a las políticas del Consenso de Washington -que profundizaron las desigualdades de la región- hicieron que Bush declarara su asombro ante la falta de apoyo al ALCA (una especie de expansión americana del TLC).
No obstante, no se consideraron un par de elementos que debieron aparecer en el mapa; la destitución ilegal de Manuel Celaya en Honduras en 2009 y el Golpe de Estado del constituyente contra Fernando Lugo en Paraguay en 2012, fueron muestra de la cola del monstruo que se asomaba desde las entrañas de los países americanos.
Hoy, a tan sólo 3 años de aquellas aguas tranquilas por las que navegaban las presidencias americanas, equipos, partidos y presidentes se han visto rebasados por la tempestad política en la que se encuentra la región; los proyectos de “izquierda” que habían conquistado espacios en todos los países americanos no contaron con el apoyo de un gran sector de la población, que a través de las urnas o la silenciosa complicidad apoyó de facto a los nuevos actores políticos que llegaron a puestos decisivos y que rompieron totalmente con la lógica del “Socialismo del Siglo XXI”. Argentina sorprendió al mundo con un cambio de régimen político; con la llegada de Mauricio Macri regresó el neoliberalismo cruento a la administración pública, Dilma Rousseff en Brasil se encuentra bajo un proceso en la que el legislativo le puede despojar del cargo que ostenta, Keiko Fujimori –hija del dictador genocida Alberto Fujimori- lidera las encuestas rumbo a la elección presidencial en Perú, Evo Morales padece una crisis de legitimidad al descubrirle nexos con una expareja Gabriela Zapata, contratista del gobierno y actualmente detenida por enriquecimiento ilícito y Ecuador pasa por una grave crisis por el terremoto que devastó varias ciudades, y si bien no es político su trastabillo, los destrozos causados por el terremoto ascienden a cifras millonarias y sin duda golpean a la clase más baja.
¿Fracasaron? ¿Traicionaron sus ideales? ¿Se vieron inmersos en la corrupción? ¿Fueron siempre un espejismo? ¿Eran –y son parte- de un mismo sistema económico que fue inyectado con sangre nueva para mantener la explotación de la población? Estas son preguntas que inevitablemente se tienen que hacer los periodistas, académicos y ciudadanos que nos vemos rebasados por épocas de vorágine política.
Evidentemente la mejor respuesta será la que nos llene más según nuestra propia información e ideología, no obstante, me parece un tanto apresurado –y pesimista- considerar la alternancia de poder como un fracaso, de hecho pienso todo lo contrario.
Celebro que las Constituciones Sudamericanas cuenten con procesos legislativos que puedan ser contrapesos al ejecutivo –si bien no han sido utilizadas de la mejor forma- dichos avances legales equilibran los poderes y le aseguran a la federación una mayor competencia. Me parece positivo que a través de las urnas haya cambios, más allá de que no me convenzan las políticas económicas de la derecha americana, la transición pacífica del poder –sin importar la ideología- es de vital importancia si consideramos que tan sólo en el siglo XX y lo que va del XXI han habido más de cien golpes de Estado.
El progresismo no supo construir bases horizontales que se apropiaran, en lo micro, de la organización y el poder popular tan mentado en discursos en las élites. No sólo eso; faltó establecer más liderazgos que pudieran comprender un proyecto de nación integral y fueran dignos representantes en cada región de la reivindicación histórica y política de la que se hablaba en el MERCOSUR y la UNASUR.
Empero, se lograron crear mecanismos electorales confiables, se ha conseguido que las élites puedan ser juzgadas ante actos de corrupción y la oposición política al oficialismo pudo establecer agenda sin persecuciones políticas (con sus lamentables excepciones) o con una saña institucional que llegase a la tortura o a la desaparición forzada. Todos estos mecanismos e instituciones ya los quisiera tener México.
Recuerdo a Saramago: “La derrota tiene algo positivo, nunca es definitiva. En cambio la victoria tiene algo negativo, jamás es definitiva”.