Opinión

Aristegui

Por: Daniel Muñoz Vega

El conflicto —político, laboral, empresarial, según se quiera ver— en el que se encuentra Carmen Aristegui con la empresa MVS Radio, nos obliga a pensar nuevas formas para ejercer el periodismo. No hay mucho que analizar en torno a esto, la única plataforma por la cual se podrían iniciar nuevos proyectos de periodismo independiente es Internet.

La relación de “amor” entre los medios tradicionales y el poder, se explica a través de la lógica del capitalismo; ese es el gran dilema de la libertad de expresión, pero no es el único. Encuentro un problema más complejo de lado de los consumidores de contenidos. ¿Qué es lo que queremos escuchar y qué tanto estamos dispuestos a romper nuestros esquemas para acercarnos a una realidad más argumentada? Si el diminuto círculo rojo, con acceso a plataformas digitales, sigue sujeto a los medios tradicionales que generan información, el problema es de quien la escucha, no de quien la genera.

El actual modelo económico le ha puesto precio a todo, hasta a la información. La libre empresa, ente fundamental del capitalismo, y vista encarnada en las empresas de comunicación, vende lo que se dice como lo que no se dice; es más, lo que se calla tiene un precio mayor por la capacidad automática de generar el caos y la desestabilización dentro de los gobiernos.

El despido de Carmen Aristegui tiene muchos frentes por donde ser analizado. No somos capaces de dimensionar el impacto que tuvo la investigación de la Casa Blanca de Angélica Rivera, esposa del presidente; internacionalmente exhibió al gobierno mexicano en su corrupta naturaleza, de igual forma, exhibió a México como un país carente de instituciones sólidas, donde las funciones de contraloría quedaron reducidas a un parapeto para proteger a los gobernantes. La investigación de la Casa Blanca echó abajo el proyecto del tren México – Querétaro, donde los licitantes, eran los protagonistas del escándalo suscitado por el conflicto de intereses. A un minúsculo grupo se les cayó un negocio millonario cuando se canceló la licitación; Aristegui, obviamente incomodaba.

Otro frente de análisis, es el papel de la empresa MVS y sus intereses económicos. Las telecomunicaciones son un pastel donde los capitales más fuertes quieren intervenir. Desde la administración calderonista, los órganos reguladores acotaron a MVS para fortalecerse; una multa de 43 millones de pesos le fue impuesta a Dish por una concentración no notificada con Telmex. En 2014 se le negó modificar a MVS su título de concesión para que pudiera ofrecer televisión abierta. MVS logró conservar 60 Megahertz del espectro radiofónico de la banda de 2.5 Gigahertz después de llegar a un acuerdo con la Secretaría de Comunicaciones y Transportes, pero no se le permiten ser utilizados debido a cinco amparos interpuestos por Televisa y Iusacell.

A partir de lo anterior, la empresa cedió ante los embates del gobierno y la cabeza de Aristegui pudo haber estado en la negociación. La periodista más incómoda del régimen estaba en el lugar equivocado. Como escribió Raymundo Riva Palacio en su columna del ‘El financiero’, Joaquín Vargas es defensor de la libre empresa, no de la libre prensa, sus intereses estarán primero.

Un tercer frente es la forma como el gobierno enfrenta las crisis. Un gobierno que tiene argumentos sólidos en la manera como ejerce el poder, tendría que ver con buenos ojos un frente de crítica que generara una sinergia para fortalecer la democracia. Pero cuando el gobierno  carece de esos argumentos ante escandalosos casos de corrupción, sólo le quede callar las voces incómodas. Lo lamentable en este caso, es que se está silenciando a una voz con poder y credibilidad generada a través del trabajo de investigación.

El cuarto frente y último, es la manera cómo se pudiera ejercer el periodismo sin depender del espectro de las empresas de siempre.Hay que analizar que Aristegui como marca, generaba mucha publicidad en su espacio. Aristegui, si quisiera seguir ejerciendo su estilo periodístico de manera libre, tendría que iniciar un proyecto independiente, como en 1976 lo inicio Julio Scherer García con Proceso, y el espacio donde pudiera iniciarlo es Internet. Quizá habría que sacrificar, al principio, ingresos publicitarios; la marca está posicionada, el escándalo actual tendría que capitalizarlo y dar el paso a una nueva empresa de comunicación comandada por ella. Gran parte de su trabajo periodístico realizado en MVS se difundía a través de la red. La plataforma existe y si Julio Scherer García lo pudo lograr en una época donde el hostigamiento del gobierno era mayor, sería ridículo pensar que Aristegui, con la inercia, el poder y la credibilidad que tiene, no pudiera emprender un proyecto similar. El análisis que hacen varios, donde dicen que MVS pierde, es acertado. Si para MVS la figura de Aristegui le era incómoda, más incomodo resultaría para ella sufrir los embates de una empresa que busca posicionarse como medio a través del cumplimiento de los caprichos del gobierno.

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