1997, la alternancia democrática en Querétaro

La alternancia que se dio en el año 2000 cuando Vicente Fox ganó la presidencia, no hubiera sido posible sin la erosión paulatina del sistema político. Vamos a pensar que la sucesión presidencial de aquel año, donde el PRI pierde la elección por primera vez, fue un cambio llevado por “la buena”, es decir, sin violencia, que se da cuando el sistema político mexicano —representado durante 70 años por el PRI— entendió que había agotado todas sus formas para mantener la estabilidad.
La erosión que había vivido el sistema tuvo su primera manifestación tres años antes del histórico 2000, cuando el PRI pierde por primera vez la mayoría en el Congreso de la Unión y la oposición comienza a jugar con reglas más equitativas para obtener espacios de poder.
En la 1997, no solo fue el hecho de que el PRI perdiera espacios importantes, sino también hay que destacar el cambio de mentalidad en la sociedad mexicana, que desde 1988 empezaba a dar muestras de hartazgo en las urnas.
En Querétaro también se vivió un momento histórico importante en el año del 97. El PRI perdió por primera vez la gubernatura del estado y era un mensaje claro de lo que vendría en el año 2000: de que eran otros tiempos, donde había mayor pluralidad política y elecciones limpias. Claro, pensar el cambio a nivel Querétaro, donde el PRI controlaba todo los espacios y donde el status quo se sentía bien representado, parecía difícil que se diera la alternancia, sobre todo cuando el candidato del partido oficial fue Fernando Ortiz Arana, un viejo hombre del sistema político, mientras que el PAN tuvo como candidato a Ignacio Loyola, un empresario que era desconocido y, de hecho, ajeno a la política, que muchos veían casi imposible que ganara la elección.
Los resultados de aquella elección, que se llevó a cabo el 6 de julio de 1997, fueron sorpresivos para todos. Con todo a favor: recursos económicos, medios de comunicación, con el aparato del estado a su servicio, con eso y más, Fernando Ortiz Arana perdió la elección contra el PAN y su candidato Ignacio Loyola Vera. La diferencia fue de veinticuatro mil votos, lo que representaba una victoria histórica y contundente: David le había ganado a Goliat.
1997 fue trascendental porque los resultados se tradujeron en un cambio de mentalidad en la sociedad. El país atravesaba una crisis económica terrible y la putrefacción del sistema era evidente después de los asesinatos políticos de 1994, mismo año del conflicto armado en Chiapas, pero más allá de ese contexto, Querétaro había sido un histórico bastión priista donde era inimaginable la derrota del partido.
En 1994 Fernando Ortiz Arana, con mucho reflector mediático, ya que era Presidente Nacional del PRI, quiso ser el candidato presidencial sustituto después que asesinaron a Luis Donaldo Colosio. En el libro La herencia de Jorge G. Castañeda se transcribe una entrevista que el escritor le hace a Miguel de la Madrid, en ella, el expresidente menciona que días después del asesinato de Colosio desayunó con Salinas para hablar sobre quién veía como candidato sustituto, de la Madrid mencionó a Fernando Ortiz Arana, Fernando Gutiérrez Barrios, Ernesto Zedillo y Francisco Rojas. Días después el propio Salinas, teniendo ya en mente elegir a Zedillo como el candidato sustituto, le exigió a Fernando que saliera a la prensa para declinar sus aspiraciones.
Regreso a la elección de Querétaro de 1997. Poner en la boleta electoral para gobernador a Fernando Ortiz Arana, hombre fiel al sistema político, representaba, por lo menos en el imaginario de ciertos sectores de la sociedad queretana, que sería el próximo gobernador, cosa que no sucedió por la voluntad popular manifestada en las urnas.
Aquella elección estuvo marcada por un momento de tensión al interior del PRI, uno que aspiraba a la candidatura del partido, fue el hermano mayor de Fernando, José Ortiz Arana, que, al no ser el elegido por las altas esferas como abanderado del PRI, comienza a peregrinar en diferentes partidos hasta conseguir ser el candidato por el Partido Cardenista, con el único objetivo de impedir que su hermano Fernando, ganara la elección. Un pleito de dimensiones mayores al interior de una familia política queretana.
Todo fue sumando a la derrota de Fernando, derrota sorpresiva para muchos. En aquella elección hubo demasiada participación social y mucha civilidad, que arrojó resultados que tuvieron que ser respetados por el PRI y que marcaron el nacimiento de una nueva elite política, pero ahora del lado de Acción Nacional, misma que ha gobernado a Querétaro 18 de los últimos 24, llevando prácticamente al PRI a su desaparición del escenario político del estado.