Articulistas

Amor Cristalizado

Marie José y Octavio, ella murió de 86 años y él de 84.

Tiempo cumplido, amor cristalizado.

Obra abierta y tiempo cerrado.

Tiempo enfebrecido por los duros tiempos y los lectores feroces.

-Somos el teatro del abrazo de los opuestos.

-La poesía nos revela otro mundo dentro de este mundo, el mundo otro que es este mundo.

-Tal vez amar es aprender a caminar por este mundo.

-Yo hablo porque tú meces los follajes.

-Un latido del tiempo, vivacidad pura.

Marie Jo y Octavio se conocieron, amaron y se casaron en la India, bajo un árbol nim: “Más hojoso y brillante / el nim es como el fresno / es un árbol brillante”.

-¿Qué importancia tuvo la India para Octavio?

-En la India encontré a mi mujer, Marie Jo; después de nacer, es lo más importante que me ha ocurrido.

Octavio y Marie Jo vivieron y recorrieron el camino de Galta hasta el fin (sin preguntarse qué quiere decir ir hasta el fin), hicieron florecer el árbol adentro con muchos pájaros, y encendieron la llama doble que es triple: vida, amor y muerte.

Cada pareja es Adán y Eva: con ellos comienza el mundo, con ellos acaba, pero antes hay que atravesar el infierno.

¿Quién fue Marie José Tramini, oriunda de Nepal y educada en Francia? No lo sé. La conocí en casa de Octavio y unas cuantas veces me regaló sus ojos de miel, su voz aguda y exótica y su sonrisa francesa, y un día de lluvia me dio un jorongo que el rector de la UNAM (Carpizo) le había dado a Octavio. (El jorongo UNAM acabó con mi amigo Juanelo, de Cihua)

Marie Jo y Octavio:

-La luz descalza sobre el mar y la tierra dormidos.

-Ya no aspiran a decir más sino a ser lo que son.

Tiempo puro, amor cristalizado.

Lectores enfebrecidos.

-¿Morir, / será caer o subir, / una sensación o una cesación?

-No la vida eterna sino la eterna vivacidad.

Amén.

Q, viernes 27-VII-2018.

Herminio Zárate / Julio de 1968

Esa noche ya estaba acostado cuando oí llegar a mis hermanos mayores, José y Francisco, que cuchicheaban. “No hay que decirle nada a mi mamá”. Algo grave había pasado. Era a fines de julio de 1968. Seguro no se trataba de la bronca estudiantil y la represión policiaca que había sucedido. Herminio había muerto. Esposo de mi hermana María, dejando seis hijos pequeños, de seis a doce años, en escalerita: Juanita, Pancho, Vico, Paty, Gela y Toño.

La memoria es nítida en algunos puntos y borrosa en otros; porosa: un hecho ocupa toda la escena y tapa los huecos olvidados.

No recuerdo luego nada más. Sólo sé que sucedió lo peor.

Nosotros vivíamos en Paris 25, Colonia del Carmen, y mi hermana María en Aurora 43, Santa Catarina. Muy cerca del centro de Coyoacán, donde pasé mi infancia y adolescencia: Xicoténcatl, el mercado, el campo Fragata, los Sevilla, el río de Churubusco todavía rio, los Viveros, el Colegio Coyoacán, la iglesia de San Juan Bautista, los cines Esperanza y Centenario, la alberca Aurora, la Secundaria 53, la Prepa 6.

Luego supe que esa noche fue el martes 30 de julio de 1968. Un sobrino me lo acaba de confirmar. Recuerdo mi insomnio en la cama, pensando en Herminio. La buena memoria es crítica y mágica, selectiva.

Herminio Zárate era abonero, vendía ropa en abonos en las colonias populares del Pedregal, el Ajusco, La Candelaria, Santo Domingo.

Se robó a mi hermana y al principio no era bien visto en casa y luego fue muy querido. Pero mis hermanos fueron muy crueles con mi hermana María; no se interesaron en su drama con seis hijos pequeños. Gracias a Camilo, su segundo esposo, un chofer de las peseras que iban a CU, la nueva familia salió adelante y los seis sobrinos llegaron a profesionistas. Yo quise mucho a Camilo. Ya no vio el triunfo de Obrador. Mi madre murió en enero de 1969 y ya poco pudo hacer por María.

Herminio era un buen hombre. Le gustaba el futbol y el box. No sé hasta qué año estudió, pero leía lo que encontraba, sobre todo periódicos y revistas populares de la época, y tenía una inteligencia natural, aguda, irónica, burlona, buen alma sin dejar de ser mexicano pero no vaquetón.

Era gordito, chaparrito, chino, de ojos vivarachos y carcajadas ruidosas y limpias. Jugaba de extremo izquierdo en el equipo de los hieleros de Hidalgo, en donde también jugaban mi hermano Francisco y mi primo José Ángel, los sábados, después del mercado, y yo los iba a ver jugar. Minio era veloz y pícaro. Llegaba del cobro, con sus tarjetas de cobro, me las daba a guardar y se vestía. Era rápido y sabía driblar y centrar de izquierda. No sé si era zurdo. Lo recuerdo en los campos Sevilla.

Igual lo recuerdo cuando vivían en Xicoténcatl, cerca de División del Norte, con mi hermana María y mis sobrinos, y mi madre y yo los íbamos a visitar. Estamos viendo la derrota del Pajarito Moreno y luego la derrota del Alacrán Torres frente a Chartchai Chionoi, en la tele. Y en la radio estamos oyendo un juego de fin de campeonato entre el Oro y el Guadalajara que ganó el Oro 1-0 a pesar del remate de cabeza del Tubo Gómez, portero chiva, en el último minuto que el Piolín Mota desvió o atajó o no sé. El Oro fue campeón y le rompió la racha al campeonísimo Guadalajara. Herminio le iba al Oro de Neco y Amaury y yo al Guadalajara de Héctor Hernández y Chava Reyes.

Luego lo recuerdo en algunas fiestas de París 25, la casa familiar, todas las familias y la bola de sobrinos, el primer auto de mi hermano José que luego se lo vendió a Herminio, y estamos yendo en bola a Ixtapan de la Sal un 12 de diciembre, el único día que mis hermanos cerraban la cremería en el mercado para llevar a pasear a mi madre Guadalupe.

Dicen que el día que murió, venía del cobro, todo acalorado, y se comió un raspado y eso fue lo que lo mató. Un infarto. ¿36 años? Vico, su hijo, creo que murió a la misma edad. Pancho es quien más se le parece en lo físico y en su carácter. Juanita fue quien más lo sufrió.

La historia de los Zárate de Oaxaca y los Figueroa de Jalisco en Coyoacán se cruza en varias partes del camino y sigue adelante. La inteligencia de los Zárate y la lumbre de los Figueroa.

Luego siguió el movimiento estudiantil mexicano del 68, que para mí empezó la noche en que murió Herminio.

Creo que alguna vez me dijo:

-Estudia y no dejes la escuela y tampoco te apartes de la vida.

(Herminio Zárate Miguel, 25 de abril 1932 – 30 de julio 1968).

No sé qué recuerden de él sus hijos y sus hermanos. Yo sostengo su nobleza pura y punzante porque era afiebrada y limpia, en un medio que sabía manchado. Su burla franca y su mirada recta.

-Herminio, irreverente y sarcástico pero no vaquetón,

y al mismo tiempo formal y de palabra.

-¿Qué miran los ojos de un muerto?

¿Miran la vida o la muerte?

¿Nos miran mirarlos?

¿Hablan los muertos?

-Hablan y viven si vivimos y conversamos con ellos.

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