Calentamiento global, violencia y regeneración
No importa si asfixian la tierra con enormes planchas de cemento, ni si esas planchas reflejan los rayos del sol, ni si sus muchos locales consumen enormes cantidades de agua.
Rebeca Morelle, periodista de la BBC reporta un estudio de la Universidad de Berkeley (en la revista ‘Science’) que encuentra una clara correlación entre los cambios en el clima y el aumento de la violencia en todo el mundo. Algunos llaman “polémico” tal estudio, por sus tantos intereses creados, pues no aceptan asumir su responsabilidad.
Sabemos que los EEUU, uno de los países más contaminantes del planeta, cree estar por encima de los acuerdos internacionales para disminuir el problema. No firmó el Protocolo de Kioto y pretende abandonar el Acuerdo de París sobre el cambio climático, so pretexto de que “se perderían millones de dólares y de empleos”.
No hay que ir tan lejos. La emergencia ambiental en la CDMX es consecuencia más que anunciada del régimen capitalista, pero a los grandes desarrolladores no les interesa. El valor que los guía sólo es obtener mayores ganancias, con el menor costo posible (para eso están los esclavos, y ya le aclararon a AMLO: “No somos damas de la caridad”).
No hay que ir a la CDMX. Resulta inconcebible ver en Querétaro a gobiernos talando árboles, y permitiendo la metástasis de grandes edificios y plazas comerciales. “Es que el derecho privado de los dueños y su libertad de comercio” es superior al bienestar de la comunidad y al cuidado ecológico.
No importa si asfixian la tierra con enormes planchas de cemento, ni si esas planchas reflejan los rayos del sol, ni si sus muchos locales consumen enormes cantidades de agua, tampoco que cuando haya lluvias se inunde la zona, porque la tierra no tiene cómo absorber.
Dramático ejemplo es esa nueva plaza, colocada en la zona más conflictiva de Carrillo, frente al mercado Santa Mónica y al lado del IMSS.
El Ayuntamiento actual no se hace responsable (“decidieron administraciones anteriores”), ni se asume como autoridad para exigir al menos que se coloquen grandes árboles en el estacionamiento. No importaron los reglamentos de ecología, ni las advertencias sobre el desastre climático. Al fin y al cabo, quienes toman las decisiones viven en hermosos ‘closters’, rodeados de árboles, de lagos, o de albercas.
Ni siquiera requerimos acudir a la ciencia para comprender que el calentamiento global se relaciona con la violencia. Obsérvese usted a sí mismo, estimado lector. ¿No se siente mucho más irritable con el tremendo calor que hoy padecemos?
Italo Calvino, escritor cubano-italiano, en su libro Ciudades invisibles, señaló: “El infierno de los vivos no es algo que será. Es aquél que existe ya aquí, el infierno que habitamos todos los días, que formamos estando juntos. Dos maneras hay de no sufrirlo: La primera es fácil para muchos: aceptar el infierno y volverse parte de él, hasta el punto de no verlo más. La segunda es peligrosa y exige atención y aprendizaje continuos: buscar y saber reconocer quién y qué, en medio del infierno, no es infierno, y hacerlo durar, y darle espacio”
La buena noticia es que además de los voraces desarrolladores y gobiernos irresponsables, contamos con varios grupos de ecologistas que trabajan incansablemente por aminorar el problema. Por eso: gracias a Pamela Siurob, a América Vizcaíno, al grupo “En defensa de la ciudad”, a Reforesta UAQ, a Omar Chávez, a Joel Rayas, a la Casa de Vinculación Social y a todos los demás, por su importante trabajo.