Denisse. Una mirada a la exclusión y a la discriminación

“Denisse” es el sobrenombre que seleccionó, quien nació como un niño, en la década de los sesentas en el Norte de la Ciudad de México, en una vecindad del la Delegación Gustavo A. Madero. A escondidas jugaba, eventualmente con muñecas y a las “comiditas”. Al cursar tercero de primaria, a eso de los 9 años, sus modos amanerados, su forma de correr y de hablar, revelaban que había nacido en un cuerpo equivocado. Su maestro Pedro se encargó de hacer público, con todo el poder, autoritarismo y homofobia, su rechazo a quien era diferente. Cuando pasaba lista del grupo no decía el nombre de Ulises, sino que le decía directamente: “Tú eres Mijotito” y todo el grupo se reía a carcajadas, mientras Ulises sentía mucha pena y ganas de llorar. No entendía tanta agresividad hacia su persona. En esta edad Ulises sufrió su primer abuso sexual por parte de un amigo de sus hermanos. Para él significó sentir algo malo y sucio.
En la casa, su madre, “doña Melita” ya se percataba de que algo ocurría con Ulises y secretamente se convirtió en su cómplice. Paralelamente, cuando se preparaba para hacer su primera comunión, el padre Venancio de la Iglesia de San Martín, mientras confesaba a Ulises y le hacía preguntas sobre sus pecados infantiles, le empezó a acariciar las piernas el pantalón corto hasta llegar a sus partes íntimas, diciéndole que de esa manera se iba a limpiar su conciencia. Ulises solamente le comentó a su madrina, quien siendo tan católica, no le creyó y le dijo que “era malo decir mentiras sobre los sacerdotes que eran hombres de Dios”. Ulises hizo su primera comunión, pero después de esta experiencia con ese hombre adulto mayor, protegido por una sotana negra, se quedó solamente con la fe en la Virgen de Guadalupe.
Ulises llegó a la prepa, pero la abandonó por las expresiones de rechazo de sus compañeros y compañeras, después de ello, tomó la determinación de irse a vivir muy lejos de lo que era la ideología dominante y de la doble moral. Nada que ver con lo que es actualmente el techo legal que han impulsado las organizaciones feministas, los movimientos LGBTTQ, en relación a las preferencias sexuales, la igualdad, equidad y el derecho a decidir sobre su propio cuerpo.
En los años de la juventud, se incorporó al mundo de las drogas, de los “padrotes” que lo regenteaban en tugurios de Tijuana, San Diego y Los Ángeles. Bailaba y tenía clientes que pagaban por estar con ella, que para ese momento ya había adoptado el pseudónimo de “Denisse”, pues había tomado la determinación de tomar hormonas para el crecimiento de sus senos. En los bajos mundos llegó a tener conflictos, que un día la llevaron a pisar la cárcel, “El Pueblito” de Tijuana, pero una religiosa, la “madre Antonia” la apoyó económica, moral y legalmente para salir de ese inframundo, donde sufrió golpizas, violaciones y toda clase de vejaciones. Denisse tocó fondo en la vida loca de las drogas y se encontró, en una cita con quien se convirtió en su pareja sentimental, y este la ayudó a ingresar a un lugar religioso especial para su recuperación. Denisse tuvo recaídas, pero la mano amorosa de “Neto” siempre estuvo ahí para apoyarla y favorecer su reinserción social, cuestión que logró en una maquila de la frontera, donde una empresa asiática la incorporó al trabajo y después de muchos años de laborar asalariadamente, ahora Denisse está tramitando su jubilación y producto de su trabajo, paga una casa del Infonavit. La voluntad férrea de Denisse para vivir cada día y evocar las experiencias de su pasado de explotación sexual, discriminación y segregación social, le permiten sobrevivir a las adversidades y valorarse con dignidad y orgullo.