Encrucijada entre barbarie o construcción de un futuro humano
No cabe duda. La sociedad actual se encuentra en medio de una crisis que, de acuerdo con muchos sociólogos, se parece en mucho a las crisis que permanentemente ocupan a la existencia humana.
La humanidad dio un giro total en su historia social e individual a partir de que supo cómo fijar por escrito su palabra (en piedra, papiro, cuero y otros materiales que lo permitieron). Con el escrito trascendió el nivel inmediato de la audición, y el recuerdo se fijó por fuera de las capacidades fisiológicas de la memoria.
Que ahora se puedan escribir las palabras ha tenido consecuencias en varias direcciones, hasta lo impensable. Por ejemplo, poder registrar acontecimientos, compararlos y preverlos es dar lugar a la Historia y a las Ciencias. Lograr una comunicación (intergeneracional e intercultural) trasciende límites espaciales y temporales. Con la Literatura, la Narrativa y el cuidado estético del Lenguaje los alcances humanos son insospechados. Si antes se hubiese podido afirmar que el mundo humano era lingüístico, por la aparición de la lectoescritura quizá se hizo posible la idea de que el lenguaje es el verdadero habitat del ser humano. Es posible que, aun así, siga siendo posible que el meollo del ser humano sea el lenguaje oral (de alguna manera ya lo había prefigurado, en 1994, la investigadora María Teresa López de la Vieja, en su libro Figuras del Logos).
Lo importante para estas notas, sin embargo, es hacer ver que algo sucede en la sociedad actual que la lleva a “voltear hacia otro lado”. Así lo permite ver aquel libro –Escuela o barbarie que publicaron en 2017 Fernández Liria, García Fernández y Galindo Ferrández, en la editorial AKAL- mediante referencias y anécdotas permite reconocer el espíritu que domina a la juventud de hoy. Algunos de sus elementos son:
1. Un individualismo irreversible, que conduce a los muchachos a reconocerse sólo de manera aislada; ese ánimo que antes impulsaba a los jóvenes les llegaba porque se sabían reconocidos y acompañados por muchos otros; nunca caminaban solos.
2. Tal solidaridad generaba un proyecto social en el que la comunidad iba a la búsqueda, contrastante con la inexistencia de una visión social y la soledad en que hoy cada quien se mueve hasta quedar, finalmente, en la indefensión radical.
3. La configuración de una sociedad futura era consecuencia, al menos en parte, de los esfuerzos que los seres humanos desplegaban; había, pues, voluntad y esfuerzo; ahora se padece de un desencanto en el que la decisión humana no tiene ningún espacio.
4. El ser humano estaba provisto –o en vías de proveerse– de conocimientos y vínculos con una naturaleza que le era propicia para construir una realidad a la altura, aunque fuese mediana, de los planes del conglomerado humano; hoy, parece que la clave es irse ajustando a las demandas que provienen de un ámbito que es “exterior” a cada individuo, pero que está allí, por encima de todos y determinándolos, a la manera en que el tótem de que hablaba Freud dictaba su voluntad última.
No cabe duda. La sociedad actual se encuentra en medio de una crisis que, de acuerdo con muchos sociólogos, se parece en mucho a las crisis que permanentemente ocupan a la existencia humana. Sin embargo, la de ahora tiene una característica específica: es la crisis de la gran bestia, la capitalista, que se agita en sus estertores de muerte para no perecer, pero cuya agitación va destrozando cada uno de los recursos que había estado construyendo la humanidad hasta hoy.
Parecería, pues, que es indispensable contribuir a la muerte rápida del sistema socioeconómico en que está envuelto el mundo de hoy, tratando de salvaguardar las posibilidades de sobrevivencia del género humano, o bien, resignarse a la inevitabilidad de una inminente desaparición del género humano.
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