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Esperar sin esperanza

Para muchos otros, lo que está sucediendo con los migrantes es el drama eterno de los pobres: en la medida en que son útiles como recurso para enriquecer a quienes los contratan.

La primera plana de La Jornada ensombrecía el rostro de la gente que, el lluvioso martes 25 de junio, revisaba sus páginas o caminaba frente el puesto de periódicos y veía de reojo la foto que publicaba Julia Le Duc.

Parcialmente cubierto por el agua del río Bravo, yacía el cadáver de un hombre joven, y adherido a su espalda también se encontraba el cadáver de su hijita de casi dos años.

Los comentarios que, en páginas interiores, acompañan la información son más dramáticos todavía que la imagen del inicio. La esposa del hombre ahogado declaraba que, desde más de dos meses atrás, muchos inmigrantes –ellos incluidos– vivían en hacinamiento, con poca comida y agua, bajo el techo de tela o lona del campamento improvisado en Matamoros y las temperaturas (que con frecuencia rebasan los 45 grados), en espera de una entrevista para solicitar asilo político en los EEUU (por ahora, ya cuentan con visa humanitaria de parte del gobierno mexicano, pero esperan ansiosos la oportunidad de pasar al otro lado). La corresponsal señala que, a falta de respuesta a su demanda y movidos por la impaciencia, la pareja y sus hijos se prepararon para pasar “de espaldas mojadas” a reclamar atención.

Como los demás que están en su misma situación, Tania y Alberto ya se habían dado cuenta de que miles de inmigrantes solicitan diariamente audiencia de parte del gobierno de los EEUU, pero éste la concede a cuentagotas: tres peticionarios por semana… Pero, puesto que “vienen desde muy lejos” (Centroamérica, el Caribe y, algunos, del Mediterráneo, en el norte de África) suponen que podrán “mover el corazón de los gringos”, para que los dejen entrar y rehacer su vida.

Los inmigrantes tienen que echar mano de lo indecible, a fin de mantener un hálito de esperanza para no decaer, aunque casi siempre el resultado nulo de sus esfuerzos está presagiado de antemano. Sus buenos logros son cada vez más improbables. Según notas de La Jornada (págs. 3-4 del 25 de junio de 2019), así lo ve mucha gente involucrada en procesos económicos, políticos y de salud de los itinerantes del mundo, y en la organización de fuerzas sociales dentro y fuera de México:

Ricardo Monreal (coordinador de los senadores de Morena) dice que seguirá habiendo gente que muere en su intento por cruzar la frontera.

Damián Zepeda (senador panista) declara que México parece hoy una instancia que persigue migrantes.

Héctor Yunes (vocero del PRI y miembro de la comisión de asuntos migratorios) repudia el populismo del actual gobierno, pues con sus promesas propicia esta caravana de migrantes.

Claudia Domínguez (PT) lamenta las tragedias que se están viendo con los migrantes, que se deben a la deshumanización de quienes, desde el otro lado, no hacen nada en favor de la gente que quiere ingresar a su territorio.

Mariana Gómez del Campo (secretaria de asuntos internacionales del PAN) puntualiza que no es ninguna opción que se militaricen las fronteras ni que México sea el muro de los EEUU.

A su vez, el secretario de la defensa nacional (general Luis Cresencio Sandoval) señaló que, a su juicio, no es ningún delito la migración sin documentos; esto es, dijo, tan sólo una falta administrativa.

Finalmente, varios “especialistas en temas migratorios” coinciden en su valoración de lo que está sucediendo con los emigrantes indocumentados: son una muestra de los “asesinados del sistema”. No cuentan con ninguna protección efectiva, por lo que se da por descontado que terminarán asesinados. Y las muertes que se están presenciando son resultado de la criminalización de los migrantes.

Para muchos otros testigos, lo que está sucediendo con estos migrantes es el drama eterno de los pobres: en la medida en que son útiles como recurso para producir y para enriquecer a quienes los contratan, serán aparentemente bien recibidos. Pero, en cuanto sobra mano de obra o se busca que ésta se abarate (al forzar que las clases bajas demanden empleo ansiosamente), los dueños del capital impondrán sus condiciones a los trabajadores.

No es necesario revisar la gran cantidad de estrategias de que se vale el poder para generar poblaciones urgidas a malbaratar su fuerza de trabajo, en sus propios lugares, o que se vean obligadas a emigrar para venderse al mejor postor. O bien les son saqueados sus bienes, sus tierras, sus recursos, su vida, o bien son expulsados de sus ámbitos mediante la violencia, que equivale a extraerles la vida.

 

gguajardoglez@hotmail.com

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