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Horas de junio

Las horas de junio avanzan inexorablemente hacia su fin. Las horas de Maximiliano, las de Obrador, las de López Velarde, las de Monsiváis, las de Miramón y Mejía. El historiador no ha parado y ha hecho hasta lo imposible por cambiar la hora nacional, y, al menos podrá decir, hice todo lo que pude en la cúpula del poder y en el engranaje del sistema. Mi conciencia es el teatro de los opuestos, entre el Sí y el No, pero la flecha del imán apunta siempre hacia el norte. Hay que ganarles una y hacer que se traguen todas sus malditas palabras.

—Si el optimismo es irresponsable, el pesimismo es reaccionario.

No lo sé. Sé que hay que hacer las cosas lo mejor posible sabiendo que son inútiles. Que las cosas no cambian y sin embargo no son las mismas. Que el error somos nosotros. Los que no creen en el guión de la historia hoy creen que sigue la tormenta y el desastre, la zozobra, el minuto fatal y el “te lo dije”. Los renegados de la tierra, los perdidos del mundo, los derrotados de siempre, los rotos, los rebeldes e inconformes, los locos, los tontos, la sal de la vida, hoy empuñan un grano de solidaridad. Si las contradicciones son el motor de la vida y de la historia, ¿qué hacer con ellas? No lo sé: Verlas, vivirlas, sufrirlas.

—La vida se mueve del punto 1 al punto 3, y no es lo mismo un “No” ayer y un “Sí” mañana. Derrotados los otros, representantes del mal, sigue la lucha invisible y feroz con la legión de uno. ¿Cómo poner límites al yo en nombre de los otros? ¿Cómo no hacer el mal en nombre del bien? ¿Es posible no reproducir lo que condenamos? ¿Y los otros, los damnificados del sistema de privilegios? ¿Aceptarán democráticamente su derrota o boicotearán la democracia? ¿Jugarán a las buenas o a las malas? No somos el hombre nuevo ni ellos encarnan el mal absoluto. Los buenos y los malos de la película se intercambian los roles y las escenas. Los personajes de la novela no son lineales sino muy complejos. Todos vamos en el Titanic llamado México. Naturalmente hay clases sociales, lucha y fraternidad.

En la Edad Luz todo es veloz y efímero. ¿Quedará algo de este tiempo? Ruedan las horas de junio y nadie ni nada las puede detener. Es la hora de millones y millones de mexicanos, no sólo de un dios hombre sentado en el trono del poder. ¿Qué me toca hacer? Lo poco que está en mis manos hacer, hacerlo bien, cuidar a mi prójimo distante y próximo, semejante y distinto. Cambiar es cuidarnos a nosotros mismos, no matarnos, no exterminarnos, no ningunearnos. No hacernos cómplices del mal queriendo hacer el bien. Extender la mirada crítica no exenta de fraternidad.

Sabernos falibles, criaturas caídas, rotas. No lo que decimos hacer, lo que en verdad queda sin saberlo. Corren veloces las horas de junio…

Las batallas

Gracias a la memoria de luz de ‘JEP: Textos a la deriva’

Este junio se cumplen 38 años de la primera edición de ‘Las batallas en el desierto’ (un cuento largo o una novela corta) de José Emilio Pacheco, que se publicó en el Sábado de Fernando Benítez, suplemento cultural del ‘unomásuno’, el sábado 7 de junio de 1980. Es una de las novelas emblemáticas del siglo XX mexicano.

Recuerdo ese sábado en la oficina del profesor Enrique Ruiz García, en donde trabajaba y tenía que leer y sintetizar un montón de periódicos de la semana. A media mañana me habló mi amigo Juan Leyva:

—¿Ya leíste a José Emilio en el Sábado?

No lo había leído y me puse a leerlo y mandé al diablo todo el trabajo de oficina que tenía que hacer. Quedé conmovido con el relato entrañable, y desde entonces… El amor, la ciudad, el tiempo. El atroz paso del tiempo, la historia de la ciudad al medio siglo XX, el amor imposible. Ficción y realidad encarnando la conciencia de las palabras. Un clásico literario de nuestro tiempo que no cesa de emitir significados. Una obra maestra. Eso que se ve tan fácil de escribir se llama maestría literaria. Quién sabe en qué escuela está hoy Carlitos, pero Mariana si viviera hoy tendría casi cien años y José Emilio 79.

—Todo pasó como pasan los discos en la sinfonola —pero algo queda: la conciencia y la vivacidad de las palabras.

La primera edición como libro de ‘Las batallas en el desierto’ es del 20 de marzo de 1981, gracias a la Editorial Era, México. Y desde entonces… El pasado es tan extraño y enigmático como el mañana. Ni hablar del presente que se nos va sin saber a dónde va.

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