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La crisis universitaria y la pax queretana

Texto publicado en 1998.

Pese a los 20 años que han transcurrido, sus conceptos son de palpitante actualidad.

 

La Universidad Autónoma de Querétaro no es, en la actualidad, el espacio de calma y tranquilidad  que las almas piadosas y los espíritus contemplativos desearan que fuera este espacio dedicado a la cultura. No sabemos si alguna vez lo fue, pero si así sucedió en algún tiempo, estamos seguros que ésta debió ser una etapa de poca creación académica y cultural, pues si para algo sirven las crisis es para ejercer abiertamente el espíritu crítico (que siempre debe iniciar con la autocrítica), para crear, desechar y renovar. Sin embargo, no por ello hemos de alentar las crisis o agradecer a quienes agravan los problemas de la Universidad.

La crisis en la que se encuentra sumida la UAQ adquiere dimensiones nunca antes alcanzadas porque nos encontramos ante un problema creado y agudizado ex profeso desde el exterior de la Universidad –o sea desde los gobiernos federal y estatal–, bajo la mirada pasiva y poco previsora de los universitarios.  Hagamos memoria. A nivel nacional, la universidad queretana, por mucho tiempo, era ejemplo de tranquilidad y poca o nula combatividad, porque así comienzan los intereses “de los poderes existentes”. Los mismos sindicatos universitarios queretanos rara vez tuvieron la necesidad de unirse  o apoyar solidariamente a otros trabajadores universitarios en sus etapas de crisis. A su vez, la Universidad era compensada con apoyos especiales para mantener el status quo o la pax queretana,  lo cual era una síntesis de mezcla de intereses priistas, restos de aristocracias familiares, aspiraciones de una pequeña clase media con ascenso y necesidades de los recién llegados con fuertes intereses económicos  en el estado, que en estos tiempos se debate entre complicidades y confrontaciones en defensa de sus intereses.

Cuando los gobiernos mexicanos iniciaron los errores políticos y económicos que han ido sumiendo a país  en crisis cada vez más perniciosas –ya que se van sobreponiendo una sobre la otra, desde hace más de veinte años– los universitarios queretanos veíamos y analizábamos académicamente la crisis y sus efectos en los demás, pero rara vez lo veíamos en nosotros mismos.

Como en todo, durante ese tiempo se dieron las excepciones en algunas escuelas y facultades, con algunos investigadores y académicos que levantaban la voz, pero estos eran acallados  con los calificativos de “agitadores”, “revoltosos”, “enemigos de Querétaro” e inmediatamente se echaban a andar mecanismos universitarios y gubernamentales para neutralizarlos.  En algunos casos esto se lograba  totalmente, en otros sólo de manera parcial. Hemos también de reconocer que la UAQ ha sido generosa porque permite espacios especiales, a la manera de válvulas de escape, para la crítica, siempre y cuando ésta no se derrame al exterior y no cunda al interior.

Llegó 1997, y con él un proceso electoral que se presentaba como crítico para la entidad  y para la Universidad, pero ésta no supo reaccionar a tiempo.  Siguió centrando sus esperanzas en el mismo partido, en más  de lo mismo, y esto, analizado retrospectivamente, empañó la visión de algunos universitarios. Su instinto defensivo y de ejercicio de la crítica, adormecido por tan largo tiempo de paz queretana, no previó la llegada de un nuevo partido al poder, un partido y unos personajes que ya algunos  predecían serían contarios al quehacer de la universidad pública. La universidad no cambió y no tomó los pasos adecuados para defenderse de la crisis que se venía encima.

Y  llegó el 6 de julio y los queretanos al votar decidieron que valía la pena ensayar con nuevos actores y lo único que hicimos los universitarios fue mostrarnos sorprendidos pero sin intentos firmes de iniciar, aunque fuera tardíamente, estrategias para la defensa firme de la universidad y su proyecto.

Y llegó un nuevo gobierno, nuevo en más de un sentido, o sea, nuevo y sin experiencia de partido, que fue presa fácil de los intentos privatizadores de quienes en la actualidad ocupan la Secretaría de Educación Pública a nivel federal, quienes, adecuadamente percibieron en los nuevos gobernantes queretanos a su alma gemela, con perspectivas semejantes en cuanto a la educación pública y de inmediato –aprovechándose del aparente adormilamiento universitario– plantean reducir el presupuesto a una institución que es tan costosa como cara es la educación, la investigación y la difusión de la cultura.

Uno no deja de asombrarse del paraíso imaginario que se han de formar nuestros gobernantes: ¡todo lo que se podrían ahorrar si tan solo la educación no costara nada!

Qué tiempos aquellos cuando había misioneros que por pura vocación educaban a los simples mortales. ¡En mala hora los maestros dejaron de ser misioneros y se convirtieron en trabajadores! De ahí provienen los sueños guajiros de juntar un ejército de voluntarios que se encarguen de la Universidad; espejismo que no parece ser otra cosa que el regreso a la búsqueda de la piedra filosofal de los alquimistas (o sea de los precientíficos) para convertir de gratis las piedras en oro. Y si este experimento resultara, ¿no convendría proponer a otro ejército de voluntarios, tal vez los vendedores ambulantes y así se matarían dos pájaros con una sola piedra, para que hicieran gratis el trabajo de los obreros que les están costando dinero a los patrones?

Y ahora la Universidad se encuentra en una crisis sin sentido, que a veces se dirige al exterior, especialmente contra los gobernantes que se han ganado a pulso esta designación, y a veces se revierte al interior de la Universidad.

Entre ambos extremos no se vislumbra mayor avance. Sin embargo, los momentos decisivos no tardarán. En las próximas revisiones, salarial y contractual, de los sindicatos universitarios estará una de las claves, y estas revisiones llegarán en cuestión de días.

En estas coyunturas de las negociaciones, legalmente amparadas, la Universidad puede salir fortalecida para continuar, en el ejercicio de su autonomía, con una reestructuración académica  y administrativa  que le permita cumplir su misión cabal y eficientemente o, por el contrario, se aferrará a esquemas caducos e intentará rehacer la paz queretana, ahora con el panismo.

Como podemos ver, la crisis actual se nos presenta como la oportunidad para recrear nuestro futuro de cara a la sociedad; a una sociedad con carencias y  desigualdades aberrantes, con desigualdades que no terminarán quitándole el presupuesto a la Universidad, para utilizarlo en otros “proyectos sociales más rentables”. No nos engañemos, en este México no existe mejor proyecto social, con posibilidades reales, para terminar con las desigualdades sociales que la educación pública, y esto sólo los que tienen asegurado su futuro económico pueden intentar negarlo.

La moneda está al aire y pronto caerá a suelo: o las autoridades universitarias encabezan a toda la Universidad para reivindicar el proyecto UAQ, o nos despedazamos internamente para que renazca el status quo anterior, o sea al espejismo de una nueva paz queretana.

Si optamos por lo segundo, terminaremos de tajo con la esperanza de muchos queretanos, que no podrán aspirar a la educación superior y tendrán que conformarse con ocupar los espacios de segunda o tercera clase que se les tienen asignados. Entonces la pregunta sería: ¿y si los queretanos no se conforman?

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