La empatía en educación básica

En los últimos años, el sistema educativo mexicano se ha apropiado de distintos términos e ideas ajenas al ámbito pedagógico. En el caso de la educación básica, se adoptó el concepto de empatía como elemento primordial para la formación de niñas, niños y adolescentes —incluso del magisterio—. Con la justificación de atender la formación emocional, la enseñanza se encamino hacia la vigilancia y desarrollo de la esfera afectiva de los estudiantes.
Sin embargo, pocos son los espacios donde educandos y docentes dialogan acerca de la empatía desde una perspectiva crítica. Por tanto, el propósito de este artículo tiene la finalidad de examinar la noción de empatía a partir de una óptica que permita reflexionar y analizar el término en cuestión.
La empatía se entiende como la capacidad de sentir lo que otros sienten. Para Paul Bloom, la definición anterior guarda una estrecha relación con el significado de “simpatía” que describe Adam Smith (ideólogo de la Economía Política burguesa) en su texto Teoría de los sentimientos morales, y expresa lo siguiente: “tenemos la capacidad de pensar en otra persona y colocarnos en situación […] y en alguna medida convertirnos en una misma persona con él, y por consiguiente, formarnos alguna idea de sus sensaciones, e incluso algo que, aunque más débil en cierto grado, no es totalmente diferente a lo que ellos sienten”.
Ambas definiciones, más que expresiones descriptivas, se presentan como criterios de moralidad y, además, tienen la peculiaridad de incidir en la condición afectiva de los sujetos. En ese sentido, los actos humanos serán juzgados como buenos o malos dependiendo de nuestra condición individual y emocional. Así, la simpatía o empatía adquieren un estatus de privilegio, pues se convierten en principios esenciales para juzgar los actos humanos. No obstante, cabe preguntarse si la empatía es el único referente que debe guiar la moral o, si la bondad depende de la dosis de empatía que cada individuo tiene ante diferentes circunstancias de la vida.
En todo caso, si la empatía es “la medida de todas las cosas”, nuestro estado emocional es sobrevalorado y, con ello, se postergan el análisis, reflexión y critica: “usar el corazón en lugar de la cabeza”. Por ello, la escuela debe argumentar a favor del pensamiento crítico, racional y consciente de la vida diaria, evitar que los estudiantes se conviertan en fanáticos de la empatía y juzgar a partir de un examen riguroso y sensato, evitar caer en prejuicios y no hacer de la empatía un bien absoluto al que todos debemos rendir pleitesía.
Finalmente, es preciso mencionar que la educación básica, más que adaptarse a las orientaciones e imperativos que la moral neoliberal le impone, tiene la oportunidad de hacer uso de disciplinas como la Ética y, como lo expresa el Artículo Tercero Constitucional, incluir la filosofía como elemento indispensable para la formación de chicas y chicos.