Las “enfermedades” como consecuencia de conflictos emocionales

Un conflicto emocional es resultado de fuerzas estresoras, traducidas como presión, compresión, represión u opresión, que impide al individuo realizar una acción sanadora. Algunos ejemplos son: no poder deshacerse de algo, como las excretas, lo que lleva al estreñimiento, una pareja agresiva que somete, una mala actividad laboral, escolar o académica donde se acepta el maltrato, la violencia y lleva a la pérdida de autoestima, afectándose los pulmones, la vejiga y el colon. No poder aceptar alguna cosa, conduce a la desnutrición, la delgadez extrema, se daña el intestino grueso. No poder impulsar un proyecto que promueva la independencia, la movilidad social o alguna otra; esto afecta la circulación sanguínea, contribuyendo a la sedimentación de colesterol en las venas y arterias, también se afecta el intestino delgado. No poder digerir o aceptar algo, se afecta la nutrición, el duodeno, el páncreas. No saber si algo es bueno o malo, la sensibilidad, se afecta el hígado y el estómago. No conseguir algo benéfico, se afecta el esófago, los pulmones, las amígdalas, la faringe y la próstata.
Es aceptado ampliamente que el origen de toda “enfermedad” comienza en el alma, centro de las emociones; se estructura en la mente o psique, núcleo del pensamiento; y se expresa en los órganos y tejidos. De todo esto, mediante metáforas o parábolas, el Nazareno señalaba “donde está tu tesoro estará tu corazón” e indicaba que los pecados o equívocos comienzan en lo que siente, es decir en el alma; luego con lo que se piensa, en lo mental; y lo que se expresa en palabras, con acciones o con omisiones.
El modelo civilizatorio hegemónico es globalmente opresivo y represivo, entrena a la poblaciones a comportarse como conviene a los intereses de pequeños grupos de entes desalmados, denominados oligarcas, quienes concentran, centralizan y derrochan la riqueza social, es decir el valor de vida orgánica y emocional arrancada y saqueada a los pueblos, mediante la explotación del trabajo asalariado, el comercio de productos o servicios intangibles o de vida corta, la enajenación o alienación de los sistemas de enseñanza, la venta de productos, ideas y servicios del monopolio médico-farmacéutico, entre otros. Es reconocido hasta por organismos internacionales como la Organización Mundial de la Salud que “la salud no es sólo ausencia de enfermedad” sino el equilibrio entre lo emocional, social, económico y orgánico. Esto se traduce en que la salud es resultado de una vida libre y feliz, del esfuerzo de toda la colectividad, como lo menciono el guerrillero heroico Ernesto “Che” Guevara, con quien coincide cotidianamente el presidente de México en su pregón mañanero que lanza a los cuatro vientos, desde el corazón mismo de Tenochtitlán, el Zócalo capitalino: “sólo siendo buenos se puede ser felices” y, en consecuencia, sólo siendo felices podemos eliminar todo aquello que se denomina “enfermedad”.