
En mi entrega anterior inicié la presentación del proyecto ‘Vida y Naturaleza para urbanitas’ que tiene lugar en la Casa de la Vinculación Social (CVS), de Carrillo Puerto, Querétaro, con el grupo llamado ‘Micelio Urbano’. Dicho proyecto tomó como mascota a ‘El Tlacuache’ y ofrecí explicar por qué.
Los ancianos y cronistas recuerdan a Carrillo Puerto como un pueblo centenario, con grandes tradiciones, riqueza cultural-musical, asambleas de barrio y tequios; con tierras agrícolas muy fértiles, con huertas, milpas, campos de flores y, sobre todo, con mucha agua. Quizá esto último se convirtió en su maldición, porque el lugar resultó sumamente atractivo para que los tomadores de las grandes decisiones, montaran ahí la zona industrial Benito Juárez, la más rica e importante de la capital.
Mencionar esto es importante, porque este pueblo constituye una micro-muestra muy ilustrativa de lo que el neoliberalismo hace con las personas y con la Naturaleza: en menos de cincuenta años, se convirtió en la localidad más desigual, oscura, desordenada y contaminada de todo el estado (foco rojo, según el Comité del Sistema de Alerta Temprana en Materia de Salud); a la vez es una de las zonas más conflictivas, por la forma como su estructura comunitaria fue desquiciada.
La expulsión del trabajo campesino dio paso al trabajo fabril (al que primero llegaron más mujeres que varones), y también al comercio. A muchos ancianos, sólo les quedó la opción de ser ‘recicladores’ (eufemismo de recolectores y vendedores de basura). Ese oficio recuerda la canción de Gabilondo Soler de ‘El ropavejero’, que se refiere a un tlacuache.
¿Qué tiene que ver el tlacuache con el proyecto ‘Vida y Naturaleza para urbanitas’? Pues que este proyecto se dirige a promover la permacultura entre urbanitas de zonas populares queretanas; esto implica, (además de aprender principios de agroecología, economía circular y sostenible y promoción social), promover una mejor gestión de los residuos domésticos y con ello contribuir un poco a frenar y revertir el proceso de devastación que han sufrido, tanto la Naturaleza, como los humanos en las monstruosas urbes neoliberales.
En una época en la que las cosas (y las personas) pierden rápidamente su valor y se tornan desechables, para ser sustituidas por otras más “novedosas”, “rápidas” o “cool” (según las reglas del mercado), el arte de cuidar, remendar, reparar, reciclar, compartir o hacer trueques con los amigos… constituye un acto muy importante de rebeldía y resistencia frente al capitalismo voraz que nos está destruyendo.
Este sistema, que dicta cómo ha de ser la agricultura “eficiente”, despreciando la sabiduría milenaria de la milpa y los alimentos frescos, se abren las puertas a los monocultivos y a la agroindustria y también a graves enfermedades en animales y humanos.
Cuando se privatizan y patentan los genes de las plantas, se envenena y agota la tierra con químicos, se “transgenizan” los alimentos, etc., la decisión y el arte de diseñar espacios de simbiosis benéficas, de convertir los desechos orgánicos en compostas para mejorar la tierra, de promover el cultivo de huertos urbanos, así como de luchar por la soberanía alimentaria y la hídrica, se vuelven indispensables para la supervivencia humana.
En la próxima entrega narraré una de las experiencias más divertidas del proyecto de ‘Micelio urbano’, que tuvo lugar hace algunas semanas: su curso de verano, en el que chavas y chavos de los 4 a los 17 años se convirtieron en ‘tlacuachinvestigadores’.
Antes de cerrar este texto, quisiera comentar una curiosa coincidencia que surgió en el proceso de gestionar convenios de colaboración con algunas facultades de la UAQ. Descubrimos que la de Filosofía se presenta con el hashtag #SomosTlacuaches. El Dr. Alejandro Vázquez expone que, en la cosmovisión mesoamericana, el tlacuache significa la picardía, la audacia, la estrategia, la renovación y la fuerza: “Ser tlacuache para la Facultad de Filosofía significa equilibrar la práctica con la teoría y los sueños con la realidad”.
¡Bien por la coincidencia!
*Miembro del ‘Movimiento por una educación popular alternativa’. maric.vicencio@gmail.com