Miedo a la inferioridad y a la debilidad
El odio y el miedo se exacerban contra quien se perciba como amenaza, como “competidor superior”, en especial si es mujer “débil”, pues eso humilla al macho y devasta su autoestima.
¿Qué hace que los seres humanos se dividan en “superiores” e “inferiores” o en “los de arriba” y “los de abajo”? ¿Por qué las mujeres, los niños, los pobres, los indígenas, los no-blancos, los trabajadores manuales son “menos importantes” que los “de nivel superior”?; ¿por qué el trabajo de quienes atienden niños, discapacitados o enfermos se considera “de menor monto” que los que se dedican, por ejemplo a la guerra en todas sus formas: la militar, la política, la empresarial…?
¿Por qué las mujeres, para darse ánimo, se autodefinen como “guerreras” o “luchonas”?
¿Por qué nuestro lenguaje está lleno de referencias bélicas: “ir a la vanguardia”, “combatir la corrupción”, “luchar por los derechos”, “cada quien desde su trinchera”…?
La mayoría de las lenguas cuentan con numerosas expresiones cotidianas que tienen sus orígenes en la jerga militar. Algunos dicen que las frases más antiguas tienen unos 700 años de historia; otros señalan que son varios miles, pues vienen del patriarcado. Esto significa que están ya muy arraigadas y son difíciles de cambiar.
Conmemorar el ‘Día de la Mujer’ permite reflexionar sobre esto y sobre qué clase de entes son los humanos que pueden agredir o exterminar a sus congéneres, cuando los consideran “inferiores” o “defectuosos”, sobre todo si son del “sexo débil”.
Los etólogos reportan la tendencia de varias especies animales a matar a sus crías, en ciertas circunstancias, por el instinto de conservación.
Podría decirse que los humanos, aunque también animales, no hacen eso; no obran sólo por instinto, pues poseen un aparato psíquico y una estructura sociocultural, que les permite tomar conciencia de sus actos y consecuencias. Sin embargo, muchos estudios en ciencias sociales desmienten esa declaración, develando que los humanos, desde el paleolítico, practican el infanticidio, el feminicidio y el exterminio de los “imperfectos”. “Más que una excepción, ha sido la regla”, señala la antropóloga Laila Williamson (1978). Las causas son múltiples y se dan en todas las culturas, y no siempre por enfermedad mental del asesino.
En la lucha por la supervivencia, se eliminan los débiles en casos de peligro, de extrema pobreza o por hambre caníbal. Se matan neonatos, sobre todo niñas, por control demográfico (“las mujeres engendran nuevos seres”).
Al instinto se agrega la cultura de la muerte con otras “razones”. Se asesinan niñas para “evitar el debilitamiento de la especie” (“las mujeres no van a la guerra”). Se las mata en rituales religiosos para aplacar a los dioses o cuidar “la pureza racial”; también porque las recién nacidas “traerán la mala suerte al resto de la tribu”.
Aun cuando desde la Grecia antigua diversos actores se han pronunciado contra esas prácticas, y ha intentado prohibirlas, hoy continúan en todo el mundo.
¿Por qué en el tercer milenio y plena ‘sociedad del conocimiento’, hay humanos (no sólo varones) capaces de amenazar, esclavizar, agredir, humillar, golpear salvajemente, torturar, mutilar, quemar o violentar sexualmente a sus víctimas? ¿Por qué el ensañamiento es especialmente feroz contra las mujeres y más que disminuir en las civilizaciones modernas se ha exacerbado, adoptando la forma de ‘feminicidios’?
A todas las causas de agresión “primitiva” hay que agregar el miedo y el odio como fuerte causal para destruir a otro ser humano.
Esto trasciende a las reflexiones feministas. No se trata de una simple lucha entre mujeres-individuos y “machos¨-individuos. Es algo mucho más profundo.
La estructura patriarcal se reproduce, renueva y fortalece, como las cabezas de la Hydra, en las relaciones económicas de producción capitalista y en las profundidades del inconsciente individual y colectivo, inoculando la ideología de la feroz competencia y del predominio del más audaz, más fuerte, más bello, más veloz, ya no por supervivencia de la especie, sino del Gran Capital.
Esta ideología destruye los nexos comunitarios, azuzando el deseo de dominar, explotar, derrotar y someter al otro, y se agrava en el sistema neoliberal, última versión del capitalismo voraz. En él, los humanos son negados en su dignidad y reducidos a cosas, a herramientas, a funciones, a mercancías o “consumibles” que se desechan cuando ya no sirven.
El odio y el miedo se exacerban contra quien se perciba como amenaza, como “competidor superior”, en especial si es mujer “débil”, pues eso humilla al macho y devasta su autoestima.
En este contexto, la lucha por la emancipación femenina no prosperará, mientras no se conecte con la búsqueda de la emancipación de TODOS los humanos.
Más que “luchar”, urge inventar y construir otras formas de relación, en las que el principio femenino del cuidado mutuo y de la Naturaleza se articule con el principio viril masculino, para frenar con decisión este sistema devastador y lograr su desmantelamiento, antes de que acabe por exterminar no sólo a los “inferiores”, “débiles” o “defectuosos”, sino a toda nuestra especie.