Movimiento universitario: entre la transformación revolucionaria y la rebeldía líquida

Desde hace tiempo me negué a nombrar “estudiantes” a las personas que asisten a los centros escolares, yo los nombraba y lo sigo haciendo simplemente como “alumnos”, puesto que esta categoría la obtienen por el hecho de inscribirse a un centro escolar, mientras que la categoría “estudiante” se adquiere por estudiar, estando o no inscrito en una institución escolar, de allí que el movimiento universitario este conformado tanto por alumnos que no cumplen con la categoría de estudiar, como aquellos que sí.
Todas las personas nos enfrentamos a una disyuntiva: ser partícipes de la transformación revolucionaria que se esta dando en nuestro país o ser parte de esa rebeldía líquida, frágil, inconsistente, cambiante, amorfa de la desideologización apartidista, apolítica, indefinida. Los alumnos que estudian y los que no lo hacen, se encuentran ante la misma definición.
Estudiar es un acto sublime, no es la simple lectura de textos o la repetición de contenidos o prácticas, sino el análisis e interpretación de la realidad del mundo, y la consecuente participación en su transformación. Estudiar nos sumerge en las profundidades de bastos contenidos informativos, los cuales confrontados con la realidad, nos permiten construir conocimiento útil para el bienestar de los seres humanos en relación estrecha con la naturaleza.
Hoy, como herencia indeseada de 36 años de neoliberalismo, las ideologías parecen naufragar en la fragilidad de la indefinición, se pretende con una “e” incluir, excluyendo por color de piel, por situación económica, por características culturales o cualquier otra especificidad, se lucha por una determinada causa, dejando incólumes los sustentos del racismo, el clasismo, el apartheid segregacionista de las instituciones escolares.
La lucha dentro de los centros escolares debería continuar siendo por una enseñanza transformadora, por construir un pensamiento crítico, por abrir las puertas a todo aquel que quiera estudiar, siendo o no alumno, con el fin de edificarnos como humanos sin importar género, sexo, color de piel, origen o destino.
El movimiento universitario, de los jóvenes por edad y pensamiento, debe ser revolucionario, transformador, de lo contrario como dijo Salvador Allende, en su discurso en la Universidad de Guadalajara, es una contradicción hasta biológica. Luchar contra el acoso, debiera trascender el nivel de lo inmediato y de la liquidez cambiante, para transformarse en una lucha organizada y consciente de quienes por naturaleza deberían ser los continuadores de las gestas de jóvenes que inscritos o no en un centro escolar eran estudiantes y ofrendaron sus vidas, sus destinos para contribuir a la transformación de México, muchos lo hicieron por la vía de las armas, de la cultura, de la ciencia o del esfuerzo colectivo en barrios y comunidades.
Seguro que estas letras no serán consideradas políticamente correctas, pero no importa, como dejó escrito Práxedis G. Guerrero, joven anarquista precursor de la Revolución Mexicana “Si la costumbre es un yugo, quebremos la costumbre por más sagrada que parezca; ofendiendo las costumbres, la civilización avanza. El ¿qué dirán? es un freno; pero los frenos nunca han libertado pueblos, satisfecho hambres, ni redimido esclavitudes”.