
Cuatro son los pilares sobre los que se ha soportado el modelo civilizatorio desde el mismo origen de la historia humana: los alimentos, las armas, la medicina y la energía. En cada una de las etapas de desarrollo del modelo civilizatorio actual, como es el esclavismo, el feudalismo, el capitalismo y el imperialismo, los dueños del poder han controlado férreamente los cuatro pilares mencionados, primero a escala local y regional, luego a nivel continental y en la actualidad a nivel global, porque, quien controla los cuatro pilares mencionados, puede decidir sobre el presente y futuro de cada ser humano.
La etapa imperialista de la oligarquía farmacéutica inicia a principios del siglo pasado (1910), impulsada por las familias Rockefeller y Carnegie, quienes venían de un pasado de saqueo a sangre y fuego de los recursos de las poblaciones originarias de Norteamérica. La pregunta es ¿cómo y de qué forma, la oligarquía farmacéutica domina sobre la vida y muerte de los seres humanos?, a continuación, se plantean algunas consideraciones:
Mediante el proceso que culminó con el “Informe Flexner” en 1910, se impuso, usando prácticas represivas y financieras, un modelo de plan de estudios para la capacitación e instrucción médica, denominada “re-estructuración de la educación médica”, que incluyó la clausura de escuelas o consultorios que bajo la óptica de Abraham Flexner no se apegaban al modelo hegemónico y, por otra parte, el financiamiento de aquellas que se convertirían en promotoras del modelo. En este proceso se denostaron las prácticas terapéuticas de herbolarios, osteópatas, homeópatas y otras formas, que los intereses económicos de Rockefeller y Carnegie no consideraron apropiables o patentables. Este informe obligó a cerrar a más del 50% de las escuelas de medicina de los Estados Unidos y a las restantes las forzó a implementar un rígido sistema de entrenamiento y capacitación médica. El objetivo de este informe fue la eliminación de la diversidad terapéutica, la homogenización y el control férreo del modelo médico hegemónico.
Desde 1913 la enseñanza de la medicina se convirtió en un proceso ortodoxo y monolítico, se creó la FDA (“Food and Drug Administration”) y otras agencias similares en cada país, se compraron políticos, autoridades médicas y académicas, todo con un amplio flujo de dinero. Para lograr esto, la oligarquía farmacéutica invirtió e invierte millones de dólares en publicidad, financiamiento de revistas científicas, congresos, regalos, conferencias y subvenciones a los médicos para garantizar que receten los fármacos de patente.
Como todo proceso soportado en intereses económico-financieros, la oligarquía farmacéutica actual se soporta en:
El control férreo de la enseñanza médica mediante instituciones públicas o privadas, certificadas o validadas por otras instituciones del mismo gremio.
Penetración ideológica, mediante la cual se convence a las poblaciones de que el binomio médico-farmacéutico “lucha contra la enfermedad” mediante fármacos, tecnología e intervenciones quirúrgicas, pero nunca con propuestas y acciones para eliminar las causas y condiciones que originan los padecimientos, como son: la pobreza, la explotación laboral, el hacinamiento habitacional, la insalubridad, la contaminación, los conflictos emocionales, la mala alimentación, entre otras.
Una altísima “inversión” en publicidad, una gran red de mercados de fármacos y financiamiento de quienes fungen como distribuidores de fármacos: los médicos, mediante “apoyos” por recomendar determinados productos, la cual hacen con base en la información generada por las mismas empresas que los fabrican, sin aplicar un pensamiento crítico.
El excesivo uso de fármacos, tanto en volumen como en duración de los tratamientos, esto como consecuencia de que la práctica médica y la industria farmacéutica, son un jugoso negocio y lo importante, en este modelo, es vender, mantener enfermo al paciente (mejor dicho, cliente), y lograr que siga asistiendo a consulta, consumiendo fármacos y conduciéndolo inexorablemente al quirófano. Pocas son las críticas que a su vez ofrecen propuestas que puedan contribuir a la salud comunitaria. En este sentido retomamos el pensamiento de Ernesto Guevara, quien expreso: “la salud es resultado del esfuerzo de toda la comunidad”, por esto se requiere un nuevo paradigma de salud comunitaria horizontal, heterárquico y no lucrativo que considere fundamental la participación activa del paciente en la recuperación y conservación de su salud.