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Pasmados

La palabra ‘pasmados’ tiene muchos sinónimos: maravillados, deslumbrados, extasiados, encandilados, atónitos, asombrados, ‘con la boca abierta’, fuera de sí, sorprendidos, estupefactos, helados, paralizados, sin palabras, desconcertados, aturdidos, turbados, confundidos, trastornados, ofuscados, embotados, atolondrados, engatusados, …

Los primeros de la lista suelen utilizarse para describir la reacción feliz, ante algún acontecimiento extraordinario, como en la contemplación de bellísimos fenómenos naturales: el fuego, el alba o el ocaso, una noche estrellada, la nieve, las auroras boreales…; o ante hazañas de gran habilidad o audacia, que dan muestra de la enorme capacidad que pueden desplegar los humanos, como las que vemos en las olimpiadas, conciertos, creaciones artísticas o discusiones inteligentes y agudas entre pensadores ilustrados.

Los últimos sinónimos, como: ‘turbados’ o ‘embotados’, suelen emplearse como sensación desagradable ante acontecimientos naturales muy dramáticos y especialmente impactantes, que generan catástrofes: incendios forestales, inundaciones, tornados, sismos, erupciones volcánicas y demás. En lo que respecta a los humanos, generan estupor fenómenos trágicos como las guerras, la tortura, el suicidio o las expresiones de odio y violencia extrema.

La ofuscación que padecemos hoy, expresada como ‘falta de reacción’ ante graves peligros que corremos por el calentamiento global y sus efectos, o ante la degeneración social y las injusticias que sufrimos de manera sistemática, como efecto de la crisis civilizatoria, se ha vuelto tema de conversación en varios círculos de amigos, en diversos estados del país.

Hay muchas respuestas a la pregunta de por qué estamos pasmados, y ya no luchamos como antaño, “cuando incitaba el espíritu patrio, rebelde o libertario”. La explicación más fácil es la pandemia, pero pocos la reconocen como principal razón.

Algunos opinan que el encandilamiento tiene que ver con los avances tecnológicos, que hoy disfrutamos, que nos seducen y mantienen extasiados (¿dopados?) muchas horas al día. Otros lo atribuyen al dominio del narcotráfico, que se apodera de las almas juveniles, desde edades cada vez menores. Otros afirman que el sistema genera para los trabajadores condiciones de esclavitud, que imposibilitan pensar y organizarse para hacer valer sus derechos. Otros más acusan a la internalización de la ideología neoliberal dominante en el alma de mucha gente, y lleva a creer que todo depende del mérito individual, en una lógica del ‘echaleganismo’, que fragmenta el esfuerzo y dificulta la solidaridad. Si el capitalismo es todo lo que tenemos y no hay opciones, aunque seamos testigos de todo el daño que provoca, más vale alinearnos a él. Organizarse con otros, no tiene sentido, pues cada uno es el único responsable de su condición.

No faltan, por supuesto, quienes señalan como causantes de que todo esto suceda, a los más ricos e influyentes del mundo, que mueven los hilos de la historia, cual titiriteros, para deshacerse de la parte de la población mundial “improductiva y estorbosa”, sin que el resto se dé cuenta y proteste.

¿Qué podemos hacer los pobres mortales, frente al imperio trasnacional? Un joven amigo, egresado de la UAQ, se lamentaba de que no hubiera espacios de trabajo para poner sus conocimientos científicos al servicio de la comunidad, y que muchos de sus amigos sucumbieran ante las ofertas de empleo de Monsanto. No hay opciones.

Si te cayó en suerte o, por tu situación económica, no te quedó más remedio que vivir en una colonia marginada del “mejor municipio del mundo”, no hay nada qué hacer, pues esas colonias no existen, y si existen, no hay problema, pues ahí sólo viven ‘Los nadie’. Por más que el pueblo se mueva y se manifieste, termina por desalentarse ante la política del cansancio que sigue el gobierno. “No te quejes y aprende a ser feliz con tu situación”, recomiendan los profesionales del coaching.

Un último grupo, el de los tercos, asegura que es falso que todos estemos pasmados. La resistencia sigue activa; se cocina en múltiples grietas del sistema, a fuego lento, con la convicción de que “hay un mundo posible y diferente que crece en la barriga de este otro, que es infame y desalentador”, como decía Eduardo Galeano.

*Miembro del ‘Movimiento por una educación popular alternativa’. maric.vicencio@gmail.com

Carmen Vicencio

Miembro del Movimiento por una educación popular alternativa (MEPA) maric.vicencio@gmail.com

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