¿Quién paga el periodismo de calidad?
Mucho se habla del perjuicio de la publicidad oficial, pero qué hay de la falta de financiamiento del periodismo
En los últimos días ha surgido un debate en México en el que se ha cuestionado la publicidad oficial como un medio para ejercer presión editorial sobre medios y periodistas. Sin mayores matices, se ha inducido en la opinión que quién recibe publicidad oficial se convierte en un colaborador de la comunicación gubernamental. Pero en esta noción absoluta también se incluyen a las mejores propuestas periodísticas que tenemos.
Animal Político, mencionado en una lista oficial por recibir recursos públicos por concepto de publicidad oficial, es sin ninguna duda la plataforma periodística que representa las mejores prácticas en México. Con el reportaje del entramado de corrupción construido por Javier Duarte en Veracruz, fue galardonado con el Premio de Periodismo Walter Reuter, y con la «Estafa Maestra» fue finalista del Premio de Periodismo Gabriel García Márquez 2018 en la categoría de Cobertura, por dar ejemplos.
A pesar de sus éxitos periodísticos, ¿Es antiético que Animal Político venda espacios de publicidad oficial? ¿Es equiparable esto al «chayote»?
Pienso que no, y que más allá de ser ético o no, es necesario.
El gran problema del periodismo es que las vías para monetizarlo cada vez son más escasas. Hacer periodismo cuesta dinero.
Los lectores invierten poco o nada en el periodismo que consumen porque la era del internet y las redes sociales los allega a toneladas de información (aunque como nunca antes desconfiable por su falta de veracidad), y los anunciantes tampoco están interesados en invertir en plataformas periodísticas que además de comprometerlos políticamente, resultan muchísimo más caras que las estrategias de marketing digital.
¿Y qué queda? La publicidad oficial. Esto ha generado una precarización sin precedentes en el gremio periodístico, con empleos cada vez más mal pagados, medios que escarban en las áreas «menos prioritarias» para reducir su personal, y un abandono del periodismo de calidad que implica necesariamente inversión económica. El periodismo está muriendo porque, básicamente, no hay quien lo pague.
Es muy común escuchar opiniones como «necesitamos un mejor periodismo», pero muy pocos están dispuestos a tratarlo como un bien de consumo. No es casual que las «fake news» estén en boga. El negocio de la información sigue siendo lucrativo, pero el de la información precisa, oportuna, relevante y reveladora, está en coma. Sale mejor montar un portal de «noticias» con información de agencias y refritos de internet con una estrategia digital decente que viralice contenidos que un compromiso real con el periodismo de calidad.
No nos falta periodismo de calidad porque los gobiernos coopten a las voces más visibles. Nos falta periodismo de calidad porque nadie está dispuesto a pagarlo. A nadie le resulta necesario invertir en el periodismo que desea. Necesitamos acercar la conversación a la sociedad y concientizarla de la relevancia del buen periodismo y demostrando capacidad, talento y honradez para realizarlo.
Reducir la inversión que realizan los gobiernos en publicidad oficial seguro que tendría un impacto significativo en la finanzas públicas. ¿Pero garantizaría un mejor periodismo? Resolver esto último es, creo, la discusión que debemos de tener.