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Tlahuelilpan: vivir y morir de huachicol

 Dresser, por lo menos, le falla su sentido numérico, pues pretende que un pequeño número de militares contenga a un número de entre 600 y 800 personas.

Al momento de escribir este artículo suman ya 109 los muertos por el incendio de una toma clandestina en Tlahuelilpan, Hidalgo. Al respecto hay muchas cosas que decir a partir de los datos que ha venido proporcionando el nuevo gobierno federal, de los videos, testimonios y comentarios que circulan en medios de comunicación y en redes sociales. Sobre el tema se han vertido muchas argumentaciones falaces.

Hice un breve experimento con mis estudiantes de ingeniería. Simplemente les pedí que levantaran la mano los que se meterían debajo de un chorro de gasolina en una toma clandestina. Lógicamente, nadie levantó la mano en tres grupos distintos de estudiantes; por la sencilla razón de que todos saben que la gasolina es un líquido altamente inflamable.

Sin embargo, varios pobladores de Tlahuelilpan lo hicieron, en varios videos se ve a gente jugando bajo un alto chorro de gasolina, parecido a un geiser, como si se tratara de agua y no de gasolina. Enorme irresponsabilidad de los que lo hicieron, pero más de los que acercaron a menores de edad a un ambiente altamente peligroso. Efectivamente, fallecieron varios niños. Varios de los pobladores pagaron con su vida.

La ignorancia se paga cara y más de un centenar de personas pagaron con su vida el acercarse a un enorme chorro de gasolina. No se trata de criminalizar a la pobreza sino de resaltar el hecho de que vivimos en un país en el que, según datos oficiales de la SEP, de cada 100 niños que ingresan a la primaria sólo 35 egresan del bachillerato y sólo 65 egresan de la secundaria. Es altamente probable que muchos de los pobladores que fallecieron eran víctimas además de la baja cobertura en educación en nuestro país. Herencia trágica de los gobiernos panistas y priistas.

Dentro de los argumentos falaces y más ridículos que he escuchado o leído se halla uno en el que se trata a toda costa de culpar al nuevo gobierno federal, concentrándose en echarle la culpa a un pequeño grupo de militares que trató de disuadir a las entre 600 y 800 personas que se acercaron a la toma clandestina con el fin de robar gasolina.

Para empezar, las personas que utilizan este argumento no dicen absolutamente nada de la actuación de la policía municipal de Tlahuelilpan, quienes tenían la obligación y la posibilidad de actuar, rápidamente pues era la más cercana al lugar de los hechos. Pero, lo mismo podríamos decir de las policías municipales de los municipios cercanos, como Mixquiahuala y Progreso, pues de estos municipios también llegó gente a robar gasolina pero no sus policías. La primera población se halla tan solo a 12 kilómetros del lugar de la tragedia y la segunda a 15 kilómetros.

Y lo mismo se puede decir de la policía estatal de Hidalgo. ¿Qué no hay policía estatal en Tula? En este lugar se halla una de las seis refinerías con la que cuenta el país; es decir, se trata de una instalación estratégica que debería estar vigilada no sólo por la policía municipal de Tula sino también por la estatal, además de la federal y, eventualmente, por el ejército.

En todo caso, las fuerzas de seguridad con un acceso más rápido a cualquier lugar son las del nivel municipal, luego las del nivel estatal y finalmente las de nivel federal. Este argumento se lo escuché a Denisse Dresser en un programa con la periodista Carmen Aristegui: Dresser trata de culpabilizar a los militares (sin decir absolutamente nada de los niveles municipal y estatal) porque no contuvieron a la multitud.

Hay varios videos que muestran no sólo a militares sino también a policías tratando de disuadir a la gente para que no se acercara a la fuga de gasolina, les señalaban que era peligroso, pero la gente no hacía caso y seguía acercándose a la toma clandestina. Existen otros videos en los que incluso los militares son agredidos por pobladores armados con palos, en una actitud francamente provocadora.

A Dresser, por lo menos, le falla su sentido numérico, pues pretende que un pequeño número de militares contenga a un número de entre 600 y 800 personas. En esa misma entrevista, Lorenzo Meyer le hizo ver a Dresser que incluso policías altamente capacitados —como lo son los franceses— tienen altas dificultades para contener multitudes cuando el número de manifestantes supera con mucho al de las fuerzas del orden y puso como ejemplo a los policías franceses que han hecho frente a las manifestaciones de los chalecos amarillos.

El gobierno francés ha movilizado hasta 80 mil policías para hacer frente a protestas a las que han acudido unos 80 mil manifestantes. El pasado 20 de enero en Paris se movilizó cinco mil policías para contener a una multitud de unos ocho mil chalecos amarillos. Es decir, hablamos de proporciones que van de uno-a-uno o de uno-a-dos y aún así la tienen difícil las fuerzas del orden.

De manera velada, este argumento exhibe que algunos querían que los militares reprimieran a la población con armas de fuego; lo que hubiera detonado una tragedia mucho mayor, pero que hubiera servido para medrar políticamente y acusar de la tragedia al gobierno federal.

 

anbapu05@yahoo.com.mx

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