Un crimen llamado Salud

Estados Unidos de Norteamérica, con una población de 331 millones de habitantes, es considerado un país económicamente «desarrollado», «adalid» de la democracia mundial y «ejemplo» de un estilo de vida que «recomienda” al mundo entero. Pero en ese país fallecen 185 mil personas cada año por «errores» del sistema médico-farmacéutico, es decir el 0.00055 por ciento, una cifra que parece demasiado pequeña para ser tomada en cuenta. Este tipo de registros no existe en la mayoría de los países.
Si extrapolamos ese 0.00055% a la población mundial, imaginándonos que todos los países poseen un sistema médico-farmacéutico como el norteamericano, lo cual obviamente no es así, sino mucho peor, se puede estimar que anualmente en el mundo mueren 4 millones 675 mil personas por diagnósticos médicos equivocados, tratamientos con fármacos inadecuados, consecuencias secundarias de los medicamentos, procedimientos quirúrgicos inadecuados o mal practicados, entre otros. A manera de comparación, los fallecidos por la pandemia de Covid-19 durante dos años (2020-2021) se estima fueron 5 millones de seres humanos a nivel mundial.
Los datos antes mencionados dan una idea de que el sistema médico-farmacéutico es responsable del fallecimiento del doble de personas cada año, respecto a los fallecimientos causados por Covid-19 durante los años 2020 y 2021. Si diariamente y de forma invasiva todos los medios de información dieran a conocer puntualmente, y con todo el sensacionalismo y amarillismo que los caracteriza, la muerte pandémica de pacientes por errores del sistema médico-farmacológico, se crearía un estado de desahucio generalizado y los servicios médicos colapsarían.
No se trata de satanizar un sistema terapéutico determinado, se trata de medir al modelo médico-farmacológico hegemónico con la misma vara que se miden otros rubros de la sociedad, sin privilegios, ni ocultando los fallos estructurales del modelo, para contribuir, mediante la crítica, en la construcción de una cultura para la recuperación y conservación de la salud social que considere los aspectos económico, social, ideológico, moral, tradicional y familiar, eliminando la idea de que se requiere un poder central que «cuide» la salud. Para construir un verdadero modelo de salud se debe impulsar la prevención y la atención desde lo familiar, de forma horizontal y corresponsable.
En las poblaciones con culturas ancestrales, la salud del cuerpo y del alma se cuida y protege desde la familia, donde las abuelas y las madres son básicamente las médicas de la familia. Claro que estas poblaciones sufren, actualmente, grandes carencias por el gran saqueo y explotación de que han sido objeto a lo largo de siglos. Es necesario una mayor difusión de los múltiples modelos terapéuticos que se practican al margen de lo hegemónico y potenciar los servicios familiares y comunitarios en la conservación y recuperación de la salud.