Venezuela, historia de un golpe
Con sangrientos alzamientos o con métodos pseudo legales, los grupos de poder (medianamente respaldados por el ‘pueblo’) han buscado cambiar el rumbo de Venezuela en reiteradas ocasiones.
Decía en 1829, el libertador Simón Bolívar: “…y los Estados Unidos, que parecen destinados por la Providencia para plagar la América de miserias a nombre de la libertad…”. Ciento noventa años después y cientos de intervenciones directas o indirectas de por medio, una vez más, Latinoamérica se ve dividida por las barras y las estrellas, siempre con un enorme abanico de violencias que se despliegan detrás de bellos discursos democráticos y pretendidamente liberales que siguen engañando a los más ingenuos o desesperados.
Para no irnos tan lejos, de 1946 a 1990, según el periodista uruguayo Gregorio Selser, en 16 países de la región se han registrado y documentado asonadas militares de distinto tipo y ferocidad. Prácticamente en todas, con los dólares detrás. Venezuela, Salvador, Paraguay, Panamá, Colombia, Cuba, Honduras, República Dominicana, Argentina, Guatemala, Perú, Ecuador, Brasil, Bolivia, Chile y Uruguay. En los recientes 29 años, debemos de sumar otra docena de golpes colocados en Centro y Sudamérica.
La historia de los golpes de Estado en Venezuela ha sido la historia misma de aquel país y fiel reflejo del devenir de América Latina desde que el subcontinente inició sus procesos insurgentes e independentistas. Han sido doscientos años repletos de dictaduras militares (principalmente de derecha, aunque una que otra de ‘izquierda’), guerras civiles e internacionales, e intervenciones por parte de los Estados Unidos. La palabra ‘independencia’, desgraciadamente, le ha quedado grande a Latinoamérica. También de manera desgraciada, al imperialismo estadounidense nunca le han faltado aliados al sur del Río Bravo hasta llegar a la Patagonia.
Con sangrientos alzamientos o con métodos pseudo legales, los grupos de poder (medianamente respaldados por el ‘pueblo’) han buscado cambiar el rumbo de Venezuela en reiteradas ocasiones. El siglo XIX vio pasar tres golpes de Estado, en 1835-1836 (por liberales Bolivarianistas), en 1858 (por conservadores) y en 1899 (por liberales).
El caótico siglo XX, observó nueve golpes: 1908 (que inauguró una brutal dictadura hasta 1935), 1945 (orquestada por una variopinta alianza), 1948 (dirigido por el Ejército), 1958 (con una Junta Cívico-Militar a la que, paradójicamente, se le atribuye el inicio de la ‘democracia’ en Venezuela), 1961 (sublevación militar), 1962 en mayo (insurrección militar), 1962 en junio (conspiración y alzamiento militar con supuestas ligas con el Partido Comunista de Venezuela), 1992 en febrero (intentona de levantamiento por militares de izquierda, entre ellos Hugo Chávez) y 1992 en noviembre (intento de golpe de Estado cívico-militar, también con ideas de izquierda).
El siglo XXI -ya con el caudillo exgolpista Hugo Chávez en el poder-, en abril de 2002, con un intento de derrocamiento por parte de militares y civiles, que llevó a un “vacío de poder” durante varias horas. Y, hace unos días, nuevamente se hizo ‘honor’ a su historia, repitiendo el camino de la intentona golpeadora. La ‘democracia’, como se observa, ha brillado por su ausencia.
Este último episodio del 22-23 de enero, que sí tiene tintes de golpe de Estado, se está escribiendo en estas difíciles horas, tras una polémica autoproclamación como presidente interino por parte de un político de oposición perteneciente a la Asamblea Nacional, sin ningún fundamento legal, pero que inmediatamente -de igual modo, sin legalidad alguna- fue apoyada por varios gobiernos del continente, como Canadá, Colombia, Paraguay, Argentina, Brasil y, no faltaba más, por Estados Unidos.
El panorama es complejo: Trump y el Grupo Lima, autoproclamados paladines de la ‘democracia’, ansiosos de recuperar el petróleo… perdón, la ‘libertad’ de Venezuela; el gobierno de México, rescatando la Doctrina Estrada, que promueve el diálogo, la no intervención, la autodeterminación de los pueblos, la solución pacífica de las controversias y el respeto a los derechos humanos; Maduro y sus aliados, con Cuba, Bolivia, Nicaragua, Rusia y no muchos más, que insisten en su supuesta y desgastada ‘legitimidad’; la heterogénea oposición venezolana con muchos pies pero poca cabeza, con sectores dispuestos a apuñalar su blandengue democracia con tal de ver la caída del dictador, sin tomar en cuenta que las ‘democracias’ impuestas desde la Casa Blanca, jamás han sido tales.