Opinión

“Científicos” sociales y el síndrome del “haiga sido como haiga sido”

Por: Ángel Balderas Puga

Dada la polémica postelectoral sobre las pasadas elecciones presidenciales me parece importante regresar sobre algunos puntos fijos que vuelven a emerger en debates en diferentes medios (televisivos, radiales, impresos, electrónicos, etc.) de las elecciones de 2006, pues la actitud de muchos es avalar los resultados de las elecciones de 2012 “haiga sido como haiga sido” (palabras textuales de Felipe Calderón en 2006).

Ciencia social vs “científicos” sociales

Algunos “científicos” sociales insisten en contradecir con sus dichos la categoría de ciencia y, desgraciadamente, dada su falta de rigor, agravian a las mismísimas ciencias sociales (así, sin comillas) conduciéndolas al desprestigio. Se denigran a sí mismos, a sus propias profesiones y a las instituciones académicas donde trabajan o donde han estudiado. Naturalmente, con diferentes matices, existen desde los más burdos, cuyo modelo podrían ser los “opinadores” televisivos, por ejemplo, los del programa “Tercer Grado” de Televisa hasta los que actúan de buena fe pero que exhiben poca seriedad a la hora de profundizar en sus estudios y análisis.

Cuando hablo de científicos sociales me refiero a intelectuales, académicos, profesores universitarios o investigadores en ciencias sociales. Las comillas están reservadas para aquellos que demeritan la noble profesión de los estudios sociales como en el caso del presidente del IFE, Leonardo Valdés Zurita.

Eso pasa por no leer

A los académicos de ciencias sociales les sigo recomendado la lectura, en caso que no lo hayan hecho, de tres trabajos que me parecen fundamentales para que reflexionen sobre su propia práctica cuando analizan resultados electorales.

El primero es el artículo “Científicos y la crisis electoral” de 2006 de Julio Boltvinik, de El Colegio de México (La Jornada, 21/07/06). Se puede consultar y descargar de Internet. Es la primera gran autocrítica desde las ciencias sociales a las carencias de análisis cuantitativos por parte de académicos de esa área del conocimiento. Boltvinik afirmaba ya, hace seis años, que “los científicos sociales, incluidos los expertos en asuntos electorales… han estado callados sobre el detalle de los resultados. Ninguno se ha metido a analizar, sin embargo, las cifras y su viabilidad”. Lo anterior, a diferencia de los análisis hechos por físicos, matemáticos e ingenieros, entre otros.

El segundo es el libro 2006, ¿Fraude electoral? Estudio de las anomalías de la elección presidencial (Editorial Doble Hélice 2009, www.doblehelice.com.mx), del doctor en física, profesor de la Universidad de Texas, en El Paso, Jorge Alberto López Gallardo. El libro es un compendio de los estudios de decenas de académicos, mexicanos y extranjeros, que pusieron de relieve una serie de anomalías en el comportamiento de los datos de la elección de 2006. Muchos de ellos, pidieron explicaciones al IFE, el que por supuesto, luego de seis años, nunca ha contestado ni ha permitido el acceso a los datos originales (las boletas electorales). Incluso ofrecí regalar algunos ejemplares a profesores de ciencias sociales pero nadie se acercó por un ejemplar.

El tercer trabajo es el libro La cocina del Diablo. El fraude de 2006 y los intelectuales de Héctor Díaz-Polanco. Este libro es otra autocrítica demoledora desde las ciencias sociales en donde el autor evidencia las carencias o la mala fe en los análisis de muchos “científicos” sociales.

La “solidez” del conteo rápido

En dos ocasiones, en este mismo espacio de Tribuna de Querétaro, nuestro compañero Luis Alberto Fernández ha manifestado una fe absoluta en uno de los instrumentos que usa el IFE para determinar quién gana una elección, en el número 627 afirma que se trata de una medida “muy segura” y que “desde el punto de vista matemático es muy sólido” y en el número 629 afirma “repito: el conteo rápido es una vía sólida para determinar quién tuvo más votos”.

Los análisis de las elecciones de 2006 (ver el libro de López Gallardo) demostraron fehacientemente que el conteo rápido no es una medida confiable más allá de su validez teórica. En su libro, considerando diferentes hipótesis y todos los trabajos analizados, López Gallardo concluye que Andrés Manuel López Obrador (AMLO) ganó las elecciones de 2006 con una ventaja que va desde los cien mil hasta los cuatro millones de votos. Su estimación personal, basada en los resultados de las casillas inconsistentes, es una victoria de AMLO sobre Felipe Calderón por un millón y medio de votos. Si estos números parecen exagerados, es necesario recordar que, en noviembre de 2006, el doctor Miguel de Icaza Herrera (entre otras cosas, jefe de Ingeniería Molecular de Materiales del Centro de Física Aplicada y Tecnología Avanzada de la UNAM, campus Querétaro) demostró en su estudio “Determinación estadística del número de votos introducidos ilegalmente en la elección del 2 de julio de 2006” que el número de votos introducidos de manera ilegal fue de poco más de tres millones 700 mil votos.

Si el conteo rápido, como debiera ser, reflejara los resultados reales (no los manipulados por el IFE), en 2006 habría dado como ganador a López Obrador. Con ese antecedente, ¿por qué se debería confiar en el conteo rápido de 2012?

anbapu05@yahoo.com.mx

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