La necesaria existencia del INAI

Los ataques del presidente de la República Andrés Manuel López Obrador al Instituto Nacional de Acceso a la Información (INAI), están basados en falacias o en la franca mentira.
Con su animadversión a este instituto AMLO revela su talante autoritario, su ignorancia y su absoluto desprecio por los derechos de los ciudadanos. Como es su costumbre, el presidente utiliza argumentos que resuenan entre su base de seguidores, pero que no se sostienen desde los datos, la realidad o el diseño institucional.
El jefe del ejecutivo alega que el INAI no ha servido para combatir la corrupción, como si la función de este órgano autónomo fuera esa, y no la de garantizar la trasparencia, el acceso a la información y la protección de datos personales. Si bien es cierto, la visibilidad de datos constituye frecuentemente el punto de partida para investigar actos de corrupción, por si sola no puede erradicarla; existen hoy más que nunca, garantías de impunidad para los miembros del sistema y defensa directa del presidente a los funcionarios infractores cuando provienen de su partido o gabinete.
La corrupción es un mal endémico difícil de erradicar, su extinción depende, no sólo de la disponibilidad de información, sino de la voluntad política y la eficacia del sistema judicial. Trasferir esta enorme responsabilidad al INAI es argumentar de manera tramposa y falaz, es construir una narrativa apostando a la ignorancia y a la polarización para deshacerse de una institución que al presidente le resulta incómoda.
El jefe del ejecutivo implementa una narrativa para la cual recurre a diferentes herramientas retóricas. Aunado a la inutilidad que atribuye al instituto, atiza el enojo de sus bases a partir de un supuesto derroche presupuestal que no permite la necesaria austeridad franciscana que pregona. Los mil millones destinados al INE como presupuesto anual escandalizan a un presidente que minimiza actos de corrupción como el de SEGALMEX, que involucró 15 mil millones de pesos, cifra récord en la larga y nutrida historia de corrupción en nuestro país. El presidente Intenta ahorrar a costa de los derechos ciudadanos y de las instituciones que los garantizan, pero no se inmuta ante el saqueo que funcionarios de su gobierno llevan a cabo con total impunidad. El turismo de lujo del secretario de Defensa, Luis Crescencio Sandoval y su familia, no le merece mayor comentario que “¿cuál es el problema?”.
El presidente no considera necesaria la rendición de cuentas, le resulta inútil y ociosa la información que no sale de su mañanera, y le tiene sin cuidado la protección de datos personales de los ciudadanos. El INAI es un organismo que contradice su descripción idílica de la realidad nacional y su versión de corrupción cero en su administración. Los datos que gracias al INAI recuperan periodistas, organizaciones civiles y académicos han permitido desvelar tramas de corrupción y malas prácticas de gobiernos de todos los partidos. Sin embargo, el presidente quiere erradicar esta fuente de escrutinio a su gobierno, esta garantía ciudadana que permite conocer los abusos en la administración pública y ejercicio de gobierno.
El INAI es un logro ciudadano que costó años institucionalizar, su erradicación por parte de López Obrador implicaría un enorme retroceso en cuanto a derechos ciudadanos, diseño institucional y calidad de la democracia. Sin argumentos válidos, el presidente recurre una vez más a la mentira, la violencia verbal y la calumnia. En el mundo ideal del presidente, la mañanera es la suprema e incuestionable fuente de datos y verdades por lo que los ciudadanos no necesitan saber nada más que lo que él tenga para compartirles: para qué instituciones que garanticen la rendición de cuentas, si desde su púlpito el comparece ante los mexicanos mañana, tras mañana.
La embestida de López Obrador contra los organismos autónomos constituye la expresión más destructiva de su autoritarismo y su convicción por desmantelar la democracia que tanto alude cuando así le resulta conveniente. Ante la acción del populismo depredador, lo único que queda es la organización ciudadana y la defensa civil de las instituciones.