Danza, baile y slam

Luchar en la tierra de Zapata

En estos años Samir Flores, campesino, luchador comunitario y defensor de derechos humanos, fue uno de los opositores a los megaproyecto que hasta los últimos días puso literalmente el cuerpo para cuestionar los argumentos que enaltecen el progreso sin considerar las afectaciones a la vida, no solo a la humana, sino de flora, fauna, agua y aire.

La madrugada del 20 de febrero de 2019, fue asesinado Samir Flores Soberanes, afuera de su casa en Amilcingo, Morelos. Desde el 2012, el Frente de Pueblos en Defensa de la Tierra y el Agua (FPDTA) se ha opuesto al Proyecto Integral Morelos (PIM) que incluye una termoeléctrica en Huexca y un gasoducto, este año el megaproyecto ha vuelto a ser tema de discusión a nivel nacional que será llevado a consulta.

Amilcingo pueblo de Morelos hace parte del FPDTA, ha hecho frente a la usurpación, violencia, represión y desprecio, operado en su momento por Graco Ramírez y su Mando Único; durante el sexenio de Peña Nieto mantuvieron una oposición clara a las verdades históricas solidarizándose con familiares de los 43, exigiendo de liberación del Yaqui Mario Luna, y la crítica a la Reforma Constitucional de Telecomunicaciones de 2013 que al mismo tiempo que reconoce a las radios comunitarias limita su libre acceso.

Los habitantes de Amilcingo impulsan procesos organizativos y formativos: radio comunitaria Amiltzingo, talleres de derechos humanos, casa de salud para atención y formación, escuela sabatina de formación integral con niños y niñas, talleres de radio, jornadas culturales, la formación de la guardia comunitaria, transmisión de memoria colectiva de las luchas: Jaramillo, Zapata, Vihn Flores, oposición al Plan Puebla Panamá; el pueblo fue una de las sedes en el Festival Mundial de las resistencias y las rebeldías, hace parte del Congreso Nacional Indígena y apoya al Concejo Indígena de Gobierno y su vocera Marichuy.

Opositores a la Reforma Educativa y defensores de la libre determinación de los pueblos ante la identificación de fosas clandestinas en Jojutla y otras localidades de Morelos, se sumaron a la denuncia de los hechos y acompañamiento a los pueblos, luego del sismo del 19 de septiembre de 2017 desde la radio comunitaria colaboraron en el reparto de víveres a las comunidades, así como la exigencia de peritajes transparentes de inmuebles en la zona.

En estos años Samir Flores, campesino, luchador comunitario y defensor de derechos humanos, fue uno de los opositores a los megaproyecto que hasta los últimos días puso literalmente el cuerpo para cuestionar los argumentos que enaltecen el progreso sin considerar las afectaciones a la vida, no solo a la humana, sino de flora, fauna, agua y aire, enfatizando los peligros que implica un gasoducto a las faldas de un volcán, pasando bajo casas y milpas, los riesgos y afectaciones a las poblaciones campesinas con la termo de Huexca.

El pasado 10 de febrero, el ejecutivo federal en Cuatla, Morelos llamó a quienes se oponen al PIM “radicales de izquierda, que para mí no son más que conservadores” palabras que en un territorio en conflicto se vuelven actos. La ejecución de Samir se inscribe en la continua ofensiva a los pueblos indígenas, se suma al ambiente enrarecido que dificulta las posibilidades de dialogo y análisis para poner como mensaje la aniquilación para continuar sus planes.

Su ejecución apunta a sortear retos de caras ambivalentes y fusionadas, por un lado la necesidad de mantener la crítica a las diferentes instancias gubernamentales luego de seis años de desgaste donde la figura de Enrique Peña Nieto no requería el ejercicio analítico porque el ataque a su figuraba condensaba diferentes posturas y las hacía pasar como unidad; por otro lado el deseo de mantener una ilusión mesiánica sobre la nueva administración donde cualquier opositor es blanco fácil de millones de descalificaciones sin revisar las condiciones particulares de cada lugar; se suma la contradictoria imagen de la indígena vuelta mercancía y los pueblos organizados despreciados y estigmatizados.

Hoy, señalar que la ejecución de Samir fue un crimen de estado parece una herejía, ignorando que las palabras hacen acto, que las violaciones a Derechos Humanos operan por acción, omisión o aquiescencia, es decir, incentivar la polarización social en una zona de conflicto es poner en riesgo la vida de personas concretas, como si el ejecutivo federal hubiera pagado una cuota de “bondad” con la cancelación del Nuevo Aeropuerto de la Ciudad de México y con ello tuviera carta libre para no respetar la libre determinación de los pueblos, para incentivar el odio en pequeñas regiones ya de por sí inmersas en una vida diaria donde el crimen organizado y la persecución política cobran cada día vidas concretas que toman la forma de desaparición, ejecuciones extrajudiciales, trata de personas.

La ejecución de Samir es un mensaje en distintas claves para pensar los planes de desarrollo cimentados en mega proyectos donde los pueblos indígenas no son escuchados, sirven para hacerles enemigos comunes de la nación, versión reeditada de la encarnación del mal con rostro de atraso y conservadurismo. En eso tal vez AMLO no se dio cuenta de la verdad que entrañaron sus palabras, los radicales de izquierda son conservadores, conservadores de la vida en todas sus formas, de la dignidad y la libertad en tiempos de calma turbulenta. Queda la tarea de construir una plataforma analítica, caminar a un ejercicio de pensamiento sin complacencia.

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