El último arrebato

Árbitro discreto

Don Fernando Zertuche Muñoz formó parte del primer consejo ciudadano del Instituto Federal Electoral y, en un período crucial del proceso democrático, entre 1997 y 2003, se desempeñó como Secretario Ejecutivo del hoy Instituto Nacional Electoral. Cuando murió, hace dos años, el pleno del Consejo General del INE, de pie, le dedicó un minuto de silencio.

Entre los oradores, los consejeros Lorenzo Córdova y Ciro Murayama, le dedicaron dolientes palabras de reconocimiento, y su sucesor Edmundo Jacobo Molina ponderó “su juicio ilustrado y ponderado”. Convenientemente, los tres omitieron un aspecto central en la idea que don Fernando tenía del papel que corresponde a la autoridad electoral en medio del juego electoral.

Don Fernando no sólo decía que a la autoridad electoral le correspondía un papel de árbitro discreto, actuaba ese papel como una función de Estado que era necesario prestigiar y dignificar. No sólo era atento y respetuoso con sus interlocutores, era conciliador en su trabajo político y, como cabeza de la estructura operativa, era muy eficaz y ajeno a los aspavientos. Su talante y su personalidad suave y circunspecta, los pude apreciar en un par de ocasiones en mi paso por el ámbito electoral.

A imagen y semejanza de Vicente Fox cuando a punto de dejar la presidencia soltó que como él ya iba de salida podía permitirse decir burradas, Córdova y Murayama, plantados ya en la puerta de la calle, han tocado extremos no vistos en esa función de Estado. No sólo enlodaron su uniforme de árbitros, entraron al terreno de juego y han pateado el balón con gozo singular. Con todo y el silbato en la mano, se han comportado como los peleoneros de la cancha. Han incurrido no sólo en parcialidad, sino en distorsiones discursivas muy próximas a la mentira beligerante, comprensible entre los antagónicos, pero jamás admisible en un árbitro. Pienso que dejarán una institución lesionada en su confiabilidad.

Se irán en abril entre vítores de los partidos que forman la coalición del Antiguo Régimen en Resistencia, que no ha sabido ganarse el legítimo título de “oposición” y se pretende portavoz única de la “auténtica ciudadanía”. Silenciadas por medios alineados a la narrativa “opositora”, han carecido del eco suficiente algunas voces críticas que prevalecen dentro del INE, como la del contralor interno y la de la consejera Carla Humphrey, que han cuestionado los excesos y el protagonismo de los dos consejeros mencionados. Ojalá que la nueva composición del Consejo General devuelva al INE su autoridad.

Últimamente, en dos ocasiones el consejero Córdova ha salido en bélica defensa de su subordinado Edmundo Jacobo Molina (el mismo con quien sostuvo aquella conversación denigratoria y racista del pueblo chichimeca) y, en la desmesura, ha dicho que a Jacobo “la democracia le debe mucho”. En realidad, es eso lo que Córdova piensa de sí mismo. Como ya no hay tiempo para que asuman la virtud de la discreción de don Fernando Zertuche, lo que sigue es que él y Murayama firmen su formal afiliación a alguno de los partidos a los que sirvieron o bien convoquen a la formación de uno nuevo, en el cual tendrán asegurado el fracaso.

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