AMLO y la prensa
Llama la atención el intercambio verbal que tuvo López Obrador con Arturo Rodríguez, reportero del semanario Proceso, el pasado 22 de julio, cuando ya sobre el final de su tradicional conferencia de prensa matutina dio pauta a una pregunta final que terminaría por ser la más importante. En el diálogo, el presidente de la República deja ver su visión del periodismo; la cual es una reconstrucción del ideario del periodista del siglo XIX que militaba a favor de una causa y la pluma era su principal instrumento para defenderla. Aparentemente, eso es lo que el presidente concibe como ideal de periodismo.
Sin embargo, mucho se ha discutido al respecto desde los lejanos años del medio siglo decimonónico. Los periodistas seguimos debatiendo cómo concebir al periodismo. ¿Para qué sirve el periodismo? De acuerdo con el libro Los Elementos del Periodismo, de Bill Kovach y Tom Rosentiel, el propósito principal del periodismo es proporcionar a los ciudadanos la información que necesitan para ser libres y capaces de gobernarse a sí mismos. Además, entre otros puntos —los cuales no podemos profundizar aquí por razones de espacio—, destaca que el periodista debe lealtad al ciudadano y debe mantener independencia con respecto a aquellos de quienes informa y ser un control independiente del poder. Claro, estos puntos son debatibles; por ello, el diálogo está abierto y el presidente se ha sumado; aunque soy de los muchos que no comparte esa visión y hago valedero mi derecho a expresarlo públicamente.
El presidente reprocha a Proceso el no portarse bien con él y el reportero responde que no es papel de los medios portarse bien. El presidente cuestiona que los medios solo hacen “analizar la realidad, criticar la realidad, pero no transformarla”, pero nuevamente no coincido: Desde el momento en que ya se cuestiona la realidad, se está dando un primer paso para la transformación de ésta. Decía el maestro de periodistas Vicente Leñero que no es papel de los periodistas dar soluciones, sino mostrar cómo es la realidad.
Al final del diálogo con Arturo Rodríguez, el presidente López Obrador se congratula de que se pueda debatir así, y en eso sí coincido. Que el presidente de la república se haya despojado de esa aura de intocable, casi de esfinge, cuyas palabras son verdades, ha quedado atrás. El presidente, al debatir —aunque a veces parecen mas regaños que diálogos—, rompe con esa tradición del poder que no habla y sólo ejecuta. Es preferible debatir periodísticamente con el presidente a volver al viejo esquema donde a los opositores los amedrentaban con violencia para que dejaran de cuestionar. Aunque, para muchos, que el presidente cuestione a los medios, por el peso de la investidura, ya se convierte en una amenaza: punto sobre el que pudiéramos profundizar en otra ocasión
Y, a todo esto, ¿Qué hubiera opinado el propio Francisco Zarco, uno de los periodistas admirados por AMLO? En un artículo publicado en El Demócrata el 5 de junio de 1850 —recopilado en una antología hecha por Vicente Quirarte y publicada por el Fondo de Cultura Económica—, se puede leer lo siguiente: “la primera cualidad que debe de tener un periódico es la más absoluta independencia y bastante buen juicio e imparcialidad para no declararse partidario ciego ni del que manda ni de los que le hacen la oposición, y para prescindir de toda afección personal y procurar solo el bien del país…”.