Gilberto Bosques Saldívar

México se ha caracterizado por brindar asilo a los perseguidos políticos de todo el mundo; es política de Estado.
Son innumerables los casos en que los embajadores de México se han convertido en héroes. Las historias son innumerables, cada una es digna de encomio y reconocimiento.
En 1939, cuando la República Española caía ante el embate franquista y la guerra se cernía sobre el resto de Europa, el presidente Cárdenas nombró a Gilberto Bosques Saldívar cónsul general en París. Su misión real era convertirse en un enviado personal del presidente de México, en Europa.
Su primera misión era defender a los mexicanos residentes en España y en Francia cuando estalló la Segunda Guerra Mundial, pero no nada más apoyó a sus paisanos, sino a españoles republicanos que huían a Francia de las tropas de Francisco Franco.
El número de personas que buscaban el apoyo del cónsul fue de tal magnitud que Bosques alquiló dos castillos, el de Reynarde y el de Montgrand, para convertirlos en centros de asilo mientras se arreglaba su salida hacia México. Entre 800 y 850 perseguidos políticos de distintas nacionalidades fueron alojados en uno de ellos, mientras que en el otro quedaron 500 niños y mujeres. Poco a poco fueron saliendo los exiliados, a los cuales el gobierno mexicano les ofreció la nacionalidad mexicana.
Bosques enfrentó a las autoridades españolas que buscaban la extradición de españoles que esperaban salir de Francia y con abogados españoles y franceses los defendía.
En 1940 el embajador de México en Francia, Luis I. Rodríguez, logró un acuerdo con la Francia de Vichy, nombre con el que informalmente se conocía al régimen del mariscal Philippe Pétain, colaboracionista de los nazis; el acuerdo consistía en que Francia se comprometía a respetar a los españoles que estaban en su territorio siempre que no hubieran cometido crímenes o delitos de derecho común, por los cuales podrían ser extraditados.
Al ser ocupado Paris por los alemanes, la embajada de México se trasladó a Marsella, donde el embajador y el personal diplomático fue hostigado por autoridades francesas pro alemanas. Dadas las circunstancias cada día más difíciles, el gobierno mexicano rompió relaciones con la Francia de Vichy. Fue Gilberto Bosques quien presentó la nota de ruptura.
Y violando todas las normas diplomáticas, el consulado fue tomado por asalto por tropas de la Gestapo, la policía secreta de la Alemania nazi; confiscaron documentos y dinero.
El cónsul Bosques, su familia (esposa y tres hijos), junto con el personal del consulado, fueron aprehendidos y llevados a un hotel-prisión del pueblo alemán de Bad Godesberg.
En el gobierno del presidente Manuel Ávila Camacho se logra la liberación de Bosques, su familia y del personal del consulado por medio de un canje de alemanes que estaban presos en Perote, Veracruz.
Gilberto Bosques y su familia regresaron a México en marzo de 1944. A su llegada a la estación del ferrocarril en Buenavista, procedente de Veracruz, fue ovacionado por decenas de personas a quienes les otorgó documentos que les salvaron sus vidas.
La defensa de cientos perseguidos políticos le fue reconocida por el gobierno de Austria el 4 de junio de 2003, al imponerle su nombre a una de las calles de Viena.
Y los nostálgicos recuerdan a un hombre ejemplar: Gilberto Bosques.
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