Tigres de Papel

Ómicron: la batalla por la verdad

Ahora que los medios de comunicación en todo el mundo se han convertido en auténticos agoreros del desastre y amenazan de una y mil maneras con el advenimiento del cuarto jinete del apocalipsis, perdón, quise decir la cuarta oleada de la pandemia del coronavirus, ahora con la variante denominada Ómicron (mi hijo me dice que planean agotar el alfabeto griego y no es un mal chiste), me resulta a todas luces absurdo que lo hagan en el momento en que los contagios de las otras variantes han descendido abruptamente y la sociedad, por fin, está despegando y hemos reiniciado actividades presenciales en todos los órdenes.

¿Por qué justamente ahora cuando parecía iniciar la tan cacareada “nueva normalidad”, es cuando desatan la advertencia de una cuarta oleada? Lo anterior me llena de sospechosismo, ¿a usted no? Lo que planteo, a modo de hipótesis, (y no soy el único) es que se les acaba el pretexto para que los poderes fácticos supranacionales que, a través de las grandes empresas farmacéuticas, sigan ejerciendo un férreo control social sobre la humanidad entera la cual, como borreguitos amaestrados, va directo al desfiladero de la sumisión total. ¡Habrase visto!

Además, ni siquiera hay pruebas “científicas” contundentes de que la nueva variante tenga efectos muy graves para la salud, incluso, la propia presidenta de la Asociación Médica de Sudáfrica, el epicentro de esta nueva oleada, Angelique Coetze, afirmó que se entró en un “pánico innecesario” ante la nueva variante Ómicron, cuyos síntomas son “extremadamente leves” (La Jornada, 29/11/21). También escuché al periodista Ricardo Rocha, alertar sobre los “posibles riesgos” de esta variante, “aunque aún no está comprobado del todo si sus efectos son muy graves o no lo son tanto”, pero que lo importante es prevenirlo a tiempo, antes de que sea demasiado tarde.

Me pregunto, ¿esa es la labor de un periodista ético y profesional? ¿Causar alarma antes de saber a ciencia cierta si estamos ante un grave peligro con ómicron? ¿Ser pregoneros del desastre? ¡Vive Dios que no comprendo! Esa ha sido la tendencia dominante en estos 21 meses que llevamos de pandemia, se trata de una cobertura informativa mundial in extenso y permanente, a través de un bombardeo indiscriminado muy incisivo, estridente, por parte de los medios de comunicación, que se han empeñado en reproducir íntegramente, y sin discusión alguna, el discurso hegemónico de la Organización Mundial de la Salud (OMS) y de las grandes plataformas digitales, el imperio de Silicon Valley, creando lo que denominamos como “terror sanitario” y del cual seguimos padeciendo sus consecuencias. ¡Y lo que falta!

Insisto, no soy negacionista, la pandemia, sembrada artificialmente o no, existe como tal y ha causado un daño muy severo a toda la humanidad. El gran problema es que se ha magnificado de un modo exorbitante, justamente para desatar esa emoción que acorrala al ser humano y lo convierte en una creatura indefensa y servil: el miedo. En efecto, padecemos la pandemia del miedo, la que nos inmoviliza y nos condena a una obediencia ciega a todas las imposiciones sanitarias habidas y por haber, no sólo al cubrebocas, al gel, tomar la temperatura y la sana distancia, que pueden tolerarse. Si no, a la restricción más severa de todas: la pérdida de la libertad. El control social en su máxima expresión, ha triunfado.

A quien no se somete a los dictados del terror sanitario se le condena a través de la sanción moral e incluso penal; y no se diga de aquél que se niega a vacunarse contra el coronavirus por las razones que sean, a esa persona se le estigmatiza de múltiples maneras, se le tacha de antivacunas, de irresponsable, porque atenta contra la salud de los demás, cuando el discurso es exactamente al revés: quien se vacuna ya está protegido ¿o no?, quien está en una situación vulnerable, desde la lógica de ese discurso es el que no se ha vacunado. Entonces, ¿a qué le temen los vacunados? ¿A sus propios miedos? ¡A sí mismos!

Ahora viene con todo, una nueva oleada de amenazas, no es la de la variante ómicron que según diversos reportes es muy leve, y lo que propone la Red Mundial de la Salud es aberrante: se trata de la intimidación a través de exigir el cierre de las fronteras, restricciones de viajes a países sospechosos, expandir el rastreo de personas que tuvieron contacto con posibles contagiados y, el colmo, introducir una cuarentena universal y hacer varias pruebas de detección del Covid-19 a todos los viajeros. ¿A qué les suena esto? ¡Acertó! Seguramente usted recuerda la genial novela “1984” de George Orwell, pues ese totalitarismo que describe, lo padecemos ahora con el fascismo sanitario actual. Estamos viviendo la más cruda historia de ciencia ficción de todos los tiempos. La pesadilla orwelliana se hizo realidad y todo parece indicar que no queremos despertar.

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