Creerles, imposible
Por: Daniel Muñoz Vega
Entre el 1° de diciembre de 2000 y los 12 años subsiguientes, parece que hubo un tremendo paréntesis en la historia contemporánea de este país, en el cual le cortaron las piernas a la democracia entre elecciones robadas, compradas y entre un cementerio descomunal por la fallida estrategia militar de Felipe Calderón. La irracionalidad de cualquier panista podría decir que hoy México es mejor que hace 12 años. Yo les diría que padecen locura. Hoy México no es mejor que hace 12 años porque sencillamente hoy México está nuevamente gobernado por el PRI.
El PRI compró la Presidencia de la República: compró la voluntad de los medios de comunicación masiva, que al final se terminaron imponiendo al fenómeno de las redes sociales; compró casas encuestadoras, compró la voluntad de la gente lucrando con el hambre: Soriana y Monex quedarán para la historia.
El PRI que regresó con sus mañas de siempre, nos pide el beneficio de la duda. El PRI regresó con el gas lacrimógeno desenvainado y las vallas lo más altas posibles para alejar la legítima protesta contra su imposición. El PRI regresó con sus halcones para reventar la libre manifestación. El PRI regresó con todo lo peor de sí, pero con un pacto bajo la manga para hacernos creer que ya cambiaron. No se emocionen, el PRI que regresó, es el de siempre.
Ahí está Peña Nieto Presidente, valiéndose de la desmemoria de un pueblo, causada por la excesiva comunicación social que nos ametralló con spots televisivos; a muchos les hicieron creer que vivían en un país democrático, donde al final de cuentas cabía nuevamente el PRI.
Peña Nieto logró imponerse como Presidente mas no posicionarse como tal, para ello tiene que acudir al recurso de la legitimación que no logró en las urnas, por medio de un pacto, el cual logra que firmen las tres principales fuerzas políticas.
El pacto por México parece ser la redacción perfecta de lo que debimos comenzar a hacer hace 20 años. El pacto por México redacta las ideas que en diferentes momentos de la historia contemporánea, las diferentes fuerzas políticas se han negado a impulsar por defender sus propios intereses. ¿Por qué tendríamos que creerles ahora? Tengo el pleno derecho como ciudadano de no darles la tregua del beneficio de la duda, más cuando el PRI hipotecó el futuro para hacerse de la Presidencia. Tengo el derecho como ciudadano de negarle el apoyo a un plan firmado por una clase política que de pronto, a partir del 1° de diciembre, pretende hacernos creer que es una clase política diferente. Que ellos nos den el derecho de no creerles, razones nos sobran.
El PRI tiene que pagar las cuotas de los apoyos como lo hacía antes, como lo hizo Felipe Calderón para poder gobernar. Ahora dicen que acotarán a los poderes fácticos en la magnífica redacción del pacto, cuando la propia naturaleza de su asunción al poder les haría imposible eso. Entiendo perfectamente que el PRI y el PAN firmen un pacto de simulación, pero se me hace absurdamente ridículo ver a la izquierda, lo que queda del PRD, prestarse a firmar un documento que garantiza oxígeno a Peña Nieto en su tremenda necesidad de legitimación.
A estas alturas del partido, si el PRI tuviera las más mínimas intenciones de cambiar la forma de hacer política, no armaría toda una parafernalia para la firma de un pacto del cual no tienen margen de cumplir por sus compromisos adquiridos.
La legitimación del actuar político, en un país lastimado por la inmensa corrupción e impunidad, comenzaría por hacer cuentas, por lo menos, con el pasado reciente, materia prima hay de sobra, ahí está Moreira y García Luna por mencionar a dos peces gordos.
La realidad es que los grandes y lastimosos problemas de México serán tratados por el nuevo gobierno, no con acciones concretas, sino con actos de tremenda simulación; la firma de este pacto que no van a estar dispuestos a cumplir, será al paso del sexenio, la prueba irrefutable de que nos habrán tomado el pelo nuevamente, y con ese panorama, se echarán la bolita las diferentes fuerzas políticas para culparse de su incumplimiento.
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