Crónica de un outsourcing (Basado en una (mi) historia verdadera)
Por: Jorge Antonio Torres Anaya
Hola, Soy Antonio. Sí, yo trabajé en un outsourcing, de esos que pretenden legalizar con la nueva reforma laboral propuesta por Felipe Calderón.
Durante cuatro años de mi vida asistí cada fin de semana a una tienda de una empresa transnacional gringa. En este edificio yo trabajé cuatro, ocho o 12 horas por día, dependiendo de la cantidad de horas dispuestas por los distintos distribuidores para que empleados como yo hiciéramos demostración y degustación para fomentar la compra de productos distintos. Algún fin de semana podrían ser cereales, otros dulces. A veces podría estar parado durante ocho horas tratando de venderle a la gente lo maravilloso de un producto para limpiar pisos o que adquirieran un filtro de agua de miles de pesos.
Llegué a conocer a compañeros que pasaron dos años esperando un bono “por productividad” de un proveedor. Estos bonos nunca llegaron porque no figuraban en ninguna lista de la empresa que producía máquinas de café. Nadie figuraba en la lista de ninguno de los proveedores de esta tienda de esta cadena transnacional, y mucho menos figurábamos para ser considerados como empleados de esta última.
Éramos/son empleados de “segunda mano”. Si un gerente lo deseaba, podía hablar con nuestro líder de demostradores y hacernos correr si un comprador se quejaba de nuestra presentación o de la insistencia con que lo abordábamos para vender los diferentes productos. Y teníamos penalizaciones por llegar tarde por cinco minutos y nuestra hora de comida no era durante nuestro tiempo laboral. ¿Por qué tendría que haber tiempo de comida para un día laboral de cuatro horas pagadas 24 pesos con 20 centavos cada una?
La empresa mexicana para la que laboré cada fin de semana durante cuatro años hoy tiene otro nombre. Sigue conservando a sus gerentes y dueños, pero cada año cambia de razón social y nos hacían firmar nuevos contratos de los cuales nunca me permitieron una copia, a pesar de que lo solicité. En la práctica, estos contratos se firmaron sólo cada vez que había cambios, pero para la empresa y sus abogados yo firmaba cada fin de semana, apegándome únicamente a las horas que “me daban” y durante las cuales contaba con seguro social. Fuera de ellas yo podía accidentarme o morir sin derecho a asistencia médica.
Durante “temporadas fuertes” podía yo ser empleado hasta por 12 horas seguidas con sólo 30 minutos para comer (sin que los proveedores se enteraran que les “tomábamos” esos minutos de su demostración). Eso me podía dar 24 horas de trabajo en un fin de semana de sábado y domingo (48 horas), con la posibilidad de cobrar poco menos de 600 pesos.
En estas fechas y con la excusa de “poner en las leyes una actividad que ya se pone en práctica”, los legisladores pretenden realizar reformas a la Ley del Trabajo. Estas modificaciones contemplan no sólo el establecimiento legal de la figura del outsourcing, sino que también pretenden olvidar cientos de años de luchas por parte de los trabajadores para tener derecho a asociarse, a generar antigüedad, a tener apoyo para tener vivienda, a recibir capacitación y adiestramiento por parte de la empresa, a tener aguinaldo, etcétera.
Y yo me pregunto: ¿Es el mexicano quien quiere estas modificaciones? Lo dudo. Y es necesario que salgamos a defendernos en contra de este intento por violentar nuestro trabajo.
Además opino que se debe de respetar la libertad de expresión en los medios de comunicación, legislarse adecuadamente sobre los derechos indígenas, evitar que los grandes capitales se involucren en nuestras elecciones y dejar de disfrazar el fraude electoral desde los medios. #YoSoy132
@AntonioTorresA
antoniotorresanaya@gmail.com
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