De la democracia a la demagogia
Por: Rodrigo Chávez Fierro
www.chavezfierro.com
PARA DESTACAR: Dos trampas ahogan las democracias actuales: la corrupción y la violencia. Sobre la corrupción, la misma se refleja en una erosión de los cuerpos de representación social: aquellos que elegimos pero caen en la tentación de la apropiación de los recursos públicos.
La construcción de lo que conocemos como Estado democrático, incluyente y respetuoso de los derechos humanos, no solo ha tomado muchas décadas y siglos, sino que fue necesario el sacrificio de millones de personas particularmente durante la Segunda Guerra Mundial.
No obstante, como bien apunta Antonio Navalón (‘El País’ 26/07/16) “la historia es clara y nos hace saber que, desde la Gran Depresión, no presenciábamos un espectáculo tan denigrante en la organización social, la estructura política y la validez de la representación popular como ahora”.
Dos trampas, siguiendo con las ideas de Navalón, ahogan las democracias actuales. Por una parte, la corrupción y por otra la violencia. Respecto de la corrupción, la misma se refleja en una erosión de los cuerpos de representación social: gobernantes, legisladores y todos aquellos que elegimos pero caen en la tentación de la apropiación de los recursos públicos, caracterizado por el robo, el abuso y la deshonestidad.
La violencia, sobre todo el terrorismo, cobró fuerza a partir de la mañana del 11 de septiembre de 2001, cuando el ataque a Nueva York considerado la capital mundial de la tolerancia, atentó contra los pilares de la Constitución. Las consecuencias de dicho acto no fueron menores. La llamada Ley Patriótica golpea los cimientos de la democracia estadounidense. Actualmente el fenómeno del terrorismo plantea mayores retos que causan desesperación en las sociedades y falta de comprensión del fenómeno con el agravante que los atacantes no provienen del exterior, se encuentran incrustados en las entrañas de las sociedades.
Esto ocasiona el empoderamiento de partidos xenófobos y movimientos nacionalistas que han llevado ya a la salida del Reino Unido de la Unión Europea y que están por llevar a Donald Trump a la Casa Blanca. Cada vez que un desadaptado con vinculación directa o simple filiación ideológica al Estado Islámico conduce un camión y arrolla a decenas de personas en Niza o toma un cuchillo y agrede a los viajeros en un tren en Alemania, le hacen la campaña a Trump. Y lo más peligroso, de nuevo citando a Navalón: “ganan todos los que han olvidado aquella ocasión en la que la sinrazón y la ausencia de valores éticos y democráticos tuvieron un enorme impacto”.
La corrupción está matando a las democracias; así como la violencia y las malas respuestas para contrarrestarla. Hoy, la discusión pública lo ocupan la sinrazón, los antisistema y el grito primario de la violencia. Si los gobernantes no entienden que son tan responsables como todos los que roban bajo su mando; que la violencia no tendrá fin con la eliminación de un sector de la sociedad o con la prohibición del ingreso a quienes profesan una determinada religión estaremos dando enormes retrocesos con el agravante que las dos guerras mundiales de nada habrían servido.
De concretarse dicho retroceso, esta generación de gobernantes tendría la responsabilidad de haber sepultado y secuestrado la ilusión popular. Concluyendo con Navalón: “cada vez que un político decide robar, le da un tiro de gracia al sistema democrático al que pertenece. Cada vez que un gobernante cambia una ley y anuncia que esta vez sí funcionará, arroja un puñado de tierra sobre la credibilidad pública. Cada vez que no hacemos justicia, creamos las condiciones para que lo peor de cada pueblo salga a flote”.