Opinión

De la expresión de la rabia, a la tarea de construir una nueva Constitución

María del Carmen Vicencio Acevedo / metamorfosis-mepa@hotmail.com

PARA DESTACAR: Con el centenario de la Constitución Mexicana, muchas manifestaciones de rabia social, convocadas simultáneamente en diversos lugares del país, evidencian la forma como nuestra Carta Magna ha sido violada, pervertida y arruinada por la clase en el poder. Algunos incluso se dan el lujo de fusilar simbólicamente a sus principales cabezas, en el Cerro de las Campanas.

Una virtud del veneno de la Hidra capitalista es que genera la sensación de libertad (Hidra es un monstruo de mil cabezas que, al ser degolladas, se regeneran multiplicándose).

Si antaño los pueblos vivían temerosos de expresar su palabra, hoy parece que “todo mundo” puede decir y escribir lo que sea, como sea, sin necesidad de cuidar la sintaxis, sin preocuparse por si son o no comprendidos sus mensajes, sin sentir el rigor de fundamentar lo que se dice, y sin temor a ser sancionado. (El caso de los periodistas críticos, censurados, expulsados de sus trabajos o asesinados, “es excepción y no cuenta, pues merecen la sanción por alarmistas”, explicarían los gobiernos).
Quien cuestione la redacción de los publicistas, o el habla de los locutores comerciales, recibirá de sus iguales el mote de “aguafiestas trasnochado”, o será objeto de burlas, si trae a colación esa vieja advertencia de George Orwell (en su novela ‘1984’), de que en el futuro (nuestro presente) las formas de comunicación se degradarán tanto, que la gente sólo se comunicará en neolengua. Ésta es un código moderno simple, que elimina tanto las palabras abstractas como la gramática compleja, pues resultan “poco entendibles”. Dicha degradación, que no sólo responde al principio de la economía (o a la ley del menor esfuerzo) no es inocua, genera serias deficiencias cognitivas, limitando la acción del pensamiento crítico.
En el maremágnum de información que invade todo espacio, mentir flagrante y contundentemente forma parte del “derecho a la libre expresión”, no sólo de quienes detentan el poder político, económico y militar, sino de muchos que se expresan a través de las redes sociales. En este contexto, es harto difícil distinguir lo falso, de lo verdadero, o saber quién es quién.
Por fortuna, muchos de los engaños que hoy sufrimos son tan groseros, o estallan acontecimientos tan perturbadores, que mantenerse alerta se vuelve inevitable.
Las amenazas de esa vociferante cabeza de la Hidra, llamada Trump y el último zarpazo de esa otra, llamada Peña Nieto (que eleva a la estratósfera el precio de la gasolina), desbordan de nuevo la rabia social, cuando ésta parecía haberse calmado, tras varios años de protesta contra la reforma educativa o la tragedia de Ayotzinapa. 
Con el centenario de la Constitución Mexicana, muchas manifestaciones de rabia social, convocadas simultáneamente en diversos lugares del país, evidencian la forma como nuestra Carta Magna ha sido violada, pervertida y arruinada por la clase en el poder. Algunos incluso se dan el lujo de fusilar simbólicamente a sus principales cabezas, en el Cerro de las Campanas.
Los ingenuos parecen confiar en que tanta alharaca terminará por transformar, ella sola, las estructuras políticas, económicas y sociales dominantes, que han llevado a la ruina. Sin embargo la expresión del repudio no es suficiente, y eso lo saben los cínicos gobiernos a quienes poco preocupa que la gente ruja o queme sus monigotes en leña verde, pues “perro que ladra no muerde”. Esas acciones de libre expresión hasta pueden beneficiar al Estado represor, no sólo por la imagen de democracia que dan, sino por la catarsis que generan. Cuando el populacho vomita toda su furia en un “performance”, la sensación de alivio que gana, puede llevar a segundo plano su necesidad de construir una estrategia efectiva, capaz de desactivar al Gran Poder. En este caso, la libertad de expresión deviene en una herramienta más del control social, por parte del Estado (Chul Han).
Sin dejar de reconocer el gran paso que dieron los pueblos de México, al publicar su descontento, la destrucción de la Hidra, requiere de algo más: Que el pueblo sea capaz de transformar su Constitución (conformación) vital. Por tal, no me refiero tanto a la redacción de un nuevo libro, sino a la transformación radical de las formas de ser, de relacionarse, de organizarse y de gobernarse de los pueblos que conforman nuestra nación.
Después del primer paso, viene un arduo trabajo que habremos de emprender.

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