Opinión

De las Crisis, los excesos de confianza y las tareas

Por: Manuel Guzmán Treviño

 

“…como podemos observar, parte de esta negatividad es, sin lugar a dudas, la constante falta de presupuesto para el quehacer universitario; pero también queda claro que la UAQ nunca ha claudicado ante estos problemas, nunca ha esperado la magnanimidad gubernamental para desarrollarse y ofrecer lo que ahora tiene: la mayor educación media y superior del centro de la República…Nos parece claro que el proyecto UAQ sigue vivo y es más necesario ahora en nuestro Estado…”

Carlos Dorantes

En 1978, la resolana despiadada e impune se colaba al salón de clase que contiene a la última generación de Psicología General (1974-1978); en ese momento, entre las cuatro y cinco de la tarde, se toma el seminario titulado ‘Deontología Psicológica’ impartido por el Dr. Carlos Dorantes González. Resulta inevitable lidiar con el sopor calorífico y la obligatoriedad de seguir sin distracción la retórica del neoliberalismo y la globalización (temas nuevos en esa época) que el Dr. Dorantes versaba en un perfecto espanglish que, según contaron, provenía de la North Eastern University.

Cualquier estímulo podría sacarnos de ese momento que intenta hacerse un espacio de concentración y aprendizaje. Nos dejamos llevar navegando sobre el vals de las que las palabras del Dr. Dorantes nos pretendían llevar; de pronto, desde fuera del salón, se escuchó de manera insolente la maniobra de lo que la mayoría suponemos es un camión de refrescos que está tratando de estacionarse. Digo, podría ser también cervecero ¿no?

Hasta ahí, se podría decir que “Todo marcha normal”, el ruido de la calle solo es un incidente cotidiano e insignificante que distrae a un grupo de universitarios que no sabe qué hacer con tanto estímulo en su contra”, sin embargo, el Dr. Dorantes hace que aquello intrascendente se torne en algo totalmente significativo.

Dorantes inesperadamente suspende su discurso y voltea hacia su izquierda, donde queda la puerta del salón; repite con entonación: “viene, viene…no güey, dale pa´cá, sí…”. Satisfecho de su acto, regresa su mirada al grupo que ya ha dejado de estar envuelto en la abrazadora somnolencia, y sin dejar de gesticular pero ahora, con tono y boato dice: “Ya nos trajeron el nuevo edificio…”.

Risas generalizadas y desamodorramiento; la Deontología, el neoliberalismo y la globalización no dejaron de atenderse, solo que ahora ya se escucha y se pronuncia desde otra perspectiva, cada vez más accesible y comprensible, digamos real y vívida.

El Dr. Carlos Dorantes González, aparte de haber sido mentor, guía y amigo de muchísima gente, puedo decir compartimos, entre muchos otros, un espacio histórico en la vida de nuestra Universidad, específicamente al hecho de ser coescritores del libro ‘50 Aniversario de la Universidad Autónoma de Querétaro: testimonio de cinco décadas’. Al Dr. Dorantes se le propuso escribir sobre la década de los noventa, que titula como “La Consolidación”; a mí sobre los setenta, bajo el título de “Universidad-Sociedad, una relación naciente”.

Pasados los años volví a leer el libro, y al llegar al capítulo del Dr. Dorantes, aparte de remontarme a diversas peripecias vividas, un párrafo llamó mi atención a propósito de los últimos acontecimientos relativos a recortes, crisis, posturas y puentes, me dio la gana de rescatar y emplear tal pensamiento como epígrafe.

Me gustó imaginarme lo que el Dr. Dorantes hubiese esgrimido en el H. Consejo Universitario al proponerse la marcha reciente; también me gustó imaginarme en qué lugar de la marcha estaría él. Fácilmente podría ir al frente o con sus colegas de la Facultad de Ciencias Políticas; más bien lo veía caminando entre el contingente, platicando con sus conocidos recopilando opinión y tomando fotos para su archivo y sus escritos sobre política y sociología de las masas.

El Dr. Dorantes en sí, como su discurso, desde aquella vez que orientó la llegada del Edificio B de Psicología, me han parecido propios de un visionario de su tiempo, no solo por la ocurrencia de transformar un camión de refresco en un edificio Universitario, sino arriesgarse a compartirlo con sus estudiantes generando así un acto educativo al transmitir una lección formativa: piensa un pensamiento, transfórmalo en una idea y compruébala aplicándola en la realidad. Mover un edificio universitario y ponerle el nombre de Facultad, no es cualquier cosa.

Tras leer al Dr. Dorantes, me generó el pensamiento en torno a si sus estudiantes, ahora profesionistas, hemos sabido enfrentar y ejecutar de manera visionaria las estrategias que atenúen las carencias universitarias ¿Qué hemos hecho con los usos y costumbres que difícilmente resultan ser cuestionados? Por ejemplo, los discursos hegemónicos dentro del aula contra la palabra ocurrente y creativa de estudiantes al proponer temas de investigación; adelantar la terminación de semestres y propiciar mega puentes contra aprovechar hasta el último día de clases para dar respuesta a preguntas auténticas.

Ciertamente, como país y centro de estudio de educación superior, una vez más, estamos viviendo una crisis ya conocida para un gran sector de la comunidad universitaria, reforzada por el crecimiento poblacional irrefrenable; el recorte de presupuestos ha sido un fenómeno frecuente, cíclico, enfrentado y remontado, lo que no se ve del todo claro es el cómo pueda dejar de ser y crecer la actitud y tendencia a alimentar la ley del menor esfuerzo así como el culto a propiciar estados de confort que tentadoramente ofertan los puentes semestrales, los lunes feriados y cualquier otra actividad extra académica.

La consolidación de la UAQ queda signada a través de las investigaciones realizadas por docentes y estudiantes, queda sellada también a través de los programas extensionistas atendidos por docentes y estudiantes y el aprovechamiento incansable de docentes y estudiantes dentro del aula es su rúbrica, pero esta es otro capítulo de la historia.

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