Opinión

¿De qué los acusan?

Por: Efraín Mendoza Zaragoza

Para destacar: Fallaron los servicios de la llamada “inteligencia política”, por supuesto. Fallaron las previsiones, falló el cabildeo y falló la desactivación del conflicto. La gobernación es el arte de anticiparse, pues la mejor guerra es la que se evita.   ¿De qué los van a acusar? ¿Qué delito cometieron? Solamente se expresó el enojo de segmentos importantes de la sociedad.

Asombrosamente expedita está resultando la investigación criminal que el Ejecutivo del estado desplegó para desagraviarse a sí mismo. Interesado más en rescatar el principio de autoridad, aplicar un escarmiento e infundir miedo, el gobernador enderezó la máquina del Estado contra los inconformes del primero de mayo: “Es histórico lo que hicieron y no se los voy a permitir… daremos una gran lección”, amenazó al revelar los nombres de varios líderes sociales incómodos, en lo que parece el prólogo de una cacería.

¿De qué los van a acusar? ¿Qué delito cometieron? ¿Qué les van a inventar? Espero que no incurran en el exceso de detenerlos. No hubo un solo vidrio roto. No hubo disturbios. No hubo un solo descalabrado. Solamente se expresó el enojo de segmentos importantes de la sociedad. ¿Gorras y playeras serán presentados como los espléndidos cuerpos del delito? Quien evidenció su desmesura fue el gobernante: al levantarse del presídium en forma airada no sólo mostró intolerancia ante el enojo sino que pretendió ignorar el explosivo coctel de problemas originado por políticas públicas que han castigado a los de siempre.

Esa imagen dando la espalda al malestar social marcará al gobierno de Francisco Domínguez como marcó al gobierno de Ignacio Loyola la persecución de líderes zapatistas, y como marcó al gobierno de Rafael Camacho Guzmán la represión policiaca y los gases lacrimógenos contra estudiantes. Que el primero de mayo se incorporen al desfile los enojados, pertenezcan o no a algún sindicato, no es de ahora. Que la gente grite su cólera es hasta saludable. Recuerdo cómo alguna vez a los pies del presídium encabezado por el gobernador Enrique Burgos un desfilante lanzó un montón de monedas y algunas diatribas. Ese gobernante sabía que el que se enoja pierde.

¿Qué quería el gobierno del estado? Que la gente desempolvara aquellas bonitas pancartas del siglo pasado que rezaban: “Gracias, señor gobernador”. Muchas gracias, perdón por verlo a los ojos. Esos tiempos ya no existen. Por fortuna. Fallaron los servicios de la llamada “inteligencia política”, por supuesto. Fallaron las previsiones, falló el cabildeo y falló la desactivación del conflicto. La gobernación es el arte de anticiparse, pues la mejor guerra es la que se evita.

Al gobernante le falló también el buen humor, desde luego. Cuando al presidente Bush le lanzaron un zapato al rostro hizo gala de buenos reflejos y no reaccionó con ira. Cuando a la señora Hillary Clinton le aplicaron la misma receta se lo tomó con buen humor. Lo mismo hizo el presidente Mariano Rajoy ante un puñetazo. O el colombiano Juan Manuel Santos cuando le fue plantado un pastelazo en el rostro. Cuando a Silvio Berlusconi lo hicieron sangrar con una réplica de la catedral de Milán en la cara no se fue sobre el agresor.

Bastaron unos gritos en la calle para exhumar el discurso de los ultras. Desempolvaron el vocabulario predemocrático y volvieron a hablar de revoltosos, izquierdistas recalcitrantes, desestabilizadores, alborotadores, reventadores. ¡Anarquistas, válgame Dios…! Resonancias del diazordacismo. Homenaje a lo peor del echeverrismo. Todo mundo quisiera que la política fuera el reino de las buenas maneras, pero no: gobernar es tener problemas, gobernar es caminar sobre las brasas ardientes del conflicto. No puede tener el gobierno piel tan delgada. Debe el gobierno panista examinar sus actos, abandonar su talante policiaco y encarar los problemas con energía, del único modo que tendría que hacerlo: poniendo fin a las políticas públicas que han institucionalizado la exclusión y la pobreza, los bajos salarios, el despido laboral y la falta de vivienda.

No puede el gobierno hacerse el ofendido y criminalizar la protesta. El Estado democrático debe garantizar el derecho a manifestar la inconformidad, estridencias incluidas. Que se sobrepasaron el primero de mayo, acusó el Secretario de Gobierno. Los que llevan siete meses sobrepasándose son otros.

Que el domingo hayamos escuchado desahogos que incluyeron acusaciones de cobardía tampoco es para tanto. ¿Y que no eran obreros? ¡Por favor! Que el gobernador no va a permitir que esas organizaciones “interrumpan las cosas”. La democracia es convivencia difícil. Es inaceptable que se use este incidente para sacar del camino a organizaciones que no se han plegado a las ambiciones del gobierno absolutista que hoy padecemos aquí.

Si piensa el Gobierno estatal acusar a los inconformes de ataque a la paz pública, habrá que recordarle que apenas en febrero de este año, la Suprema Corte de Justicia de la Nación declaró inconstitucional el delito de “ataque a la paz pública”, contenido en el código penal de la capital del país.  Dada su vaguedad e imprecisión, una figura como esa, según argumentó la Corte, puede ser utilizada de forma arbitraria y ser violatoria del derecho a la libertad de expresión. No podemos retornar a los tiempos en que se acusaba a segmentos sociales de motín, disolución social o ultrajes a la autoridad. Ojalá no se agreguen nuevos equívocos. Ojalá se actúe con altura democrática y no como un gobierno enano, provinciano y vengativo.

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