De vuelta a la condición de fanático
Por: Daniel Muñoz Vega
La primera vez que prendí la televisión para ver un Mundial de futbol fue el de Italia 1990. A partir de ahí aprendí a medir el tiempo en lapsos de 4 años. La euforia que me generaba el Mundial de Italia tenía un pequeño detalle: México no lo jugaría, el cáncer de la corrupción que invadía a todo el país hizo metástasis en el futbol. Los cachirules es uno de los expedientes más vergonzosos en la historia del deporte mexicano. Sin México en la competición, aquel Mundial fue el de mi infancia.
Esa justa la disfruté con la naturaleza de quien comienza a hacerse fanático desde temprana edad. Pienso que los seres humanos vemos futbol por instinto. Desde tus primeros años, sigues la pelota y te entiendes con ella usando los pies cuando todavía no sabes ni hablar. El gen fanático se manifiesta desde temprana edad. En la etapa lúcida de mi infancia, no pude ver a México en una Copa Mundial; México 1986 no la tomo en cuenta, apenas tengo vagos recuerdos.
Recibí Italia 90 con la estrepitosa caída de Argentina contra Camerún en el partido inaugural. Toda la justa giraba en torno a Maradona; tengo en mi mente la imagen de cuando falla un penal contra Yugoslavia. Igualmente, recuerdo al portero René Higuita; del tamaño de su espectacularidad fue el tamaño de su falla contra Camerún. Recuerdo a la Italia que no le hacían goles y a su delantero Toto Schillaci. Recuerdo el protagonismo del portero suplente de Argentina, Sergio Goycochea, el que se ganó el apodo del “Atajapenales”. Recuerdo lafinal y el triunfo alemán. Ese fue mi primer Mundial que disfruté siendo un niño.
La eternidad la entiendo cuando pienso en los 4 años que pasaron entre las Copas del Mundo de Italia y Estados Unidos. De 1990 a 1994, la vida de un niño de 10 años se transformó. Entiendes que algo cambió cuando descubres la masturbación y cuando sabes que México jugará la Copa del Mundo.
1994 fue un año políticamente catastrófico para nuestro país. El año nuevo nos recibió con el levantamiento zapatista y la entrada en vigor del TLC. El antagonismo marcado por una fecha: 1 de enero. Progreso y abandono. Dos Méxicos, dos realidades, dos formas de contraste. Meses después, asesinarían a Luis Donaldo Colosio, candidato del PRI a la Presidencia de la República. Ese mismo año, México regresaría a jugar un Mundial y surgiría una distinta manera de ver el futbol, la de aspirar a un quinto partido. Política y futbol siempre han estado ligados por el nexo de la distracción. Cuando una nación se paraliza para ver a su Selección no estamos hablando de cualquier espectáculo, estamos hablando de un fenómeno que impacta en la percepción del ciudadano sobre su entorno. Sin exagerar, el futbol se convierte en asunto de Estado.
El 15 de octubre de 2013, México estuvo por un momento fuera de Brasil 2014, cuando perdía contra Costa Rica. La combinación de resultados salvó a la Selección y salvó carretadas de millones de dólares que estaban a punto de ser mandados a la hoguera. Esos 5 minutos en los que la Selección no alcanzaba ni el repechaje me transportaron a 1994.
México debutaría con una derrota en el mundial de Estados Unidos contra el rival más débil del grupo: Noruega. Luis Roberto Alves “Zague” confirmó ante la nación entera que su recurso futbolístico más débil era el remate de cabeza. Al minuto 90, cabeceó un balón solo frente a la portería, mismo que manda al poste, y como si fuera una jugada del Chanfle, tirado en el piso, el balón le rebota nuevamente en la cabeza sin lograr meter el gol del empate.
México mostró oficio en aquel Mundial. Después de la derrota contra Noruega, le gana a Irlanda con dos zarpazos de Luis García; empata con Italia y se clasifica como primer lugar de grupo. Se daba un paso importante, calificar a una segunda ronda en un Mundial no jugado en territorio nacional y, a la vez, se podía pensar en cosas grandes. En octavos de final se enfrentaron a Bulgaria, que era comandada por un crack de talla mundial: Hristo Stoichkov. El partido llegaría hasta los penales y México fallaría 3 de los 4 tiros que ejecutó.
Después del Mundial de 1994 me convencí de que siempre vería a México en los mundiales. Pero todo cambia. El “amor” por tu selección ya es efímero; sin embargo, el Mundial te regresa la esencia del hincha. Vueles a recordar a Luis García y sus goles contra Irlanda en 1994; vuelves a ver a Luis Hernández pasando encima del central de Holanda, Jaap Stam, para empatar el partido en 1998; te imaginas nuevamente la silueta de Jared Borgeti en el aire cabeceando contra Italia en 2002, te vuelve a animar el futbol de clase mundial que ofreció México contra Argentina en 2006, y vuelves a escuchar tu grito al recordar al Chícharo marcar contra Francia en 2010. Vuelves, cada 4 años a tu condición natural de hincha. Vuelves a pensar que el mundo puede ser mejor a través del futbol, a pesar de la corrupción de la FIFA y de los gobiernos; porque, como diría Diego Armando Maradona, a pesar de todo, la pelota no se mancha.
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