Opinión

Del amor y otros lugares comunes

Por Marcela Ávila Eggleton

A don Perfil, romántico de clóset.

“Esto no es una elegía, ni es un romance, ni un verso*” más bien es un pretexto para intentar, por una vez en la vida, participar en los rituales que dictan las buenas costumbres y escribir, como se debe, consejos para pasar el 14 de febrero en pareja.

Imposible. Politizar hasta la fecha más cursi y prescindible del calendario es una tentación difícil de superar; más aún, creo que incluso, estaría dispuesta a votar por el candidato que se comprometiera a quitarlo de la lista de festejos inútiles. Aunque, pensándolo bien, sería terriblemente cruel quitar el único distractor capaz de desviar la atención de las elecciones presidenciales de aquí al 10 de mayo. Así las cosas, me rehúso a cargar en la conciencia con tal tropelía aunque no me queda muy claro todavía si prefiero la tortura de la publicidad de los corazones rojos o la de las “no campañas”.

Y así, rehuyendo de una y otra sin distinción, terminé por encontrarlas iguales; si el amor es, como dice Alberoni, el estado naciente de un movimiento colectivo de dos, entonces, las demostraciones de apoyo a los (pre) candidatos a la Presidencia de la República no serían, en este contexto, más que una forma de enamoramiento. No quiero con esto poner en evidencia mi falta absoluta de sensibilidad pero, pensándolo bien y retomando con cuidado algunas palabras sabias, llego a la conclusión de que un militante, bien podría ser un enamorado –como un solterón es en el fondo un solitario Susanita dixit.

Pero no se tome mi dicho como un hecho; cito a continuación dos planteamientos de don José Ortega y Gasset en su célebre Amor en Stendhal, que bien podrían aplicar para uno u otro caso; juzgue usted mismo, estimado lector, si me equivoco.

Dice Ortega que nos enamoramos cuando sobre otra persona nuestra imaginación proyecta inexistentes perfecciones porque como sólo es digno de ser amado lo amable, al no haberlo, tenemos que imaginarlo. Me parece que no habría que ahondar sobre las “inexistentes perfecciones”, bastaría con creer por principio, que el candidato de su elección –a la Presidencia, a la alcoba o incluso al altar– es en realidad lo que vemos en él –o ella, por supuesto.

Pero don José va más allá al señalar que el enamoramiento es “atención anómalamente detenida en otra persona”, es decir, el ser humano por naturaleza centra su atención en algo, pero como no podemos atender algo sin dejar de atender otras cosas, lo “otro” pasa a formar parte del “coro y del fondo”. El problema está, cuando centramos demasiada atención en un objeto en particular; cuando la conciencia se “angosta” y sólo contiene un objeto; cuando la atención se queda rígida, fija. Cuando, diría mi madre, nos volvemos incapaces de entender razones…

De modo que si en este proceso electoral que apenas inicia, el impacto de las (pre) campañas ha sido el esperado por los partidos, nos resultaría imposible diferenciar a quien ha caído víctima de Cupido de quien ha definido su voto. Por fortuna, como bien canta Sabina “dos no es igual a uno más uno y el lunes, al café del desayuno, vuelve la guerra fría.”

www.twitter.com//maeggleton

* Con algo de suerte, este verso de Silvio Rodríguez es suficiente para dormir al señor director antes de que se niegue a publicar esta colaboración.

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