¡Detengamos ese presupuesto, ya!
Por: María del Carmen Vicencio Acevedo / metamorfosis-mepa@hotmail.com
PARA DESTACAR: Quienes han leído con ojos críticos y responsables el PEF (académicos de la UAQ, entre otros), descubren alarmados que los tremendos recortes a la educación, la cultura, la salud, el campo, etc., no se deben a la falta de dinero, sino a una tramposa e inequitativa distribución.
El título de este texto parafrasea el del libro de Paul Krugman, “¡Detengamos esta crisis ya!” (Crítica, 2012). Krugman, premio Nobel de economía, es un crítico radical del neoliberalismo y sus políticas de austeridad/despilfarro, que seguramente nuestra clase política no conoce o no ha comprendido, pues no vislumbra las graves consecuencias de las decisiones que toma.
Quienes sufrimos sus “soluciones”, nos preguntamos cuáles son sus criterios, qué les dicen sus asesores o qué condiciones los llevan a firmar propuestas de ley que, al parecer, ni siquiera hojean y menos, analizan a fondo.
En este contexto resulta muy preocupante el presupuesto del Ejecutivo federal para el 2017. Quienes lo han leído con ojos críticos y responsables (académicos de la UAQ, entre otros), descubren alarmados que los tremendos recortes a la educación, la cultura, la salud, el campo, etc., no se deben a la falta de dinero, sino a una tramposa e inequitativa distribución. Es falso que México sea un país pobre; es un país muy desigual.
La distribución del erario, que propone el Ejecutivo deja claras, al menos tres cosas:
1). Que el Gran Capital hizo “bien” al imponer a Peña Nieto como presidente de México, mediante fraudulentas estrategias legaloides, pues este se ha portado a la altura de un subalterno sumiso, dispuesto a mover todos los hilos que le indiquen los “expertos” neoliberales para “modernizar” al país. A cambio, los grandes bancos y consorcios trasnacionales han ganado amplia libertad de acción y fabulosas ventajas fiscales para acumular fortunas, invadir nuestro territorio, explotar nuestros recursos naturales, privatizar nuestras playas, desarrollar urbes abismalmente desiguales (generando un violento contraste entre el lujo obsceno, y la mugre y miseria de los “nadie”), así como esclavizar a la población y alucinarla con una ideología egoísta y xenófoba…
Para hacerlo, el Gran Poder ha buscado desmantelar todas las leyes que antes protegían a nuestra nación y su clase trabajadora; ha dejado sin escuela a los jóvenes, sin cuidado a los pequeños y a los ancianos; ha intoxicado al agro, a los ríos y mares; ha provocado violentos conflictos; ha criminalizado a quienes osan emigrar, trabajar “en la informalidad” o protestar.
2) Que dicha subordinación sumisa (o “disciplina” como llaman al entreguismo corrupto) no ha sido solo del actual presidente; sino de varias administraciones anteriores, priistas y panistas. El “no veo, no sé, no oigo y mejor me callo” lo comparten los firmantes del Pacto por México, legisladores federales y locales, magistrados, gobernadores de varios estados, presidentes municipales, secretarios, regidores, empleados menores, concesionarios y ciudadanos comunes; en fin, todos aquellos que de alguna manera se benefician del sistema dominante. Por eso, salvo excepciones (que las hay, muy valientes), no están dispuestos a asumir su responsabilidad para investigar, estudiar y debatir más; para comprender mejor lo que sucede; para entender que tanto sus “políticas de austeridad” y “desarrollo” llevan a la mayoría a la ruina y a unos cuantos al exceso.
3) Que urge reestructurar ese presupuesto que imposibilita atender necesidades sociales básicas de alimentación, educación, salud, seguridad y bienestar en general por falta de soberanía nacional y de apoyo a las economías locales. Ese presupuesto privilegia: el pago de intereses de una deuda impagable (a acreedores agiotistas) y la holgura del INE y partidos políticos y su absurda y falaz estructura electoral, que nada tiene de democrática y que solo sirve para derivar enormes partidas del erario a grandes emporios mercadotécnicos. Ese presupuesto deja intocables los exorbitantes pagos a la alta burocracia, incluidas las injustas jubilaciones de ex presidentes, y no parte de algo elemental que es una reforma fiscal radical, que cobre impuestos proporcionales a los grandes capitales.
Urge detener la aprobación de ese presupuesto y exigir la construcción de soluciones creativas, que no sólo no dañen más al pueblo, sino fortalezcan su capacidad de trabajo, autonomía, creatividad y colaboración.
La exigencia del cambio de rumbo ha de venir de TODOS los frentes posibles: de los partidos de real oposición (al menos hay uno); de los consejos universitarios o instituciones de todos los niveles, colegios de profesionales, comunidades científicas, gremios artesanales, sindicales y de trabajadores informales, comunidades indígenas, organizaciones ejidales, asambleas de barrios, asociaciones de colonos, consejos estudiantiles y ciudadanos, iglesias y demás.
No basta con que la sociedad en general manifieste su enojo, como lo hicieron hace algunos años los indignados del mundo ¡Hay que detener a los ladrones, ya!
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