Día Ciento seis
Bitácora de Viaje
(de estudios socioterritoriales)
Por: Manuel Basaldúa Hernández
La ciudad es un lugar donde todos los humanos confluyen. En la ciudad florece lo urbano. Aquí se genera la riqueza de muchos grupos sociales, pero también es a donde concurren los desposeídos, los pordioseros, los mendigos. Ésta es la dicotomía de la naturaleza humana, lo que se hace surgir como grupo, también hace surgir a su contrario. Así, el equilibrio aparece y llama la atención sobre los peligros de los excesos, una advertencia de que no debemos caer en los extremos. Si la ciudad aparece como la unidad de la riqueza, las ciudades de los países industrializados aparecen como los centros donde fluye el capital, la generosidad, el derroche de los recursos. La Dra. Carmen Viqueira nos señalaba que la pobreza de los países ricos nos muestra lo miserable de su condición, por eso era mejor la pobreza en países como el nuestro, donde, al menos, la solidaridad y la familia extensa servían de ayuda mutualista entre sus integrantes.
En mi viaje a Edmonton, en Alberta, Canadá, me deleitaba con la magnificencia de la arquitectura del centro de la ciudad. Y para muestra bastaba la escuela de música. La acústica del recinto era excelente. Me entretuve escuchando varias interpretaciones de los estudiantes que se graduaban en esa ocasión. Para que no me tomara por sorpresa la noche, me retiré del lugar. Pero tomé un rumbo equivocado y caminé durante un largo trayecto, que me llevó a los suburbios de la ciudad. Me encontraba de repente en un barrio de inmigrantes rusos. Las casas estaban dispersas, y las calles más bien eran senderos de amplios terrenos que lucían con lodo y muchos charcos. La nieve derretida se encontraba en manchones por el camino. De ahí provenían algunos de los mendigos que se dedicaban a pedir monedas en las calles del centro.
La pobreza de esos barrios contrastaba con el otro lado de la ciudad, en donde se encuentra ubicado el West Edmonton Hall. Hasta ese entonces, a finales de la última década del siglo XX, era el centro comercial más grande del mundo. Un centro comercial en medio de la nieve invernal, pero que cuenta con una playa cálida artificial en su interior. En cambio, los barrios en donde estaba en esos momentos nos mostraban que, dentro de las casas, con dificultades prendían las chimeneas para calentarse un poco.
La postal urbana de Edmonton me sirvió para recordar la reseña que hacia César A. Pagliai sobre el libro de Isaac Joseph «El transeúnte y el espacio urbano». Refería Pagliai: “un peatón circulando por una calle cualquiera; probablemente no existe una imagen más representativa de lo urbano, y a la vez, más inquietante, Isaac Jospeh nos plantea cómo esta simple y cotidiana imagen resulta ser el ‘nudo gordiano’ para la antropología y la sociología, disciplinas que se ven enfrentadas a la doble dificultad de la descripción y la traducción en el contexto de las ciudades actuales”.
Lo que refiere Pagliai es el planteamiento de Joseph para describir lo disperso, lo precario, lo masivo y lo efímero que conlleva el instante del comportamiento del transeúnte como individuo urbanizado, pero a la vez una fuerte dificultad etnográfica para la codificación de los actos que le dan sentido a las trayectorias de los sujetos por los espacios públicos.
Joseph destaca las nociones de “el extranjero”, “lo público” y “las circunstancias”. Las ciudades -centros neurálgicos de la producción de la riqueza, o al menos de la concentración de muchos recursos materiales, económicos, culturales y de valores- dan lugar a que salga a flote, o al menos evidencian, la precariedad social, la precariedad de la vinculación social en, a decir de Plagiai,: “la experiencia del inmigrante que sufre la pérdida de sus referentes culturales y se ve enfrentado a la constatación de que existen límites o muros de sentido, que les dificultan su adaptación a su nuevo entorno”.
La forma de retomar estos puntos desde la perspectiva de los estudios socioterritoriales nos lleva a la construcción de nuevos modos de abordaje de los escenarios urbanos contemporáneos. Muchas veces, los transeúntes son etiquetados o convertidos en desahuciados por el cliché de marginados o pordioseros. A diferencia de las disciplinas clásicas que referimos, los estudios socioterritoriales nos llevan a ubicar los elementos que compone el espacio público. Es decir, a quienes construyen y con quienes construyen el espacio público.
Esta perspectiva quizá no sea muy socorrida para estudiar, dado que no cuenta con actores sociales protagónicos que polemicen con los segmentos de los que producen los indicadores económicos, o que tenga que ver con los actores políticos que llaman la atención en el campo mediático. Son totalmente el efecto inverso. Estos actores no tienen prisa, son “desechables”, en el sentido de que se convierten en personajes invisibles para la mayoría. En tanto que apenas son el foco de atención de algunos programas gubernamentales, que en ocasiones dan la apariencia de realizar un trabajo cosmético urbano. Pero no dejan de ser una parte esencial del grupo social del que formamos parte.