Día noventa y cuatro
Bitacora de Viaje (de Estudios Socioterritoriales)
Por: Manuel Basaldúa Hernández
@manuelbasaldua
La ciudad genera desarrollo y grandes transformaciones para la sociedad. Esa era la idea principal de las notas del día noventa y tres. Me parece necesario hacer una serie de planteamientos complementarios, más que correctivos, respecto a esta aseveración. De no hacerlo quedaría en deuda con los que habitan e integran el territorio rural, del basto espacio de quienes viven y se desenvuelven en el campo. De no hacerlo, se deduciría que el campo es un centro que genera retraso, o subdesarrollo, o cualquier idea que represente lo retrograda de la sociedad, lo cual es una idea equivocada, y muchas veces expresada por políticos sin visión o de quienes quieren ver el subdesarrollo en el campo.
Si bien destaqué las grandes oportunidades que la ciudad representa para realizar acciones que elevan el potencial humano, al tener un gran concentrado de personas, en contra parte, el campo brinda otros elementos y contiene otras características.
Sin ánimo de generar polémica al respeto, presentaré algunos datos extraídos de un libro interesantísimo de Abd-ar-Rahman ibn Muhammad ibn Jaldún Al-Hadrami, quien nació en Túnez el 27 de mayo de 1332. Su nombre es largo, por lo cual nos referiremos a él simplemente como se le conoce en el mundo académico e intelectual: ibn Jaldún. Este autor nació en medio de una familia andaluza originaria de Hadramwat, ubicada en la región de la costa sur de la península arábiga. La educación de Jaldún fue esmerada y ello dio pauta a que fuera un minucioso observador de su sociedad. Quizá heredó de su padre muchas cualidades, ya que éste era un erudito y un afecto a las letras. Ibn-Jaldún es un imprescindible historiador que debemos tener en cuenta para conocer la trayectoria de la sociedad humana.
Los estudios Socioterritoriales, en su trayectoria de formación de especialistas sobre el espacio y el territorio, ligan la producción humana con esta literatura multidisciplinaria. Heredada de la disciplina antropológica, la referencia sobre este historiador tunecino nos ayuda a encontrar importantes posturas sobre esta dualidad espacial en la que la humanidad se ha erigido. Lo antropológico, entonces, es un pensamiento que enriquece la formación del especialista en cuestiones Socioterritoriales. Mis profusos y múltiples recorridos realizados y llevados a cabo en el campo, y en el área rural, tanto en mi tiempo de solaz, como en mis periodos de formación profesional en la antropología social, me han permitido contrastar la cuestión empírica, como la construcción teórica sobre el campo. Por eso se me hace importante recobrar estas ideas de Ibn-Jaldun para construir un breve re-pensamiento sobre lo rural. El espacio no me será suficiente en esta ocasión para el tratamiento, por lo cual más adelante lo retomaré en otros fragmentos más. Por ahora, quiero hacer el traslado de un par de párrafos de esta importante obra que se titula «Introducción a la historia Universal». De ésta, en el capítulo IV, Ibn-Jaldun señala. “Las gentes del campo, aunque procuran también los bienes terrenales, no ambicionan sin embargo sino lo absolutamente necesario; éstos no se proponen los goces que procuran las riquezas; no buscan los medios de saciar su concupiscencia o de satisfacer sus apetitos y placeres. Por lo consiguiente, los hábitos que norman su conducta son tan sencillos como su propio vivir. Se podría encontrar en sus actos y en su carácter muchas cosas reprensibles; pero esos defectos parecieran poco graves, comparándolos con los de los citadinos. Bajo este punto de vista, el campesino más se aproxima a la índole primaria del hombre y de su alma dista, otro tanto, de estar expuesta a las impresiones que los malos hábitos dejan tras de sí. En consecuencia, evidente es que, la tarea de corregirle y de conducirle por el buen camino, ofrecería menos pena que intentarlo para con los urbanos.” (p. 268, 1977; México. FCE).
En los últimos años hemos estado hablando de la globalidad como un concepto que nos atañe a todos. Aquí no hacemos la distinción de lo urbano y lo rural, porque nos estamos refiriendo al uso de los recursos naturales, y como especie humana nos dedicamos a la depredación o bien a la utilización de los recursos que tenemos a la mano. La diferencia está en el uso racional y en esa forma de transformar la naturaleza. Por eso cabe aquí la precisión sobre la existencia del hombre sobre la faz de la tierra. Un toque de Filosofía es necesario para señalar y rescatar la postura de Jaldún. Él recuerda las palabras del profeta, al decir que “Todas las criaturas nacen con la misma naturaleza: si se hacen judíos o cristianos, o adoradores del fuego, es cosa de sus padres.”, y agrega que el hombre orientado hacia el bien, y cuya alma se ha formado con la virtud respectiva, evita toda especie del mal, siéndole muy difícil abrir paso en el sendero de sus vicios.
Estas líneas las retomaremos en nuestros siguientes párrafos, para continuar con esta reflexión sobre la distinción y complementariedad de la sociedad entre lo urbano y lo rural, entre lo citadino y lo campirano. Necesarias son las visiones sobre ambos senderos, antes que desaparezcan los vestigios sobre lo rural, de acuerdo a las tendencias de megaurbanización que estamos experimentando en los años más recientes de nuestra historia.
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