Opinión

Día noventa y tres

Bitácora de Viaje (de Estudios Socioterritoriales)

Por: Manuel Basaldúa Hernández

@manuelbasaldua

La ciudad es un nido de humanos que incuba a la sociedad de nuestro futuro. Encontré esta idea en la reciente Revista Código, una publicación mexicana sobre arte, en la que se incluye una entrevista con Alejandro Aravena. La entrevista puede ser leída como un artículo escrito por Juan José Kochén, el cual retomo para construir un diálogo imaginario e inacabado con el entrevistado. La razón para establecer el diálogo es acercar a los interesados en los Estudios socioterritoriales, tanto los que ya están involucrados en la Licenciatura, como aquellos con posibilidades de explorar esta alternativa educativa dentro de su formación profesional. También va dirigido a los funcionarios que están relacionados o son responsables del diseño urbano, del desarrollo de la ciudad y de los fenómenos que les competen a las instancias responsables de las políticas públicas que construyen la urbe.

Lo que resalta en las ciudades es la miseria, la pobreza y el deterioro del medio ambiente, incrustado en los manchones que se expanden por la plancha de concreto y asfalto, Alejandro Aravena dice que “las ciudades son una vía para mejorar la calidad de vida sin tener que esperar a la redistribución del ingreso”. Muchos de nosotros, principalmente los dedicados a las ciencias sociales, lo que percibimos desde una postura crítica o incluso la que está impregnada de rasgos ideológicos, vemos en primera instancia una desigualdad social y una perversa falta de distribución de la riqueza. La ciudad parte desde su unidad básica: la vivienda.

Kochen elude a Edward Glaeser con su El Triunfo de las Ciudades, en donde se refiere a las urbes, las cuales provocan eclosiones intelectuales, que se van reproduciendo, como una repetición simulada. Son en realidad ideas mejoradas y también ideas alegóricas para confirmar su estatus urbano. También Kochen señala las líneas autorales de Jane Jacobs, de la cual arranca una cita: “las ciudades son el origen del desarrollo económico, no porque la gente sea más lista en las ciudades, sino por las condiciones de densidad. Hay una concentración de necesidad de las ciudades y un mayor incentivo para afrontar los problemas de nuevos modelos, es decir, para innovar». Jacobs evoca la creatividad que se desprende de los problemas que genera la concentración exacerbada. La acumulación de emociones, de energía, de actividades, y de hacer y reproducir cosas, hechos, incluso el propio ocio, donde se hace mucho no haciendo nada. Eso desemboca en el desarrollo económico. Aunque parezca que se traduzca en una economía salvaje, indiscriminada, donde la materialización se asoma como último fin. La innovación es el resultado de la condensación de los problemas, de la generación de otros problemas que son no una maldición de los urbanitas, sino su camino, su constante vida en la que deben de transitar durante su existencia. Aquí es donde entra la inventiva y aportación de Aravena. Porque se encuentra que la ciudad tiene su propia historia. Cada ciudad tiene su propia historia, pero más allá de esta falsa perogrullada, se habla del sello distintivo del poder de la invención con la cual se sella esa historia.

El detonante de la creatividad en la gente se da a partir de la inventiva dedicada y concentrada en la vivienda. Por lo tanto, la creatividad se refleja y renace en las soluciones habitacionales y su estrecho vínculo con la comunidad. Para aquellos que ven una ciudad perdida, o un suburbio del lumpenproletariado, donde la fealdad es el elemento último de la construcción de la vivienda, habrá otros que observen la creatividad y la resolución de las necesidades básicas para el cobijo y resguardo de las familias. Para Aravena, no se concentran solamente las casas, más bien se concentran las oportunidades. Aquí vuelvo a mi tesis inicial, la ciudad es el nido de humanos donde la sociedad de nuestro futuro se incuba. Se reafirma mi idea, “mientras más gente en las ciudades, hay más posibilidades de generar masa crítica”.

Aravena sostiene que es en las ciudades donde se genera el conocimiento, elemento básico para el conocimiento y, desde luego, para el desarrollo de la sociedad. Por eso estoy convencido de que cuando cuajen las ideas y la metodología sustancial de la arquitectura, y los Estudios socioterritoriales, éstas serán las disciplinas que generen los proyectos de ciudad. No incluyo aquí a los estudios urbanos, porque éstos únicamente se pueden dedicar a la historia social de la trayectoria y vida de las ciudades, parcialidades sociológicas de la vida urbana; sino estudios dinámicos que se generen al lado de los ciudadanos y sus ciudades donde, a decir de Aravena, solamente aparecen las ventajas para la sociedad dentro de las ciudades y no fuera de ellas.

«Las viviendas deberían entenderse como inversiones. Si lo hacemos así, las políticas de vivienda tendrían que ser herramientas para combatir la pobreza», dice Aravena. Y es que el entendimiento de esta propuesta, la cual coincide con la ruta del planteamiento que hago al inicio, se alejaría de la simple creación de una plusvalía inmobiliaria, como el último reducto donde tiene su domicilio la pobreza y a su vez se expande la pobreza y la miseria. Sería un elemento para el desarrollo económico, como inicio de la creatividad. La vivienda como un pretexto arquitectónico, de diseño, de ambiente social que sirva también para ser elemento articulado de una red de generación de conocimiento. Si se entiende la vivienda como inversión, la creatividad se expande y se multiplica. Porque si se deja en calidad de espacio donde se disipa el gasto social, es decir, una inversión pública muerta, la creatividad se termina. ¿Arquitectos, para qué? ¿Socioterritorialistas, para qué?, se podría preguntar al ver a los modelos repetitivos y monótonos de las constructoras. ¿Para qué? Para encontrar los elementos disruptivos de la vivienda y empezar a generar procesos dinámicos de creatividad. La sociedad emerge de las viviendas, como su unidad y como su plataforma de desarrollo económico. ¿Tú qué dices, Arevena?

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