Día setenta y tres
Bitácora de Viaje (de estudios Socioterritoriales)
Por: Manuel Basaldúa Hernández
La casa de Pablo Neruda en Valparaíso evoca una forma de un barco, está llena de objetos marítimos, de cosas que recuerdan a las naves, y a los transportes del mar. Esa casa de Neruda ha sido nombrada “La Sebastiana”, ahora convertida en Museo. Esa es una casa de varias que tuvo el escritor en Chile. Se encuentra en la parte alta de la Ciudad de Valparaíso. Desde ahí se divisa toda la bahía. La vista panorámica incluye desde el puerto de carga hasta los riscos y unos cerros suaves y pelones que sirven de zona limítrofe en la parte norte.
La casa tiene cinco niveles en su arquitectura uno debe caminar por angostos pasillos, bajar o subir escalerillas para trasladarse de un espacio a otro, para llegar a la cocina, a la alcoba, a la biblioteca, al baño, o a la terraza. Es una claustrofobia amable, y casi ergonómica. Al salir a la proa, o algo así, es decir a la terraza, uno se encuentra con una vista impresionante. Entonces ahí se recobra el contacto con el cielo, el horizonte, la libertad, y el espacio que quizá sirvió de inspiración para muchos poemas.
Valparaíso es un lugar pintoresco. Las colonias populares cubren toda la superficie de las montañas que resguardan la Bahía. El ambiente se siente amable, cordial, acogedor. Las calles serpentean para subir o bajar. Variados callejones que se topan con los cerros y hacen que el paisaje se venga encima del observador. “La Sebastiana” se ubica en la calle de Ferrari y del otro lado se convierte en Baquedano.
Los centros geográficos se estructuran por diferentes capas conceptuales. La intencionalidad espacial le otorga una serie de propiedades distintivas al elemento que compone ese centro geográfico. ¿Cómo explicar la ciudad desde estos elementos conceptuales? ¿Cómo podemos teorizar sobre la superficie del lugar y la composición? Podemos partir de los efectos históricos que le imprimen una noción distinta de su naturaleza, de tal forma que la construcción de la idea, a medida que se va adoptando por los actores sociales que la soportan o la contienen, le infieren una categoría socioterritorial.
“La Sebastiana” y su barrio habitacional concentrado que mantiene su espíritu chileno y popular se convierte en el marco adecuado que cubre el paisaje. En otra concepción, desde la bahía es la imagen de fondo que sirve de referente visual, junto a su faro para guiar a los navegantes.
Los centros geográficos no solo son construcciones físicas resultado de obras de infraestructura. Esa acción pasa desapercibida y se borra con el paso del tiempo, o acaso son restituidas por otras similares o de diferentes formas de acuerdo a los caprichos de las administraciones gubernamentales en turno. Lo que les otorga una instancia de existencia perenne es la atribución de pertenencia cultural, afectiva o de referente social. El centro geográfico entonces cobra su categoría de espacio social. Y con esto se constituye una relación cultural que la instaura en la historia del lugar, del país y de la herencia universal, si así se da el caso.
Así se explica aquel concepto, si revisamos los antecedentes de “La Sebastiana”. Por cierto, el nombre viene de su propietario original, Sebastián Collado. Al morir la dejó inconclusa, al adquirirla Neruda le puso un toque particular hasta dejarla con los rasgos que describimos. Pero vino el golpe militar en 1973, y el poeta, por sus antecedentes con inclinaciones y tendencias comunistas sufrió las consecuencias fatales.
Uno de los afiches que se venden en ese centro cultural, contiene una copia de un manuscrito y algunos dibujos que ilustran juguetonamente el texto: “El pez nada en el ancho mar, vive bien./el zorro en su covacha, no está mal./ El pájaro, que casa grande y limpia habita./ El mamíferos grande: le sobra espacio. La culebra vive lindo sobre hierba y roció./ Solo el hombre es miserable sobre la tierra que le pertenece. Le falta espacio, agua, cielo, luz, techo, intimidad, felicidad: muchachos comunistas, a ustedes les toca arreglar este asunto: la vivienda, es decir, la vida.” Esto lo escribió Neruda en el mismo año de 1973.
Las referencias marítimas y oceánicas las había conocido en algunos de sus textos, pero no había caído en la cuenta cual era la fuente de su inspiración. Ahora que recuerdo la casa, el barrio, y la vista hacia el mar desde el comedor, desde la biblioteca, desde la terraza o desde su habitación, donde la ubicación de la cama permite recibir los primeros rayos del sol e iluminar el mar, lo entiendo.
Curiosamente, fue en Mazatlán, acá en México, donde encontré otro texto con esa evocación a lo que le demandaba inspiración. El poema estaba plasmado en un muro que se ubicaba en una escalera de caracol, con una barandilla de madera. Los viajes muchas veces nos llevan misteriosamente a encontrar los nudos que enlazan las experiencias de nuestra vida. Y este era uno de ellos. En el muro blanquísimo, con letras azules, se leía: “El océano pacifico se salía del mapa. / No había donde ponerlo./ era tan grande, desordenado y azul/….que no cabía en ninguna parte./por eso lo dejaron frente a mi ventana.” Neruda. La imagen de “La Sebastiana” nuevamente se hizo presente en el pacifico, pero ahora, en tierras mexicanas.