Día treinta y ocho
Bitácora de Viaje (de Estudios Socioterritoriales)
Por: Manuel Basaldúa Hernández
La ciudad y los perros. Los acontecimientos que se han suscitado en los últimos días en la capital del país, y que se enfocan en la delegación de Iztapalapa, con el caso de las muertes de cinco personas donde los sospechosos son unos canes, me llama la atención para hacer una reflexión sobre la territorialidad urbana de sus personajes.
Seguramente la mayoría ya está enterada del suceso, que ha tomado tintes espaciales en la prensa amarillista hasta pasar por el campo de la veterinaria, y desde luego, en el campo de la política. Sin dejar de pasar por los chascarrillos emanados de la picardía mexicana. Hasta llegar a la sensiblería de los ambientalistas radicales y los grupos de oportunistas.
La pregunta que nos podemos plantear en nuestro caso es la siguiente: ¿la ciudad se ha convertido en un espacio donde existe una sola territorialidad o existen territorialidades sobreexpuestas? ¿Qué significa tener cualquiera de esas condiciones en nuestra relación social?
A simple vista, la ciudad es un conglomerado urbano de una sociedad moderna. La tecnología, los hacinamientos de las moles de cemento, el entretejido de asfalto expresado en calles, grandes avenidas y planchas de concreto que dan lugar al envase del resguardo de sus habitantes, lo cual ofrece un escenario insospechado cuando se trata de hacer demarcaciones de dominio y poder sobre el espacio. Nos topamos a diario sin hacerlo tan consciente: el área del dominio del franelero en una calle, el letrerito en las puertas y zaguanes de “no estacionarse las 24 horas, se usara grúa”. El letrero en los antros de “nos reservamos el derecho de admisión”, “sonría, lo estamos filmando para su propia seguridad”, “No pase, propiedad privada”, y así sucesivamente.
Respecto al caso de los perros que supuestamente dieron muerte a personas vecinas de Iztapalapa se dieron muchas hipótesis, entre las cuales destacan, entre otras, que es un elemento distractor de carácter político, que se llevaron a cabo varios asesinatos y que la Policía señala comodonamente que fueron unos perros, hasta la increíble que es el regreso del chupacabras. De acuerdo a algunas declaraciones del doctor Moisés Heiblum Frid, especialista en etología canina, existe la posibilidad de que los perros pudieran haber sido los protagonistas del fallecimiento de esas personas, como resultado de la defensa de su territorialidad. Entonces, algunos de los puntos para responder a nuestra pregunta es que la ciudad no depende solamente de la presencia de las personas, sino también de otras especies y seres vivos que presentan una articulación particular del mundo urbano.
En este caso, destacan los perros, otros animales y la flora, así como otros elementos naturales; el aire, el agua, por ejemplo. Las territorialidades sí son capas sociales sobreexpuestas, y no es solamente una realidad urbana simple. Los perros no son salvajes por naturaleza, aprenden de la conducta social de hombre, han creado territorialidades y las defenderán como los humanos con los que conviven.
¿Qué tanto sabemos de las migraciones de los pájaros? ¿Con qué otras especies y elementos naturales convivimos y competimos por el espacio, por el territorio? ¿En qué consiste el espacio citadino que hemos creado y cómo lo compartimos o lo disputamos, tanto como con nuestros congéneres como con otras especies? Sí, la referencia de La ciudad y los perros, novela de Vargas Llosa sobre la crítica a un sistema castrense, aquí cobra vida. Se les atrofia la vida social a los perros, y luego se les lanza a la calle. Se vuelven antisociales y los humanos se espantan de cómo se llegan a convertir en ciertos monstruos, a tal grado que llegan a matar.
En resumen, tal parece, que necesitamos estudiar el territorio y el espacio, no solamente para resolver el problema del tráfico o de la vivienda. Hay muchos más retos teóricos y aplicados en este campo en los que debemos pensar, y crear soluciones y alternativas.
manuel.basaldua.h@gmail.com
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