Disculpas públicas
Punto y seguido
Ricardo Rivón Lazcano
Raúl Cervantes Andrade, procurador general de la República, ofrecerá –martes 21- disculpa pública y reconocimiento de inocencia de Jacinta Francisco Marcial, Alberta Alcántara Juan y Teresa González Cornelio. Las acusaron de ¡secuestrar! a seis agentes judiciales federales. Hace ocho años, con algunas variantes escribí y transcribí:
UNO
“No amo a mi patria. No amo a mi patria ¿Por qué José Emilio? ¿Será por el caos mexicano? ¿Las injusticias? ¿Los políticos y gobernantes? ¿Los policías cobardes y la pusilanimidad de sus jueces? ¿La ciudadanía imaginaria? ¿Elegir sin escoger? ¿La lectura nunca lineal de la realidad?
En México, de pruebas contundentes se sacan las conclusiones estúpidas. La visión folclórica y condescendiente que enaltece el doloroso desbarajuste nacional, el dizque surrealismo implícito en el corrupto desorden, hace imposible atrapar el amor patrio”.
DOS
Las indígenas hñahñu bien podrían repetir lo que una amiga de Belazcoarán –detective Taibo 2- le confió cuando le explicaba las peripecias que sufrió en las procuradurías de justicia mexicanas:
-“Todo es dinero e influencias… Y luego viene un mamón antropólogo francés y dice: ´¡C´est maravilleux, le magique mexicaine!´ ¡Mis ovarios! ¿Dónde está lo maravilloso en que el puto de Kafka sea el papacito del poder judicial?”.
TRES
No caeré en la tentación de suponer que los “AFIs –los judiciales- secuestrados” por las indígenas traían, bajo viril vestimenta, tangas rojas, medias negras con liguero y brasieres copa “A” bien ajustaditos, residuos de maquillaje y colorete rojo profundo. Que los cacharon porque además de mariguanos andaban sin un clavo, y pues urgía el billete. Al cabo los pinches indios casi ni humanos son. Que no era la primera vez que lo hacían pero sí la primera en fallarles de esa manera. Que sus superiores y los jueces encargados de aplicar el Estado de Derecho simplemente se reparten un porcentaje de los beneficios recolectados por los de a pie. Etcétera, etcétera.
No caeré en la tentación, digo, porque no tengo prueba alguna, sólo una imaginación encabronada que, como creo dijo Teresa de Jesús allá por los milquinientos, es la loca de la casa.
CUATRO
Por otro lado:
A propósito de informes, un poco de protosociología saintsimoniana.
Si nuestro amado estado de Querétaro perdiera sus trabajadores, sus principales científicos (físicos, químicos, biólogos…), sus mejores técnicos (ingenieros, sus genuinos humanistas, los buenos negociantes, sus agroempresarios cabales y sus esforzados pequeños agricultores, sus leales empresarios e industriales, sus barrenderos, etcétera, sería un cuerpo sin alma; en cambio, si perdiera a todos sus diputados y diputadas, presidentas y presidentes, altos funcionarios y funcionarias de las supuestas más altas funciones, todos ellos considerados como los más importantes del Estado, el hecho no reportaría más pena que la sentimental.
Pregunta: ¿Para qué construir obras grandotas? Mejor sería, sin duda, realizar grandes obras.
CINCO
El tiempo acumula y hace habitar sutilezas en la memoria. Las cosas van cambiando, sin fatalidad porque así son.
Carta de José Revueltas al general Cueto, jefe de policía del Distrito Federal. Finales de los sesenta.
Muy Señor Mío:
Sé que se me busca acusándome de subversión. Como están las cosas, mi vida, en peligro, no vale nada y bien puedo considerarme un sentenciado a muerte. En tal condición, y como reza la costumbre, tengo derecho a un último favor, que no se le niega a nadie y ahora lo ejerzo. Señor jefe de la policía: este condenado a muerte le pide, en uso de las prerrogativas de su inminente desaparición, y con la certeza de que su deseo será complacido, que vaya usted y muy respetuosamente chingue a su madre.
Atentamente: José Revueltas
SEIS
Tiempo en que los días santos se correlacionan con sobredemanda en moteles.
Uno no sabe a qué atenerse al leer que 39 por ciento de los mexicanos que se dicen católicos se asumen como “practicantes” y, ojo, 43 por ciento declaran ser católicos ¡no practicantes!
Amargura de una resignación artificial. Falsedad de la invocación a Dios para sin miramientos aplicar la propia voluntad sin remordimientos, rajando tablas y sonriendo sardónicamente light. El miedo no desaparece y la alegría no llega jamás. Una cara de miedo con sonrisa mientras en las entrañas bulle un torbellino de emociones descontroladas. Orfandad más que soledad.