Educación emocional: el discurso amable del neoliberalismo en la educación

La educación socioemocional ocupa un lugar preponderante en la enseñanza básica. Sin embargo, con la incorporación de dicha asignatura, no queda claro cuáles son los argumentos pedagógicos que la sustentan como “materia de estudio”. Por ello, resulta necesario iniciar un diálogo que permita pensar cuáles son algunas implicaciones (políticas, sociales y económicas) de la educación emocional y reflexionar por qué se ha incluido en el plan de estudios.
Para llevar a cabo tal empresa, es fundamental remembrar la evolución del sistema educativo mexicano desde el periodo neoliberal -iniciado en el gobierno de Carlos Salinas de Gortari hasta la fecha-, y dar cuenta de los enfoques “educativos” impuestos en dicha fase de nuestro país. Con ello, se pretende que el lector conozca y comprenda los cambios y modelos pedagógicos por los que ha transitado la educación básica.
En los años noventa, se propuso “renovar” la educación y se adoptó el enfoque “constructivista”; el objetivo era mejorar la “calidad” educativa. A la par, la enseñanza se subordinó a los preceptos de la psicología o psicología educativa; con ello, el desarrollo “propio” de los educandos asumía un papel protagónico y el estudiante se posicionaba como el centro de interés en la educación. La condición subjetiva del estudiantado adquiría mayor relevancia en comparación con los contenidos escolares y la forma tradicional de enseñar era sustituida por otra menos autoritaria y más compresiva –según los apologistas de la pedagogía neoliberal-.
Posteriormente, en los albores del siglo XXI, la escuela mexicana adopta el “enfoque por competencias” y, de manera simultánea, hace suyo el “trabajo por proyectos”. Ambas formas de dirigir el quehacer educativo daban continuidad al ideal de posicionar al estudiante como núcleo del sistema escolar y manifestaban su rechazo a la llamada “escuela tradicional” (en relación a sus métodos y prácticas de instrucción). La educación por competencias y el trabajo por proyectos se concibieron como metodologías innovadoras, nuevas, renovadas y tolerantes; además, se alegaba que dichas orientaciones pedagógicas procuraban la formación del “hombre que el siglo XXI requería” –ideal de sujeto que vociferaba la educación capitalista-.
Consecutivamente, aparece la educación socioemocional y el sistema educativo adquiere un nuevo paradigma que procura atender las emociones y estados de ánimo de los educandos. El conocimiento es desplazado por los afectos y, las “anticuadas” prácticas de estudio -como escuchar, memorizar, escribir, repetir- quedan relegadas por otras que fomentan “buenos” hábitos de comportamiento; por ejemplo: el trabajo colaborativo y en equipo, autonomía, flexibilidad, empatía, resiliencia, liderazgo y gestión de las emociones, es decir, se educa para adquirir nuevos patrones de conducta. La formación del espíritu crítico y el estudio disciplinado quedan relegados y concebidos como prácticas “tóxicas”, las cuales deben ser erradicas de la escuela.
Así, la educación emocional no tiene como propósito enseñar contenidos académicos sino, más bien, asemeja sus objetivos a requerimientos derivados del “emprendedurismo”. Situación que va de la mano con el desarrollo del sistema neoliberal pues, como es sabido, el mercado global requiere de autonomía y libertad para la acumulación de capital. Por ello, la escuela actual subordina su labor a las necesidades del sector empresarial y el tipo de hombre que forma tiene como parámetro las exigencias del sector productivo. El sujeto neoliberal -que la escuela educa- se caracteriza por asumir una actitud positiva, optimista, alegre y de pensamiento feliz, motivado y, sobre todo, incapaz de indignarse e inconformarse ante las penurias del trabajo asalariado. Para ello, la educación emocional se orienta hacia la construcción de una subjetividad acorde a las demandas del sistema capitalista, que concibe las emociones como mercancía y medio para la sujeción de la clase trabajadora. De esta manera, la escuela adopta el discurso amable de la educación emocional y somete a los educandos a la dominación ideológica y discursiva que concibe al hombre como emprendedor, dueño de su propio destino y capaz de salir adelante por sí mismo.
Otro interesante análisis que hace Oscar Gaeta a la educación pública, la educación emocional. Ahora las nuevas pedagogías neoliberales buscan y explican la emoción en el educando – trabajador para adaptarse al sistema capitalista y seguir explotándolo.
Yo pregunto a los docentes del país: ¿estamos de acuerdo? ¿Nos supeditamos? ¿O podemos proponer otra forma de educar? ¿Cómo nos organizamos?
¡Excelente trabajo! Me gustó y recomiendo su lectura al grupo.