El candidato imbécil
Por: Rafael Vázquez
PARA DESTACAR: Sería injusto generalizar y señalar a toda una nación, habría una reacción ciudadana; la estupidez no siempre es generalizada ¿Qué país vota por una persona con nula preparación? ¿Qué tipo de pueblo es el que elige a la intolerancia y el camino de la incertidumbre económica de un tipo que se ha señalado como transgresor de las normas fiscales y es conocido por sus tratos con la iniciativa privada?
Las disputas al interior de los partidos políticos suelen ser ríspidas, particularmente cuando de candidaturas se habla; ¿No es verdad que un país con millones de habitantes debe tener un buen par de alternativas que valgan la pena para representar a las instituciones responsablemente? La respuesta habría de helarnos la sangre.
Como precandidato fue polémico; competía con viejos caciques de su partido y su torpeza hacía parecer un chiste la propuesta de que una persona así llegara a dirigir una nación. Pero fue ganando terreno. La tiranía de las encuestas lo posicionaba en el mejor lugar para competir formalmente en las elecciones contra el partido que estaba en el poder; podría canalizar de mejor manera el voto contra el oficialismo.
Si como precandidato fue polémico por sus apariciones en los medios de comunicación –que invariablemente obtenían notas de color al cubrir sus eventos- como candidato formal de su partido fue la delicia de los espectadores que se preguntaban; ¿ese chiste es EL candidato del partido? ¿alguien cree que tiene oportunidades de ganar?
Sobra decir que las entrevistas que les hacían a sus electores estaban llenas de prejuicios y desinformación; la admiración al candidato estaba más allá de las propuestas, el aura que despedía bastaba para tachar como peligrosos a las otras propuestas y pese a los tropiezos, a la ignorancia destilada en los debates y las intervenciones públicas, las encuestas lo señalaban como puntero.
Había conquistado a un sector que tradicionalmente paga los platos rotos; la clase social más baja, la más ignorante y la que menos acceso a los servicios públicos tiene. No es un fenómeno nuevo el carácter reaccionario de una inmensa parte de la gente más desposeída, cuyo voto está orientado por un convencimiento emocional más que un análisis racional a conciencia.
No obstante, sería injusto generalizar y señalar a toda una nación, habría una reacción ciudadana; la estupidez no siempre es generalizada. Sus eventos de campaña se comenzaron a ver empañados por las protestas, la policía en más de una ocasión tuvo que controlar a las rechiflas que se aglutinaban en los diferentes distritos que visitaba. Se conminó a la cordura para evitar los enfrentamientos entre las masas adoctrinadas al interior y las críticas –no desprovistas de razón- que parecían acompañar al aspirante a la presidencia.
El candidato del odio parecía que iba a la baja en las encuestas; a un par de semanas de la elección, se encendían los focos rojos al interior de su campaña y la tendencia parecía que irremediablemente iría a la baja. Sería una vacua esperanza para la oposición.
El día de las elecciones estuvo marcado –desafortunadamente- por el abstencionismo. Eso definiría los resultados dado que ante la falta de una motivación generalizada para ir a votar, el voto cautivo de los sectores más fuertemente identificados con los partidos (y mermado anteriormente en las elecciones internas), fue la que hizo valer su derecho a elegir al titular del ejecutivo.
Finalmente, el discurso ignorante, el candidato menos preparado y más señalado, obtuvo el triunfo sobre la candidata que aseguraba sería la primera mujer en ese cargo, e incluso al progresista que se perfilaba como la mejor alternativa para un país profundamente marcado por un bipartidismo.
Las protestas continúan hoy en día. No se puede sembrar odio en diferentes sectores y gobernar legítimamente sobre la diferencia, particularmente en un país tan grande donde las diferencias culturales son notorias y el gobierno ha sido acusado –generando un gran descrédito sobretodo de la fuerza pública- por actuar contra las minorías y contra la protesta social.
¿Qué país vota por una persona con nula preparación? ¿Qué tipo de pueblo es el que elige a la intolerancia y el camino de la incertidumbre económica de un tipo que se ha señalado como transgresor de las normas fiscales y es conocido por sus tratos con la iniciativa privada? ¿Quién financió su campaña y qué compromisos fueron realizados?
Estas preguntas siguen en el aire para los mexicanos desde el 2012, año en que ganó Enrique Peña Nieto. Porque queda claro a quién aludía el contenido del presente artículo ¿no?