Opinión

El contexto de una revisión contractual

Por: Ángel Balderas Puga*

El Sindicato Único del Personal Académico de la UAQ (SUPAUAQ) solicitó, en el actual proceso de revisión contractual, un aumento salarial del 20 por ciento. En algunos medios se ha señalado que este aumento es excesivo. Esto se debe a que los gobiernos que impulsan el neoliberalismo han acostumbrado a gran parte de la sociedad a aceptar los llamados “topes salariales”, los que limitan las negociaciones de aumento salarial a un monto, irrisorio, fijado de antemano por el Gobierno Federal. Estos topes no tienen ninguna correspondencia con indicadores económicos básicos ni con el desarrollo económico de México. Son nocivos para el desarrollo de un mercado interno que limita nuestra independencia del extranjero.

Pérdida del poder adquisitivo

De acuerdo a varios estudios llevados a cabo por el Centro de Análisis Multidisciplinario (CAM), de la Facultad de Economía de la UNAM, los salarios de los profesores universitarios han tenido una fuerte pérdida de su poder adquisitivo en los últimos 30 años. Véanse, por ejemplo, el reporte de investigación 64 “Los Salarios del Personal Académico de la UNAM” (en www.economia.unam.mx/cam/reportes.htm) o “Catedráticos de la UNAM: futuro incierto” (Contralínea, 08/08/10).

Con respecto a 1980, un profesor de tiempo completo tiene hoy la mitad de poder adquisitivo, es decir, nuestro salario se ha reducido, en términos reales, a la mitad. En 1980 un profesor de nuestra Universidad de tiempo completo categoría I (la más baja) ganaba 25 mil pesos mensuales (de hoy en día) mientras que ahora gana sólo 12 mil. Pero la diferencia notable no sólo se refiere al salario sino también a las condiciones laborales. Hoy en día han aumentado notablemente los requisitos para el ingreso, la permanencia y la definitividad.

En 1980 se podía ser profesor de tiempo completo con sólo el título de licenciatura. Hoy en día es imposible obtener una plaza de tiempo completo sin tener, al menos, el título de maestría y es más probable que se obtenga dicha plaza con estudios de doctorado. Esto incrementa la inversión del profesionista y de sus familias pues luego de los estudios de licenciatura pueden seguir otros siete u ocho años de estudios adicionales para obtener un título de doctorado al que le pueden seguir años adicionales de una estancia posdoctoral.

En 1980, al profesor de tiempo completo se le pagaba por hacer sólo docencia, hoy se le pide que además haga investigación, que divulgue, que sea tutor, que administre, que consiga recursos económicos para financiar sus investigaciones, que contribuya a acreditar programas académicos, que participe en cuerpos académicos, que forme parte de redes internacionales, que se certifique ante diferentes organismos (por ejemplo, en el SNI o en el PROMEP), que publique en revistas indexadas, que dirija tesis de licenciatura o de posgrado, que presente trabajos en congresos internacionales y un largo etcétera.

En el caso de los profesores de tiempo libre la reducción ha sido más dramática. Las universidades públicas con lo que pagaban a un profesor en 1980, hoy pagan hoy a cinco profesores y hay que tomar en cuenta que en nuestra Universidad, sólo el 25 por ciento de sus profesores son de tiempo completo (aproximadamente 500 de dos mil 500), el resto son de tiempo libre o están contratados por honorarios (lo que significa que su situación es aún peor que la de un profesor de tiempo libre pues no tienen acceso a ninguna prestación).

Naturalmente, la pérdida de poder adquisitivo no es privativa de los profesores universitarios pues se extiende al resto de la población. Por ejemplo, véanse los reportes de investigación del CAM, No. 100 “Queda pulverizado el poder adquisitivo de los trabajadores en México durante el Calderonato”: pérdida del 43.1 por ciento entre 2006 y 2012 y pérdida acumulada, en 25 años, del 79.11 por ciento o el No. 96 “Poder adquisitivo del salario y la precarización del nivel de vida de los trabajadores. 2012”.

En realidad, en este contexto, un aumento de un 20 por ciento es verdaderamente irrisorio pues no logra resarcir de manera sustancial la pérdida de poder adquisitivo de los profesores universitarios. Esto explica por qué sindicatos de algunas universidades han solicitado incluso un aumento salarial del 50 por ciento (como en Oaxaca).

Apostarle al futuro

La gente ignorante cree, ilusamente, que lo que se gasta en educación es dinero perdido pero no es así, no es un gasto, es una inversión. Se pierde mucho más por no invertir. Barack Obama, Presidente de los Estados Unidos ha señalado que por cada dólar que se invierte en educación temprana de calidad se pueden ahorrar más de siete dólares en el futuro. El mismo Obama ha hecho referencia, varias veces, a un trabajo realizado en Estados Unidos sobre el mapa del genoma humano donde resulta que por cada dólar invertido, 140 dólares retornan a la economía de ese país.

Ojalá nuestra clase política, que es la que decide el monto de los presupuestos universitarios, fuera más nacionalista y le apostara más a la educación. Todos saldríamos ganando.

* Secretario General del Sindicato Único del Personal Académico de la UAQ.

anbapu05@yahoo.com.mx

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