Opinión

El diablo está en los detalles

Tigres de papel

Por: José Luis Álvarez Hidalgo

Ahora que la polémica comienza a encenderse en torno a las especulaciones y datos más o menos confiables sobre el contenido de las leyes secundarias de la reforma en telecomunicaciones, vale la pena precisar cuáles son aquellos postulados que impactarán de modo más determinante en la audiencia de medios que es, sin dudarlo, la principal beneficiaria o perjudicada, según sea el caso, de la susodicha reforma. Tal parece que esta desgastante discusión es del todo ajena a los millones de telespectadores, radioescuchas e -en menor medida quizás- internautas que invaden el espacio de receptores de los mensajes mediáticos y que serán la carne de cañón de esta reforma constitucional si no se informan, participan y le entran al gran debate nacional que apenas inicia.

La frase que da título a esta colaboración se refiere a que al momento de aprobar una ley en lo general, aún falta todo lo referido a la reglamentación de dicha ley, esto es, a los ordenamientos reguladores de la misma que la pondrán en operación, o sea, lo que permitirá su aplicación concreta y directa; se trata de la “letra chiquita”, que es donde suelen aparecer sorpresitas no tan agradables y que suelen, en muchos de los casos, contradecir el espíritu de la ley original. Esto es lo que parece estar sucediendo con la reforma en telecomunicaciones y por lo cual tenemos que estar expectantes y vigilantes de que no vaya a dar al traste lo que sería un reforma histórica que regule de manera sabia y eficaz a los indomables medios de comunicación en nuestro país.

Vamos por partes: las últimas noticias indican que, en primer lugar, se pretende limarle los dientes al Instituto Federal de Telecomunicaciones (IFETEL), esto significa: limitar la capacidad de decisión, resolución y acción en materia constitucional, para trasladar estas funciones a la Comisión Federal Regulatoria y al Plan Nacional de Desarrollo. En materia de otorgamiento de concesiones y la vigilancia de los contenidos en radio y televisión, la regulación en estos campos se transfiere a la Secretaría de Comunicaciones y Transportes y a la Secretaría de Gobernación, respectivamente.

De ser así, este intento de tumbarle los dientes al IFETEL obedece a que este organismo regulador ya dio muestras de autonomía y responsabilidad profesional y de que no se anda por las ramas al decretar las primeras acciones regulatorias, las que fueron contundentes y que, por supuesto, molestaron a más de uno, tanto del lado de los medios de comunicación, como de la clase política en el poder, que no se esperaban semejante descontón. Se trata de la declaratoria como medios preponderantes a las empresas Televisa y América Móvil (Telmex y Telcel) propiedad de los más prominentes empresarios del ramo en este país, así como también decretó la obligatoriedad de las televisoras con señal restringida o de cable para transmitir la señal abierta de las grandes televisoras, lo que se conoce como Most carry y Most offer (perdón por los anglicismos, pero en este caso son inevitables).

Ahora que los poderes fácticos y formales ven al IFETEL funcionar de modo independiente y enérgico (¡como debe ser!), pretenden atarlo de pies y manos y que se aboque a cuestiones más o menos operativas sin mayor trascendencia, para que no se convierta en un agente regulador molesto y embarazoso de los que mandan en este país. Otra medida adicional será aquella, a decir del senador Javier Corral, que revierta, precisamente, el decreto de preponderancia ya emitido por el IFETEL, en el sentido de que en las supuestas leyes secundarias aparece un listado con 15 medidas que limitan la preponderancia de las empresas dominantes en el mercado de telecomunicaciones, pero que, de manera irresponsable y absurda, ninguna someterá al duopolio televisivo a una mayor competencia. Seguirían tan libres e impunes como siempre.

Y por si fuera poco, se pretende restaurar la figura de la subasta como elemento central en el otorgamiento de concesiones para las frecuencias de radio y televisión y que, además, ya no controlará el IFETEL, sino a la SCT. Según varios analistas, de corroborarse que éste es el contenido de las leyes secundarias en la materia, se trata de una regresión inaceptable que no sólo dejaría las cosas como están, sino que -incluso- se le volverían a otorgar una amplia gama de graciosas concesiones y muchos pasillos subterráneos para esquivar la ley a los grandes emporios mediáticos que dominan el espectro en nuestro México.

Con esto se daría por sentado lo que señala el coordinador de la bancada perredista en el Senado, Miguel Barbosa, al deplorar que se repita la funesta práctica de crear las leyes secundarias fuera del Congreso. ¿En dónde se habrán creado entonces? Ni lo dude un instante: la “letra chiquita” se escribe en el mismísimo infierno con la sangre de los condenados. Ahí está el detalle. Ahí, también, está el diablo.

 

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