El discurso fácil de la crueldad
Por Ricardo Rivón Lazcano
Los hechos son subversivos, dice Timothy Garton Ash. Subvierten las afirmaciones tanto de líderes elegidos democráticamente como de dictadores, de biógrafos y autobiógrafos, de espías y héroes, de torturadores y posmodernos. Subvierten las mentiras, las medias verdades, los mitos; todos esos discursos fáciles que confortan a los hombres crueles.
Los hechos trastornan y hasta destruyen toda retórica de moralidad suprema. Los hechos muestran, con su necia persistencia, quiénes están y en qué formas, al servicio del poder y de los intereses que en última instancia se traducen en riqueza material. La vieja dialéctica ni más ni menos.
Garton Ash cuenta que cuando murió, en 1961, el caudillo político espiritual fundador del Bután, sus ministros fingieron durante nada menos que 54 años que el gran Shabdrung seguía vivo, si bien en un retiro discreto, y continuaron impartiendo ordenes en su nombre. Eran tiempos malos para los hechos. Un ejemplo más se refiere a la década europea de 1930, en donde un individuo alemán o ruso tenía menos fuentes de información alternativa que un chino o un iraní de hoy en día, lo que lo hacía fácil presa de la desinformación o de la flagrante mentira facilitando la expansión de ese enorme aparato estatal de la mentira organizada como lo fueron la Alemania nazi y la URSS comunista.
En la actualidad las fuentes de manipulación de los hechos han de buscarse en especial en la frontera entre la política y los medios de comunicación. Los políticos –profesionales o no–, han desarrollado recursos cada vez más complejos para imponer un relato dominante a través de los medios y, jugando con las palabras, ¿qué otra cosa importa sino alcanzar y permanecer en el poder por cualquier medio y a cualquier costo?
Por supuesto que no todos los medios de comunicación están disponibles, así como no todas las mentes –aunque desde mi punto de vista sí una impresionante mayoría- están dispuestas a renunciar al pensamiento alerta y crítico.
Un pensamiento que en resumidas cuentas es cauteloso y desconfiado. Uno que duda de quienes jamás tienen presente en sus acciones, en sus escritos, en sus grandilocuentes discursos justicieros, a la creciente multitud de los que padecen en sus propias carnes el sufrimiento, el dolor o la explotación generados, en un amplio sentido, por una estructura social y económica injusta y, en un sentido más restringido, por grupos de interés que extraen, chupan ganancias y riquezas monetarias sin importar el daño a los demás.
Luchar quedando atrapados en la retórica clamorosa no puede ser descuido, es opción firme, decidida pero incompleta y cruel. Se presenta legítima pero que más nos valdría, por el bien de todos, que quedara como quedará, subvertida por los hechos. Así, los hechos nos dirán, a todos, con precisión, con quién nos estamos jugando la vida y cruel es la parte del juego que nos corresponde.
En otro lugar Garton Ash alude a los hechos pero de otra manera: con su vida misma. En 1978, recién licenciado en Historia Moderna, se trasladó a Berlín para investigar los movimientos de resistencia al régimen nazi, viviendo cerca de tres años en ambos sectores de la ciudad dividida. Durante esos años, trabó amistades y se movió a sus anchas sin problemas aparentes, pero fue expulsado.
Regresó a Berlín en 1992 con el fin de averiguar si en los archivos de la Stasi había algún expediente sobre él. Para su asombro descubrió que, para el Servicio Secreto de la Alemania comunista, él era conocido como Romeo. Pero también descubrió que aquellos que en el pasado él había considerado como sus amigos en realidad no habían hecho más que vigilarlo y delatarlo. Comenta: “Lo que encuentras no es tanto maldad sino una vasta antología de debilidades humanas. Y, cuando hablas con los implicados, lo que descubres no es tanto una deliberada falta de honestidad como la capacidad infinita que tenemos todos para engañarnos a nosotros mismos”.
rivonrl@gmail.com
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